En el año 1967, José Larralde grabó el primero, de una serie de treinta y un discos editados en la Argentina. Su intensa actividad discográfica sufrió interrupciones sobre todo por el contenido crítico de la mayoría de sus canciones. En todas ellas, están presentes las vivencias de oficios, situaciones y personajes que conoció y vivió a lo largo de su vida. Personalmente, además, ejercicio las más diversas ocupaciones en el medio rural. A sus versos, tal vez por desconocimiento del medio geográfico y social en que nació y creció, suele endilgárseles cierto hermetismo y rebuscamiento.
No obstante ello, si se analiza globalmente toda su producción, es fácil entender el porqué de la adhesión y fidelidad del público. Este quizás, valorice el desprecio del intérprete hacia la maquinaria comercial que, las mayoría de las veces, ha sido principal causante del bastardeo y desvirtuación del género.
En efecto, Larralde, desde hace años, desarrolla su labor artística lejos de los circuitos comerciales masivos de festivales y casi sin apoyo promocional y publicitario de las grandes empresas de comunicación. Ello no le impidió, no le impide, ni le impedirá seguir concitando la atención y el apoyo de nutridos núcleos de seguidores en cada uno de sus recitales.
Aunque digas que no...
aunque digas que no,
las hojas y los pájaros se verán en el aire,
sin prejuicios,
ni espejos que perturben sus 'alos'.
Las rosas y los sauces crecerán, y los pastos,
navegarán las tardes, 'henebrando' rosarios,
de gotitas y frases.
Palabras y rocíos solitarios y amantes,
cómo el trueno y la lluvia,
y el arroyo y su cauce.
Y aunque digas que no,
yo seré tu constante,
efímero y perpetuo corazón palpitante,
lejano y apretado...
atrevido y galante,
el genio de la nada que cumple tus deseos,
y se olvida de amarte,
incoherente y exacto,
el que transforma en niña tus sentidos más amplios,
el que peca por darte el motivo y el llanto,
y te muerde las lágrimas,
arrogante y callado.
Y aunque digas que no,
más que nunca, te amo,
rebelde la ternura de mis brazos cansados,
día a día te elevo,
sin que notes cuán alto.
Lástima que no sepas porqué me duelen tanto,
las culpas de estos años,
lo antiguo de mi trato,
pero no olvides nunca,
que aunque no sepas cuánto,
y aunque digas que no,
más que nunca... te amo.