El kirchnerismo llegó para quedarse. Irrumpió en la escena política para ocupar un lugar: el de la transformación profunda y el ensanchamiento democrático. Se estructura como un movimiento amplio con una fuerte y clara conducción (teléfono para quienes le restan identidad peronista) Sin embargo es en sí una excepcionalidad histórica: recoge las banderas del ideario democrático e interpela a la izquierda real. Nada fácil de explicar desde viejas fórmulas.
En su seno hay espacios, "carriles" si prefieren la metáfora de la "ancha avenida". Es por eso que hay lugar suficiente para contener perfiles individuales muy diferentes, dato que representa una fortaleza siempre que tributen a una causa común.
Meses atrás no me hubiese pronunciado a favor de ninguno de los dos candidatos presidenciales que llegaron hoy a condensar el escenario interno del FPV: entiendo que aquellos que se dieron el "baño de humildad" y denegaron su candidatura expresaban -a priori- con mayor nitidez esa cultura que emergió con potencia al calor de los grandes logros de estos tiempos. Pero las contradicciones son parte de la política y es en ellas dónde se resuelven los principales dilemas. Esos valiosos compañeros tendrán otras tareas en el futuro cercano.
Hoy tampoco es sencillo pronunciarse; faltan elementos, aquellos que -como dijo CFK aquí, en Mendoza- resulten de un compromiso de cada uno con el lugar del Estado en los grandes temas estratégicos. "Propios y extraños" deben asumir una posición crucial en la historia contemporánea.
No es continuidad o cambio la disyutuva en cuestión. Es profundización del cambio o restauración conservadora.
Sin embargo, no se jugará esa suerte en las decisiones personales o íntimas de la figura electa, sino en una tensa y permanente relación entre éstas y el sentir del colectivo social que asumió hace tiempo su rol como sujeto histórico. En ese sentido, pierde dramatismo la espectativa respecto del nombre propio del futuro presidente en tanto el triunfo sea en nombre del FPV y real garante de su consolidación como instrumento político llamado a ocupar el centro del ring en las pujas por la liberación.
No se trata de construir a una figura condicionada y débil, sino en superar los límites del simplismo reduccionista que pone todo el peso de la historia en una persona sin atender que, en simultáneo, esa figura es también un emergente de la ecuación política de su época. En ese error caeríamos si entendemos el fracaso de la Alianza (1999 - 2001) en la debilidad manifiesta del entonces presidente y no en los márgenes de entramado político que lo sostuvo en ese rol en un contexto de agotamiento del proyecto neoliberal. O si, en otro extremo, creemos que el peronismo modificó para siempre la cultura política nacional sólo por la personalidad del líder o su itinerario de formación previo a 1945 y desconocemos la síntesis resultante entre su figura, las coordenadas de su época y los nuevos actores que se apropiaron de la escena pública.
Por ello, no son fiables las caracterizaciones que desconocen el peso de la historia y el dinamismo de los procesos sociales. El FPV no elige entre un exmenemista y un exduhaldista. El kirchnerismo, en tanto puesta en acto de la rica tradición nacional y popular, no hubiese sido posible si lo reducíamos a ese análisis en su fase originaria. Habrá que leer qué es lo que representan ambos hoy al interior del tablero, sus relaciones con las corrientes que se reconocen en el armado kirchneirista y sus percepciones sobre los actores políticos y económicos que merodean los terrenos de la desestabilización.

Esa lectura, fina y compleja, no podrá realizarse guiados por la claridad que siempre irradia un pronunciamiento de la conductora del movimiento. En Venezuela y en Brasil fue de un modo, si se quiere, más cómodo: eran Maduro y Dilma los elegidos por proclamación. CFK no nos dice a quién votar; a cambio, nos propone un rol activo en la defensa del modelo, nos empodera con la certeza de su presencia más allá de diciembre y la confianza en que ambos candidatos cuentan con su confianza y con las chances de ganar las elecciones. No hubo, ni parece que haya, una señal en contrario.
Si se supera el corto horizonte de los cruces mediáticos grandilocuentes o los enunciados ambiguos, tímidos y -a veces- confusos, en pocos días se explicitarán las posiciones de ambos sobre los grandes lineamientos estratégicos. Además se conocerán sus respectivos compañeros de fórmula y se vislumbrarán los espacios que los respaldan. Por ahora, no hay razones para apurar una definición. Tengo claro mi voto al FPV. El vértigo está en otros lados.