ARGENTINA / Desayunarse la cena / Escribe: Roberto Caballero






En ninguno de los frentes que mantiene abierto contra el gobierno, la oposición política y mediática ha logrado avanzar lo suficiente como para herirlo de modo terminante. Su asedio sistemático sin resultados a la vista, por el contrario, reforzó el acostumbramiento en la sociedad y repercutió negativamente más en sus adversarios que en las estrategias del oficialismo para atravesar sin grandes sobresaltos el mar electoral del 2015. Las encuestas, y sobre todo las que no son encargadas por el gobierno, contra todos los pronósticos previos, siguen reflejando un alza en la imagen positiva de la presidenta Cristina Kirchner.

Cuando el Caso Nisman languidecía, el Grupo Clarín S.A. intentó un manotazo denunciando la supuesta existencia de cuentas en el exterior a nombre de Nilda Garré y Máximo Kirchner que atesorarían 41 millones de dólares derivados de acuerdos espurios con la República Islámica de Irán. El hijo de la presidenta lo desmintió, y con su irrupción en público no sólo desbancó de la agenda un paro sindical opositor, sino que terminó reforzando su figura como dirigente político. Ayer se conoció que el banco en cuestión negó lo que el diario de Héctor Magnetto denunciaba en títulos catástrofe. Cassandra Guy, vicepresidenta del CNB, la entidad que absorbió el Felton Bank de Delaware, certificó que ni la embajadora argentina ante la OEA, Nilda Garré, ni Máximo Kirchner, tuvieron cuentas en ninguna de sus sedes, como habían asegurado la revista brasileña Veja y el periodista Daniel Santoro en Clarín.



“Afortunadamente, las falacias de los malvados que con los peores objetivos afectan el honor de la gente se derrumban. No podría ser de otra manera. Con las falsedades aclaradas se caen también los mitos de la seriedad de algunos medios y la de cierto periodista de investigación al que algunos de sus colegas incluso advirtieron sobre la precariedad de la información que divulgaba”, sostuvo Garré, embajadora de la República Argentina en la OEA, y añadió: "Se frustran también los perversos objetivos de los que desnaturalizan la acción judicial dedicándose a formular denuncias penales después de leer los diarios, cerrando –así– el circuito de la infamia y la irresponsabilidad."

Las mentiras de Clarín antes duraban más tiempo. Esta no se extendió por más de una semana. No es un detalle nimio: cuando se apunta al corazón del gobierno, lo mejor es que el disparo sea certero, en lo posible definitivo. Clarín perdió más que la administración Kirchner con esta operación. Su credibilidad, que es la credibilidad del bloque opositor en su conjunto, se vio lastimada irreversiblemente. No había cuentas, nunca las hubo, no existían. Su relato boquea. Clarín parece sufrir de los males que atribuye al oficialismo: alimenta su audiencia militante con exabruptos, refuerza su núcleo duro de lectores y televidentes con falsos positivos, los vuelve más fanáticos en su antikirchnerismo pero, a su vez, los aísla de la comprensión de los que realmente ocurre. Los enfervoriza retaceándoles la verdad, que tarde o temprano se sabe. De ahí a la depresión política, hay un paso.

El viernes, desde su tapa, volvieron a la carga. En este caso, montándose sobre un incendio en el Ministerio de Economía. Título: "Otro incendio afectó un archivo del Gobierno: es el cuarto en tres meses". Copete: "El domingo se prendió fuego el centro de cómputos que registra los gastos del Ministerio de Economía. Antes hubo incendios similares en la Casa Rosada, el Senado y el Ministerio de Defensa". La volanta: "A 224 días de que Cristina Kirchner deje la Casa Rosada". La noticia ocupó la tapa, la página 3, la 4 y la 5. La intención editorial fue muy obvia: instalar que el gobierno en fuga elimina o borra de manera piromaníaca pruebas o rastros de sus presuntos desmanejos.

Ese mismo día, en conferencia de prensa, Axel Kicillof explicó lo ocurrido. Se pudo leer lo que dijo en Tiempo, en Página/12 y, curiosamente, en La Nación: "No había nada de información. Sólo eran equipos de sistemas nuevos. La información está en otro lado y tenía backup." El ministro precisó: "Se produjo por un cortocircuito del aire acondicionado." A pesar de que el hecho motivó la centralidad de su tapa del día viernes, la edición de Clarín del sábado no recogió ninguna de sus palabras.



Hay un espejo curioso donde Clarín se mira. Esta semana, la Comisión Bicameral del Parlamento que investiga si detrás de las 4040 cuentas de personas físicas y jurídicas que tenían cuentas en el HSCB de Suiza se oculta una maniobra que ofrecerían varios bancos como servicio a evasores de lujo, dio a conocer oficialmente la lista en cuestión que está encabezada por la empresa Cablevisión, del grupo de Magnetto. Para que se entienda, no las falsas cuentas de Garré y Máximo Kirchner: las cuentas secretas reales que Helvé Falciani, un ex empleado del HSBC, aportó al fisco francés. La noticia que conmovió al mundo financiero estos días es que la justicia gala acusó al banco de lavado de dinero y le impuso una multa de 1000 millones de euros. Salió con grandes despliegues en todos los diarios del planeta. En todos, menos uno. Sugestivamente, el mismo que decidió hacer tapa con la falacia que ensuciaba a Garré y al líder de La Cámpora. Y ningunear el trabajo de la comisión que preside Roberto Feletti.

Con el incendio en Economía pasó algo parecido. Buena parte de la documentación que se perdió entre las llamas del incendio en Iron Mountain pertenecía al HSBC e involucraba a empresas que estaban bajo la lupa, entre ellas, algunas del Grupo Clarín. De esta tragedia, que se probó por peritajes que fue intencional, el diario no dijo mucho, o dijo poco. No hizo una tapa estremecedora, como sí ocurrió con el fuego que dañó la Dirección General de Sistemas Informáticos de Administración Financiera del ministerio de Kicillof. La diferencia es que de todo esto hay backup. Mil millones de dólares de multa no son noticia para Clarín. Las razones son evidentes.

¿Por qué Magnetto decidió chocar su diario con la realidad? Está claro que su pelea excede lo comercial. Está sumergido en una pulseada política. Su diario es un instrumento y sacrificarlo en la batalla le resulta aleatorio. Los accionistas no están de acuerdo con él, pero tampoco tienen alternativa. De cara a las elecciones, Magnetto es capaz de resignarlo todo para perjudicar al gobierno. Pasó en TN, donde sacó las voces menos salvajes y se quedó con periodistas papeloneros que le piden al Papa que no reciba a Cristina el 7 de junio porque sí, porque en su fantasía se les ocurre que pueden darle órdenes al jefe del Vaticano desde una pantalla. Es otro capítulo delirante de su puja personal con la presidenta.

Mientras tanto, aunque sigue siendo soporte fundamental de la candidatura de Mauricio Macri, a su despacho llegan sondeos que lo descolocan. Porque le advierten que, en un escenario de balotaje, el líder del PRO estaría perdiendo con cualquier candidato. Eso incluye a los del FPV. Sus intentos para que Sergio Massa se sume al armado como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, que aporta cuatro de cada diez votos del total país, tampoco prosperaron. Por ahora, lo único que logró es que Massa provincialice su discurso (su segurismo retórico recargado es eso), apuntalando a Francisco de Narváez, gran financista de la aventura del tigrense. Pero eso sólo no le alcanza.

En medio de la vorágine, Cristina Kirchner no resigna protagonismo. La mayoría de los comentaristas de la política, incluso los opositores, ya admiten como fatal curiosidad que se trata de la presidenta de la democracia que llega con mayor capacidad de influencia y poder a su final de mandato. Dato de la realidad que asumen con desasosiego empresarios y banqueros que todavía se las tienen que ver con ella, cuando daban por descontado que, a esta altura de año, estarían discutiendo sus asuntos con precandidatos instalados, o instaladísimos, para sucederla.

Nunca es recomendable desayunarse la cena.

(Tiempo Argentino, domingo 12 de abril de 2015)

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