ARGENTINA / Opiniones militantes / Escribe: Hugo Presman






Cuando lo importante es buscar la información que respalde la línea editorial, se llega a falsificarla, distorsionarla o lisamente mentir; mientras, se envuelve la carne podrida con el calificativo de periodismo “independiente” o con más pudor periodismo “crítico”, hasta llegar en algún caso a la naif y virginal autocalificación de periodismo “puro”.

Tomemos un ejemplo, entre miles, que deja al desnudo al periodismo militante de cuño empresarial y la desaprensión o la desidia en el manejo de la información del Presidente de la Corte Suprema de Justicia: En su discurso del 1° de marzo en la apertura del Congreso, la Presidente en la última hora de su intenso discurso, hablando sobre el atentado a la Embajada de Israel, la AMIA, la denuncia y muerte del fiscal Alberto Nisman, expresó: "¿Alguien le puede informar a esta Presidenta cuál es el resultado de esta investigación que llevó adelante la Corte del atentado a la Embajada de Israel? ¿Quiénes son los condenados? ¿Cuáles son los procesados? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Y me puede informar por qué el Estado de Israel no reclama por la Embajada y sí por (el atentado a) la AMIA?".



Dos días más tarde, el 3 de marzo, el presidente del máximo tribunal del país Dr. Ricardo Lorenzetti, en su discurso del llamativo evento de apertura del año judicial le contestó a Cristina Fernández: "Hubo una sentencia en 1999, muy anterior a la conformación de la Corte actual. Esa sentencia determinó la materialidad y la imputabilidad del hecho. Encontró culpable a un grupo: Hezbollah. Esa sentencia está publicada y consentida por las partes. Nosotros no podemos, como tribunal, modificar el fallo, es cosa juzgada.

Parece increíble que en uno de los casos más trascendentes del que debió ocuparse la Corte en toda su historia, Ricardo Lorenzetti cometiera un error de semejante envergadura y con el objetivo de demostrarle a la Presidente de la Nación que era ella quien había incurrido en una grosera equivocación.

Los columnistas de los dos principales diarios, sin chequear la respuesta de Lorenzetti, la comentaron elogiosamente como quedó expresado al día siguiente. Así Eduardo van der Kooy escribió en Clarín (página 6): “Lorenzetti aprovechó uno de los tantos errores en que incurrió la Presidenta cuando, desde las bancas de la oposición, fue interpelada con carteles sobre el atentado y la investigación por el atentado de la AMIA…… Luego preguntó por qué razón la Corte nunca había avanzado en la investigación ni descubierto culpables. La ira la cegó.

Lorenzetti recordó que hubo sentencia. Que determinó el hallazgo del grupo fundamentalista Hezbollah como responsable. Ese trámite es verdad, resultó cuestionada. Pero el juez nacido en Rafaela fue contundente: recordó que la sentencia correspondió a 1999, cuando reinaba la Corte de mayoría automática menemista. Recalcó que se trata de cosa juzgada que el actual Tribunal no posee facultades para modificar. Suena increíble tamaño desconocimiento presidencial.”

Ese mismo día, Joaquín Morales Solá, en La Nación, página 7, escribió: “Lorenzetti no se privó tampoco de marcarle a Cristina las lagunas de su conocimiento. La Corte Suprema, la anterior, no está, ya sentenció sobre el atentado que voló la sede de la embajada de Israel en Buenos Aires y culpó al grupo político- terrorista Hezbollah, el mismo que habría participado dos años después del devastador atentado a la AMIA. Es cosa juzgada.”

Al día siguiente de esas publicaciones, ambos medios tuvieron que recoger la rectificación de la Corte, sin que los columnistas pidieran disculpas por la equivocación. Podían haber alegado que erraron por seguir devotamente al representante de la cabeza del Poder Judicial como si fuera una bula papal. Así, el jueves 5 de marzo, La Nación en página 12 tituló: “La Corte aclaró que no se cerró la causa.” Y luego, en la bajada se puede leer: “Sigue la investigación del atentado en contra de la embajada de Israel, pese a que se probó el ataque”. El texto es una obviedad: nunca se dudó de la existencia del ataque.

Clarín, ese mismo día, en su página 12 tituló: “La Corte aclaró que la causa por la Embajada sigue abierta”. En la bajada dice: “El martes, cuando dio detalles de la extensa investigación del atentado, Lorenzetti dijo que era “cosa juzgada”



A esta altura el tema estaba cerrado. Por eso grande sería la sorpresa que el 7 de marzo en página 2, el principal columnista del diario Clarín de los días sábado, Alberto Amato escribió: “Si en el Congreso la Presidente atacó al Poder Judicial, el titular de la Corte habló para responder las acusaciones del Ejecutivo que refutó incluso con una leve ironía: Sólo para hacer una breve aclaración, anunció antes de recordarle a la Presidente que ya existía una sentencia sobre el atentado contra la Embajada de Israel, que esa sentencia fue dictada ante otra Corte, que fue consentida por las partes, que es cosa juzgada y que la actual Corte no puede revisar el fallo”.

Más allá de la defectuosa redacción que no pasó por ningún corrector, salvo el de Word, cabe preguntarse: ¿ Amato no lee el diario en el que escribe? Más grave aún: tampoco lee otros diarios.

¿Es periodista o un vendedor de carne podrida?

Ante estas muestras de irresponsabilidad e inexistencia de los más elementales chequeos, de mentir sin tener la honestidad de asumir los errores, sólo cabe refugiarse en una original reflexión del escritor Mark Twain: “Si no lee los diarios, estará desinformado; si los lee, estará mal informado”.

O tal vez la aguda frase del gran capitán uruguayo, Obdulio Varela, campeón mundial en Brasil en 1950: “ Los diarios contienen solamente dos cosas que son verdad: El precio y la fecha".



Un viejo relato del escritor uruguayo Eduardo Galeano, bajo el título de “Instrucciones para leer el diario” describe, sin proponérselo a La Nación, Clarín, y sus afamados columnistas: “El general mejicano Francisco Serrano fumaba y leía, hundido en un sillón del casino militar de Sonora. El general leía el diario. El diario estaba boca abajo. El presidente Álvaro Obregón, quiso saber:

¿ Ud siempre lee el diario al revés? El general asintió. ¿Y se puede saber por qué? Por experiencia, presidente, por experiencia.”

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