La Asociación Bancaria siempre fue un gremio fuerte, combativo, comprometido, importante. Lo sigue siendo ahora, con un mendocino –Sergio Palazzo– como secretario general a nivel nacional. Y se ve que para quienes ejercieron el terrorismo de Estado el sindicato de los trabajadores de saco y corbata era una piedra en el zapato. O mucho más. Será por eso que tantos bancarios fueron perseguidos, secuestrados, torturados, asesinados o desaparecidos.
En Mendoza fueron muchos los que padecieron la represión ilegal. Por ser delegados o integrar comisiones internas llegaron a calificarlos de integrantes de una célula terrorista. Les pasó también, por supuesto, a otros sindicalistas de otros gremios.
Dos de los bancarios que padecieron el accionar de los temibles grupos que tareas que asolaron al país antes y durante la dictadura cívico-militar dieron su testimonio esta semana en el megajuicio por delitos de lesa humanidad que se lleva adelante en los Tribunales Federales de calle España. Fueron dos testimonios contundentes, claros y valientes. Aportaron datos y conceptos que permitieron ratificar cómo funcionaba el aparato genocida y las complicidades con que contó por parte de algunos miembros de la Justicia y de la Iglesia.
Desde Madrid por teleconferencia testimonió el Gordo Daniel Ubertone y en la misma sala de audiencias lo hizo Pepe José Lozano. Ubertone fue secuestrado el 31 de julio de 1976 y pasó por el D2, las comisarías 1 y 9, la Penitenciaría provincial y las cárceles de Sierra Chica, La Plata, Caseros y Rawson, hasta que recuperó la libertad el 2 de diciembre de 1983. Lozano fue raptado el 3 de diciembre de 1975 junto con su esposa, una abogada afiliada al Partido Demócrata (sí, al PD) y un sobrino menor de edad. El D2, el Octavo de Comunicaciones, el penal mendocino y la Unidad 9 de La Plata fueron sus destinos de cautiverio. Lo liberaron en junio de 1979.
El Gordo era delegado en el Banco Mendoza. Pepe integraba una comisión interna en el Banco de Previsión Social. Los dos –peronistas– fueron golpeados, picaneados, humillados. Los dos tienen una fortaleza, una convicción y un sentido de la solidaridad admirables. Por eso no sólo testimoniaron en nombre de ellos, sino también en el de sus compañeros. Así fue que se escucharon, y homenajearon, los nombres de otros bancarios como Pablo Marín (desaparecido), Sabino Rosales (asesinado), Alberto Córdoba, el actor David Blanco (ya fallecido) y Eduardo Morales, entre otros.
“La violencia sexual que ejercían los torturadores sobre las mujeres detenidas era tremenda y era evidencia de un odio machista”, reflexionó Ubertone.
“Aún cuando hubiera una razón para detenernos –no la hubo– no hay ninguna razón que justifique las torturas, las violaciones...”, expresó Lozano.
Ni el Gordo ni Pepe alimentan rencores. Por eso pueden vivir normalmente mientras celebran que los que hoy están acusados de ser sus verdugos o cómplices de sus verdugos tengan todas las garantías de la ley para defenderse.
(Uno, viernes 5 de junio de 2015)