ARGENTINA / Paso a las Paso / Escribe: Eduardo Anguita






Como si fuera una reacción en espejo, tras la sorpresa ante la fórmula Daniel Scioli–Carlos Zannini, Mauricio Macri decidió sumar a Gabriela Michetti. Detrás de las candidaturas de las dos fuerzas más importantes de cara a las presidenciales, sin duda hubo reconciliaciones. Scioli nunca había sido invitado a 6,7,8 y el domingo se estrenó en el programa más K de la televisión argentina. Si era necesario otro gesto de acercamiento, basta con ver cómo Horacio Verbitsky ya armó un gabinete para el Scioli presidente que nunca quiso ver, pese a que las encuestas dejaban al motonauta muy por encima de Florencio Randazzo quien, sin dudas, era el precandidato favorito de la Casa Rosada.



La política, en tiempos de elecciones, no necesita un Gabriel García Márquez que le agregue imaginación: desafía la ley de la gravedad bajo la premisa de que lo importante es competir. Muchos de los que no le reconocían virtudes al gobernador bonaerense parecen ahora ser sciolistas de la primera hora. Cualquier mirada seria no puede dejar de reconocer el origen menemista del ahora único candidato del FPV y, sin embargo, no sólo logró ser bendecido por la presidenta sino que, pese a que falta una eternidad para el acto cívico electoral, Verbitsky ya sabe que en la secretaría de DD HH habrá alguien de apellido Carlotto: resulta así de enigmático como para que el lector se pregunte si será Estela o alguno de sus hijos o su nieto Guido, en vez de preguntarse si la metamorfosis de esta etapa del peronismo no requiere de precisiones acerca de cuáles serán las prioridades a la hora de la agenda de gobierno. Porque, no está claro cómo se saldrá de los subsidios a la electricidad ni cuáles son los pasos para cambiar la dependencia externa de la industria automotriz por no hablar de la oscura fórmula de la armaduría de electrónicos en Tierra del Fuego. Seamos claros, la decisión de la presidenta de pasar a ser prescindenta en los próximos años –al menos en cargos electorales– parece encerrar un mensaje inteligente: alguien con capacidad de ver los grandes problemas en perspectiva y en contexto tiene que salir del horno y tratar de ser una persona capaz de influir en los rumbos, no en las decisiones del día a día sino en aquellas que pongan el listón más arriba.

Todo indica que Scioli va a contar con los votos K y los peronistas, y si hace las cosas bien puede capturar parte de los votos Ni. Tiene, por lejos, más carisma que Macri. Dicho eso, no parece ser el hombre indicado para buscar el Raúl Scalabrini Ortiz de los ferrocarriles ni el Enrique Mosconi del petróleo en el indescifrable siglo XXI. Pero en estos tiempos, parece que el debate político y periodístico tiene su piso y su techo tan cerca que resulta imposible decir que un jugador tiene buena proyección por el lado derecho y que es un pata dura por el lateral izquierdo. Respecto de Scioli, los cuadros de La Cámpora cruzan saludos y hasta son bendecidos por el gobernador, pero se desconfían mutuamente. En apenas dos o tres años, lograron ocupar puestos claves de gestión, pudieron colocar a miles de adeptos en cargos y empleos públicos y le dio visibilidad a una militancia de miles y miles de jóvenes que son protagonistas de la política. Al propio Axel Kicillof, de sólida formación teórica y con un par de años al frente de Economía, la propia Cristina lo define como un colaborador eficaz, para que quede claro que todas -desde el valor del dólar hasta las licencias de importación o la negativa de dar a conocer los datos del Indec sobre pobreza- son decisiones que exceden al ministro de Economía. ¿Será realmente ahora tan así? Y cuando Kicillof dice que asumirá como diputado pero que está a disposición del "proyecto", ¿se trata de una señal de que si Scioli gana debería dejarlo en el cargo? Si hoy es un "colaborador" de Cristina, ¿a quién respondería si sigue en funciones?

No se supo jamás que Dilma Rousseff haya consultado con Lula para poner al frente de Economía a Joaquim Levy no bien ganó las elecciones el año pasado. El peronismo tiene una historia más larga que el Partido Trabalhista, entre otras cosas, porque entre sus cuadros dirigentes hubo, es cierto, grandes traidores pero también honestísimos y muy capaces dirigentes. Sin embargo, la historia de todas las estaciones del peronismo no se explica por la moral personal de sus máximas figuras. En todo caso, este gran movimiento popular adquiere formas capaces de adaptarse a cada momento histórico. Otros movimientos de origen nacionalista y de base popular en América latina fueron sepultados por la violencia estatal o bien perdieron la impronta de combatir a las minorías privilegiadas como en su origen. Pasó con el APRA de Víctor Haya de la Torre en Perú o con el MNR de Víctor Paz Estenssoro.

El peronismo tuvo los vaivenes tan o más marcados que otras fuerzas de origen similar y parece haber clausurado los debates propios de la vida partidaria. El ciudadano de a pie, entre los cuales hay infinidad de peronistas comprometidos y lúcidos, sabe que para ganar una elección hay que limar diferencias, hay que sumar votos y que no sirven las discusiones y las fricciones. Pero también quiere saber de qué se trata, necesita que le cuenten algo más que las fotos con sonrisas y las frases de compañerismo. La política es conflicto, es contradicción ambulante. Por eso vale la pena insistir: Scioli expresa el llamado modelo en esta etapa electoral pero debería meter baza en las inconsistencias que perduran y que requieren democratizar y nacionalizar la economía. Pese a los grandes esfuerzos de estos 12 años, pese a que Néstor y Cristina no se arrodillaron frente al gran capital, se concentró la propiedad y los grandes empresarios que obtuvieron beneficios no reinvierten. Es más, muchos de ellos sacaron miles y miles de millones de dólares del circuito legal. Del otro lado, Scioli es dialoguista, tiene un estilo llano, parece haber aprendido mucho de estos años, e incluso no rehuyó en estos últimos tiempos a incomodar a sectores privilegiados en materia impositiva por ejemplo. Su candidato para la cartera económica siempre fue Miguel Bein, un consultor de perfil industrialista que no tiene nada que ver con el elenco de lobbistas neoliberales que rodean tanto a Mauricio Macri como a Ernesto Sanz.

El cambio sin renovación

Macri llamó a Michetti por necesidad. Desde La Nación hasta Perfil, pasando por Clarín, las firmas prestigiosas se dedicaron a medir el grado de maoísmo que le va a inocular Zannini a Scioli. Pocos recordaron que hace apenas unos meses, la senadora Michetti lideraba la rebelión en la granja mientras que Horacio Rodríguez Larreta se convertía en el albacea de las verdades macristas. Sanz y Michetti tienen en común muchas cosas, quizá la más importante en política es la amistad con Paolo Rocca, el CEO de Techint, que en 2011 los hizo coquetear con la idea de esa fórmula. Techint invierte mucho más fuera de la Argentina que en territorio nacional y quiere un dólar alto, poco les importa a los sectores industriales poderosos aumentar un poco los salarios cuando sus beneficios pueden crecer más que proporcionalmente con los mercados externos. En esa dirección van industriales, banqueros y sojeros. Pero el mismísimo Aldo Ferrer reconoce que hay que tocar el tipo de cambio. La diferencia es que los heterodoxos no piensan en dejar todo librado al "mercado" sino que saben valerse de instrumentos fiscales, arancelarios y financieros. Macri quiere endeudar. No es que sepa que puede aumentarse –un poco– el coeficiente de endeudamiento, cosa inevitable en los próximos años si eso sirve para inversiones genuinas. Macri expresa a los sectores concentrados de la economía y logró, hay que decirlo, seducir a una porción importante de la sociedad con que es mejor ir por el lado que va el mundo en vez de tirarse en contra. Lo insólito es que ni Europa o Estados Unidos tienen algo que se parezca al paraíso. El pasado domingo fue el turno de los indignados del Reino Unido: el espacio político llamado Asamblea del Pueblo llamó a una protesta contra el ajuste planteado por David Cameron a un mes y medio de su reelección, y salieron a las calles un cuarto de millón de ciudadanos británicos. El conservador Cameron tuvo la peregrina idea de hacer recortes en la salud, la educación y los empleos públicos.



El debate de qué van a hacer los candidatos no es para amargos o intelectuales de laboratorio. Es más, algunos que presumen de ser intelectuales carecen de sensatez a la hora de alinearse en política. Lo que se viene en la Argentina es materia recurrente: mientras un sector importante de la sociedad sabe que es bueno apoyarse en los logros y conquistas de estos años, otro sector está seducido por las consignas vacías del hartazgo y otros apelativos psicopáticos. Scioli decidió ser el timonel de un proceso complejo y contradictorio que se autotitula proyecto nacional y tiene muchos méritos en su haber. Le va a agregar temple y serenidad, pero es preciso que diga qué quiere hacer para evitar las malas sorpresas que muchos creen que pueden venir. Macri no tiene nada más que aclarar, ya dijo que no quiere a INVAP y que quiere poner en práctica todo tipo de privatizaciones periféricas, con la idea de terminar con todo lo que a su juicio sea deficitario, léase aumentos de tarifas para hacer atractivos al capital privado sectores claves de los servicios públicos y de la logística para la producción agraria e industrial. Los incautos creen que gozan del triunfo eterno. Ojo, los británicos no deben ser tontos y eligen a Cameron.

(Tiempo Argentino, martes 23 de junio de 2015)

Image Hosted by ImageShack.us