Ganó Alfredo Cornejo. Digo, por si alguien no se había enterado. Y ganó bien. Por tanto, lo primero es lo primero: reconocer su triunfo y la entidad del mismo. Desde aquí entonces, nuestro reconocimiento, nuestra felicitación.
Sinceramente nos alegra que, una vez más y como en cada turno electoral desde 1983 a la fecha, cientos de miles de mendocinos vuelvan a sentirse protagonistas, comiencen a soñar con una Provincia mejor, hagan su aporte desde la esperanza, la propia y la del conjunto, que en definitiva es la mejor apelación al aporte enriquecedor del sistema cuando se pone a prueba en las urnas. Nos alegra, más allá que estemos de acuerdo o no con los resultados. Esto no contradice un ápice de lo que veníamos sosteniendo antes del acto electoral del domingo próximo pasado, acerca de lo que supone -en términos de Gobierno- la Alianza que acaba de llegar al cuarto piso de Casa de Gobierno. La derecha pura y dura, de todos los costados, de paladar negro, de paladar gris, de cotillón izquierdista, fue prolijamente conducida por el intendente de Godoy Cruz, hasta esta consagración histórica.
Ojalá que Cambia Mendoza no le haga daño a nuestra provincia, aunque uno supone que si esto ocurre se parecerá mucho al que Mauricio Macri le hizo al distrito más rico del país, subejecutando el presupuesto en problemáticas básicas y sociales y poniendo el acento en… la nada misma, esa forma de la derecha de no hacer nada nunca, de mirar para otro lado, de robar… sin más. Mientras achican el Estado, entregándolo por rebanadas a distintas corporaciones, echando gente, ajustando, reduciendo democracia.
Aquí estamos. Más allá de la censura de que nuevamente fuimos objeto (esta vez de manos de Daniel Pizzi, cornejista y Rector de la Universidad Nacional de Cuyo). Señalaremos todos y cada uno de los síntomas que indiquen un derrotero que vaya contra los derechos que se han ido sumando en la provincia y en el país, para que Mendoza sea mejor que ahora. Nunca peor. Lo haremos siempre de frente a usted, que es nuestro lector, con el convencimiento que da el intercambio de ideas, la militancia, la búsqueda de mejorar el nivel de vida de nuestro pueblo.
Siempre transitaremos en el marco del periodismo, que debe huir de la anodina objetividad que, por inexistente -y entonces imposible-, sirve más para barrer basura bajo la alfombra de las ideas, que para poner a jugar las diferentes posiciones así luego, un lector que presuponemos maduro y al que respetamos en su complejidad, haga su propia lectura. Decida cuál es su posición.
Seguiremos haciendo periodismo, diciendo lo que pensamos, siendo militantes. Celebrando nuestra condición de seres humanos como un todo integrado, inescindible, diverso, con claroscuros, con altos objetivos. Hechos de la argamasa de miedos y ternura, de odios y amores. Seguiremos haciendo lo que más conocemos y amamos. Para acallarnos no basta con censurarnos, tantas veces en medios privados y, tristemente, la última vez en una universidad pública y a 32 años de Democracia. Para silenciarnos tendrán que matarnos.