Conste que hablamos de la actitud ante los fondos buitre, no sobre el Mundial, si bien por supuesto un gran entusiasmo colectivo sigue acompañando el desempeño de nuestro equipo en el máximo encuentro futbolero. Se verá allí cómo nos va, se verá también cómo nos va en la pelea con los fondos buitre; en este segundo caso, las consecuencias para el país son basante más perdurables y más importantes.
La deuda externa no se ha contraído en estos últimos años. Como muchos saben, llegó a 7000 millones de dólares con Isabel de Perón, y trepó un 600% con la desaprensiva gestión de la dictadura; subió así a 42 mil. Con Alfonsín se incrementó un tanto, hasta los 70 mil millones. Con Menem, en 10 años, bastante más; mantener el 1 a 1 entre peso y dólar casi duplicó la deuda, de 70 a 130 mil millones. La Alianza, con De la Rúa, hizo el récord de aumentarla en apenas año y medio, en 40.000 millones más (blindaje y megacanje, Cavallo y Sturzenegger mediante). Así llegamos a 170 mil millones, la deuda enorme que existía para el año 2003.
Esa es la pesada herencia que existía para entonces. La negociación iniciada por Kirchner (teniendo por entonces a Lavagna como ministro de Economía), paró el aumento permanente de la deuda. Si esta hubiera seguido creciendo a la velocidad de Menem/De la Rúa, hoy el país debería aproximadamente 400.000 millones de dólares, y tendríamos bandera de remate puesta, con porcentajes de pobreza por encima del 70%, y sin posibilidades de consumo ni de bienestar, excepto para una mínima elite. Seríamos un país inviable, un país acabado; sin más. Seríamos la decadente continuidad de las miserias del año 2001.
La negociación con los bonistas fue prolongada, difícil y llena de incertidumbres; finalmente se consiguió acordar en pagarles sólo el 35% del valor de los bonos. Los bonistas aceptaron, sólo porque entre no cobrar nada y cobrar esa tercera parte, lo segundo era mejor. Es obvio que no se podría haber exigido -contra lo que habían firmado gobiernos anteriores- que ahora se litigara cualquier controversia en tribunales argentinos, lo cual los bonistas hubieran considerado una tomadura de pelo dentro de una negociación en que ellos eran los que llevaban las de perder.
Argentina logró así que parte de su deuda se renegociara, con un beneficio extraordinario de 60.000 millones de dólares menos a pagar. Es una de las renegociaciones financieras de deuda más grandes de la historia mundial. Con la reapertura del año 2010, se llegó a que el 92,4% de los bonistas aceptaran el canje con estas condiciones. Argentina, bajo ese paraguas protector, ha pagado luego todo lo correspondiente a los bonistas de la deuda reestructurada, así como a los organismos de crédito de la deuda anterior no modificada, con lo cual se ha iniciado un desendeudamiento de importancia estratégica. A la vez, el Fondo Monetario ha dejado de supervisar las finanzas nacionales.
Pero fondos buitres compraron al 1% de los bonistas sus acreencias a precio vil, y llevan a un juez que se les ha mostrado amigable, una causa judicial para cobrar esos bonos al 100% de su valor. Al margen de que su ganancia especulativa es enorme, eso llevaría a que Argentina deba pagarle a todos los demás bonistas el mismo precio, lo cual -conjuntado a los intereses acumilados- llevaría a la Argentina a la ruina, pues debiera pagarse más de 150 mil millones. Eso es imposible.
Afortunadamente, si bien el ruido mediático poco ayuda a entender la situación, las oposiciones políticas parecen haber entendido que se requiere un frente común con el gobierno. Este es un tema nacional: las responsabilidades de quiénes contrajeron la deuda implican a diferentes sectores políticos, y la defensa del país nos implica a todos. La postal de Kicilof con Bullrich a su lado en Nueva York, es una muestra favorable de que allí está respondiendo el Estado argentino completo, la Nación argentina entera, a quienes están pretendiendo arruinarnos con pretextos judiciales.
La jugada de depositar el dinero a los bonistas en EE.UU. fue brillante; Argentina evitó el default, y a la vez, si los bonistas que entraron al canje ahora no cobran, es responsabilidad confiscatoria de parte de Griesa y quienes lo apañan, no del Estado argentino. Argentina pagó, pero el juez impide la cobranza de los acreedores. Desde ahora resulta natural que Argentina pueda depositar el dinero en otra parte que no sea EE.UU., ya que allí han impedido -al menos hasta la fecha- que se realice la cobranza.
No sabemos cómo seguirá todo esto. Sí sabemos que aquí se juega el futuro del país, de todos nosotros en el país. No habrá país para nadie -excepto para una mínima elite oligárquica- si como Nación no estamos a la altura del desafío. Ojalá la estupidez mediática deje de taladrarnos la mente poniéndonos a unos argentinos contra los otros, en una situación en que, sin olvidar quiénes fueron los responsables de contraer la deuda externa, es imprescindible que tratemos ahora entre todos de resolver sus consecuencias.-






