ARGENTINA / Con Brasil o China, pero sin devaluación / Escribe: Raúl Dellatorre






Las autoridades argentinas tienen razones para preocuparse, viendo cómo evoluciona su vecino mayor y principal socio comercial, Brasil. El gobierno de Dilma Rousseff anunció, esta última semana, que pondrá en marcha un riguroso plan de ajuste en las cuentas públicas que se reflejaría en un recorte de 23 mil millones de dólares en el presupuesto, de acuerdo con versiones aún no oficializadas. Lo que sí se ha hecho público, y en base a información oficial, es que en el primer trimestre volvió a caer la actividad económica (0,8 por ciento respecto al trimestre anterior) en la economía brasileña y que el desempleo alcanzó en abril al 6,4 por ciento, dos décimas por encima de marzo y casi un punto y medio más elevado que el exhibido un año atrás. Por otra parte, según el ministro de Planificación, Nelson Barbosa, las previsiones oficiales para este año son de una caída del PBI del 1,2 por ciento, que en las circunstancias que se avizoran no deja de ser un pronóstico optimista. Un análisis elaborado por el Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad de Tres de Febrero, que dirige el diputado nacional Roberto Feletti, señala los condicionamientos que para Argentina representa el actual grado de vinculación comercial con Brasil, pero a la vez desaconseja la devaluación como remedio. En cambio, propone bucear alternativas que mejoren las condiciones para aumentar la producción “sin agregar volatilidad a la economía interna”, como las que puede brindarle al país la asociación con China.



El Observatorio de la Untref analiza la evolución de las exportaciones argentinas en los últimos cuatro años. Señala que “luego del pico alcanzado en el año 2011, con 83.950 millones de dólares, el cual había marcado la fuerte recuperación experimentada por las ventas al exterior después de la crisis de 2009”, las ventas al exterior entran en un período de estancamiento en torno a los 81 mil millones de dólares en los dos años siguientes (80.927 millones en 2012, 81.660 millones en 2013), para luego observar una caída pronunciada en 2014, “llegando a 71.935 millones de dólares”.

“Esta tendencia al estancamiento en el valor de las exportaciones durante el bienio 2012-2013 y su posterior reducción en 2014, es explicada sólo parcialmente por el descenso de los precios de nuestros productos primarios (apenas el 22 por ciento de las colocaciones en el mundo), y en mayor medida por el debilitamiento de la demanda de los principales compradores de manufacturas de origen industrial, esencialmente Brasil, y de origen agropecuario, predominantemente la Unión Europea.”

En el cuadro adjunto se observa la evolución las cuatro principales economías con las que comercia Argentina. En el caso de Brasil y la Unión Europea, se evidencia que la situación de estancamiento en esos años impone los límites a la demanda. Entre ambas, representan el 37 por ciento del comercio internacional de Argentina (en cifras del año 2014) y son, además, el principal destino de los productos manufacturados nacionales que se venden al exterior. “A este factor de restricción del poder de compra global debido a la baja tasa de crecimiento del PBI, se le agrega que tanto Brasil como el bloque europeo han iniciado fuertes procesos de devaluación de sus monedas: el real se depreció (frente al dólar) en 47,3 por ciento y el euro en 4,5 por ciento en el lapso 2012-2014”, apunta el informe. Es ahora comprobable que ese proceso de devaluación se ha seguido profundizando en el transcurso de 2015.

China, cuyas tasas de crecimiento siguen elevadas, pese a ser inferiores a los niveles previos, es en la relación comercial con Argentina “esencialmente comprador de productos primarios”, representando el 11 por ciento del comercio del país con el resto del mundo. Estados Unidos, que ha tenido una evolución económica más favorable que Europa tras la crisis, dejó de ser en las últimas décadas un “comprador selecto” de bienes argentinos, y hoy sólo representa el 9 por ciento del comercio mundial del país.

“El panorama descripto, entonces, aparece como desalentador para la demanda externa argentina”, concluye esta parte del análisis del Observatorio. “La crisis internacional de 2008-2009 incidió muy negativamente en el comercio global, provocando un descenso del intercambio en esos años del 26 por ciento”, repasa el informe, “que paulatinamente se ha ido recuperando en el quinquenio 2010-2014. Sin embargo, este impacto y su posterior evolución afectaron cualitativamente la capacidad de colocar bienes con valor agregado”.

En ese contexto, el estudio del Observatorio de la Untref subraya que China emerge no sólo como “un fuerte demandante mundial de productos primarios”, que lo caracterizó desde principios de los ’90, sino que ahora en otra perspectiva. Todos los factores negativos para la Argentina, ligados a la depreciación del euro y el real, y al estancamiento de la demanda en los principales destinos de las exportaciones, “dejaron en situación más ventajosa la perspectiva de profundizar la relación de cooperación e intercambio con la República Popular China”, destaca el informe.

“La necesidad del país de expandir la producción agrícola como fuente generadora de divisas en su fase más competitiva, y también de asegurar el mercado comprador del Asia Pacífico, impulsó la negociación con China como proveedor y financiador de capitales para la expansión de la infraestructura de transportes y la producción de energía”, sostiene el informe. “El Acuerdo de Cooperación e Intercambio con China, que facilita el sostenimiento del comercio con dicho país pero que también favorece la llegada de capitales para expandir la producción energética y renovar el sistema ferroviario, es una respuesta al escenario que plantea el mundo post crisis 2008-2009, signado por el debilitamiento de la Unión Europea, los límites a la expansión de Suramérica y el fortalecimiento del dólar estadounidense como consecuencia de la competitividad de la economía norteamericana”, apunta.



“Es claro que optimizar las condiciones de Argentina para competir en el mundo no implica devaluar recurrentemente nuestra moneda para mejorar la rentabilidad exportadora sino, por un lado, recuperar uno de los vectores de la producción competitiva que es el autoabastecimiento energético y, por el otro, aumentar el transporte de cargas por la vía ferroviaria, desde el 8 por ciento de participación en que se encuentra hoy, hasta como mínimo el 25 por ciento, estándar compatible con otros países productores primarios como los Estados Unidos.”

Esta interpretación del conflicto que Argentina tiene en el frente externo difiere, naturalmente, del diagnóstico que pretenden imponer quienes reclaman una “devaluación competitiva” que compense las políticas cambiarias de Brasil, y que hoy ya son parte de una política global de ajuste en el país vecino, cuyas consecuencias políticas y sociales son imprevisibles. El remedio, en ese caso, sólo agregaría mayor desigualdad a la economía interna, sin ventajas para la exportación, ya que no modificaría las condiciones de depresión en los mercados de destino.

(Página 12, domingo 24 de mayo de 2015)

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