ARGENTINA / A dónde va el progresismo / Escribe: Alberto Dearriba






La recomposición del espacio progresista-antiperonista detrás de la postulación presidencial de Margarita Stolbizer plantea un intríngulis que puede terminar incidiendo en el resultado electoral: ¿A la hora de votar, pesará más el progresismo de esa franja ideológica o su antiperonismo cerril?

El interrogante es pertinente porque si esos votantes antepusieran sus ideas "progre" a su gorilismo, votarían a Stolbizer que los representa genuinamente. Pero si primara el deseo de terminar con la hegemonía del Frente para la Victoria (FPV), muchos de ellos se fumarían a Mauricio Macri con tal de acabar con el odiado adversario.

La cuestión no es menor porque el caudal electoral que posee Stolbizer no le alcanzará obviamente para ninguna hazaña, pero puede restarle a la entente UCR-PRO la posibilidad de entrar al balotaje.



El rendimiento electoral en la Provincia de Buenos Aires de esa ex militante de la Juventud Radical , pasó del 9% en 2003, como candidata a gobernadora por la UCR, al 17% en 2007, con la misma postulación, pero en la boleta de la Coalición Cívica de Elisa Carrió.

En 2011, como aspirante a gobernadora por el Frente Amplio Progresista, obtuvo casi el 12% en el distrito electoral en el cual se juega el 40% de los votos de todo el país. Y en la votación de 2013, al frente de la lista de diputados nacionales del Frente Amplio Progresista Cívico y Social, obtuvo algo más del 11 por ciento.

Este último registro coincide casi exactamente con el resultado de una encuesta encargada por el GEN antes del lanzamiento formal de la candidatura de Stolbizer, el jueves pasado en el pintoresco Garage Argentino de San Telmo. Y todavía le falta sumar la disidencia radical hacia el progresismo. Por ahora, Stolbizer cuenta con el apoyo del Partido Socialista y de Libres del Sur y no se descarta un acuerdo para que compita con el líder de Proyecto Sur, Fernando Pino Solanas, en las próximas PASO.

En representación del mismo espacio ideológico que Stolbizer, el socialista Hermes Binner obtuvo en 2011 casi un 17% de los sufragios a nivel nacional como candidato presidencial, lo cual le valió ser segundo aunque muy lejos de Cristina Fernández (54%), pero ubicado claramente por encima de Ricardo Alfonsín, que logró poco más del 11 por ciento.



El espacio progresista-antiperonista quedó vacante de candidatos tras la explosión del Frente Amplio-UNEN, en el que primero declinó su candidatura el socialista Binner, luego emigró la Coalición Cívica (CC) de Elisa Carrió y finalmente la UCR le puso la lápida el mes pasado en Gualeguaychú, cuando la convención partidaria le ofreció a Mauricio Macri su centenaria estructura para que dispute la presidencia de la Nación.

Si bien los precandidatos del espacio UCR-PRO, Ernesto Sanz, Elisa Carrió y Macri, deberán consagrarse tras competir en las primarias abiertas, hasta los radicales estiman que sólo una catástrofe política podría arrebatarle la candidatura al alcalde porteño.

Con la hipótesis de una casi segura candidatura de Macri frente a Daniel Scioli o Florencio Randazo, cabe preguntarse si esa franja ideológica que va del 10 al 15% del electorado mantendrá su fidelidad al espacio representado ahora por Stolbizer o girará a la derecha para sepultar al FPV.

Captar esta franja significaría para Macri ni más ni menos que la posibilidad de competir en una segunda vuelta, en tanto el FPV sabe que no obtendrá allí sufragios, pero espera que sostenga su alineamiento, con lo cual hasta podría ganar en primera vuelta. Por su parte, Sergio Massa no podrá sacar demasiado rédito de allí porque es acusado por el progresismo antiperonista de haber tenido un sarampión peronista.

La nueva precandidata dijo durante su lanzamiento que levantará "con orgullo la bandera del progresismo" y que aspira a obtener el voto que fue del Partido Intransigente (PI), del ARI y del Frepaso en el pasado.

Apretado por el bipartidismo, el PI fue coptado por el PJ y la UCR, el ARI se desflecó por los devaneos de Elisa Carrió y el Frepaso cometió el error histórico de sumarse a la Alianza que entronizó a Fenando de la Rúa.

El progresismo fue devaluado desde la izquierda por quienes se identifican como revolucionarios y desde la derecha macarthista por quienes no toleran siquiera el color rosado.

Stolbizer fue una severa crítica del menemismo y se opuso también al retorno de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía, pero luego exhibió su costado antiperonista al mostrarse como una opositora frontal del kirchnerismo.



El principal referente del espacio, Binner, mostró los límites del progresismo al señalar públicamente que en Venezuela hubiera votado al opositor Henrique Capriles antes que hacerlo por Hugo Chávez. Como socialista, en el terreno económico cometió otra herejía al reivindicar "la mano invisible del mercado" como reguladora de la economía. Y alguna vez hasta recomendó a los trabajadores que no pidan mucho aumento de salario en las paritarias porque estimularía la inflación.

En las filas del progresismo vernáculo abundan economistas neoliberales, y fueron progresistas los líderes europeos que encararon las reformas conservadoras en los '90.

En verdad, frente a Menem y Cavallo, cualquiera era progresista. Un radical enojado podía ser confundido con un militante de izquierda a fines del siglo pasado, cuando el país estallaba en pobreza y desocupación. Pero en la Argentina kirchnerista, con un gobierno que se ubica en la centroizquierda y promovió cambios, no parece haber mucho espacio para una fuerza "progresista" y antiperonista. En general, los votantes de esta franja son republicanos que defienden a las instituciones democráticas como lo hizo históricamente la UCR, con algunas salvedades como el apoyo que le dieron los boina blanca a los golpes de Estado. Pero no hacen tanto hincapié en la necesidad de mayor justicia social, como lo hizo históricamente el peronismo, con la excepción del período conducido por Carlos Menem, cuando el movimiento fundado por Juan Perón escupió en su propia historia.

Al margen de la polémica sobre qué significa ser progresista en la Argentina, lo cierto es que, inesperadamente, esa franja de pensamiento puede terminar como árbitro de la disputa electoral nacional.

(Tiempo Argentino, sábado 11 de abril de 2015)

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