HISTORIA / …de amor en Melincué (primera parte) / Escribe: Hugo Presman






Eric Domergue sintió esa tarde que los últimos 34 años cayeron sobre su espalda.

Las últimas semanas habían condensado décadas de incertidumbre.

La certeza es el raro espacio en que la incógnita termina y la muerte se corporiza en forma de restos humanos.

Hacía décadas que sabía que su hermano había sido asesinado, pero la condición de desaparecido es una tortura que los asesinos, después de hacer desaparecer a la víctima, trasladan a los familiares directos como condena potenciada a dolor perpetuo.

Eric toma un papel y quiere escribirle una carta a su hermano Yves, secuestrado y desaparecido en los años de plomo cuando apenas tenía 22 años.

¿Vale la pena se pregunta?

En ese momento recuerda al filósofo Theodor Adorno quien tenía una duda similar: ¿era posible escribir poesía después de Auschwitz?

Era una pregunta retórica porque como era lógico se siguió escribiendo ficción y poesía.

La vida es una apuesta de notable fortaleza capaz de emerger de las mazmorras más inmundas del infierno.


De los campos de concentración, del horror y de la muerte planificada.

Eric mira la hoja en blanco.

No se le ocurre nada.

Nada digno de ese hermano querido y buscado que volvió como un montón de huesos. recuerda un poema de Juan Gelman: Ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país/hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/ pedacitos que fueron alegría/combate/ confianza en sueños/sueños/sueños/ sueños/ y los pedacitos rotos del sueño/¿se juntarán alguna vez?/¿se juntarán algún día/pedacitos?/ ¿Están diciendo que los enganchemos al tejido del sueño general? / ¿Están diciendo que soñemos mejor?/

Su memoria se sumerge en los vericuetos poblados de lágrimas y dolor.

El 5 de mayo tuvo las primeras noticias.

Pero fue en julio que el juez de Melincué Leandro Martín anunció que los estudios realizados demostraban, sin lugar a dudas, que los restos investigados correspondían a Ives Marie Alain Domergue y su compañera Cristina Cialceta Marull.

Una historia de amor, militancia y muerte.

En una geografía misteriosa, mucho más ignota si el nombre resuena en las anchas avenidas de París.

Ahí donde Jean Domergue, el padre de Eric, Yves y siete hermanos más, recibió la noticia y empezó a serle familiar el nombre de Melincué.

MELINCUÉ

Está ubicada al sur de la provincia de Santa Fe.

A pocos kilómetros de Alcorta, donde nació la Federación Agraria cuando los arrendatarios dieron su sonoro grito en 1912. A 107 kilómetros de Rosario, a 106 de Pergamino y a 68 kilómetros de Venado Tuerto y a poquitos kilómetros de Firmat.

Tiene una célebre laguna con seis islas naturales.

En 1933 se construyó en una de ellas un hotel unido a la costa por un espigón de 1.400 metros.

En su mejor momento el pueblo llegó a contar con una población de 7.000 habitantes.

Pero la laguna desbordó y cubrió al hotel y la mayor parte del pueblo bajo dos metros de agua.

En el 2005, Melincué contaba con apenas 2.400 habitantes.

Pero en el 2006, una millonaria obra que incluyó un canal aliviador y una estación de bombeo devolvió la laguna a su cota histórica y empezó un lento retorno a su esplendor turístico.

Ahí los pibes de la escuela número 425 y la docente Juliana Cagrandi iniciaron en el año 2003 un trabajo de investigación recogiendo los relatos orales, leyendo el expediente.

Cuanto le comentaron a sus familiares empezaron a aparecer otras puntas: una de las estudiantes era nieta del comisario que encontró los cuerpos, otras tenían tías que militaban en la juventud peronista y le llevaban flores a las tumbas NN del cementerio.

El periodista Jorge Cadús quien vive en Alcorta tiene un trabajo minucioso sobre el tema donde se puede leer: -Desde las aulas, los pibes y pibas de Melincué reunieron información alrededor de la causa sobre el hallazgo de los cuerpos de la pareja de jóvenes asesinados en septiembre de 1976 y entregaron el informe a Estela de Carlotto en su paso por la ciudad de Firmat como representante de Abuelas de Plaza de Mayo.

Un ex empleado judicial Jorge Basuino, había preservado el expediente- que en rigor reunía parte de la historia oral de la localidad- a través del tiempo

Es interesante señalar lo que los alumnos escribieron explicando los motivos de su trabajo: -Reconociendo que somos parte de esta sociedad, y por lo tanto sólo tendremos una patria digna y justa si nos involucramos en sus problemas, es que decidimos hacer una pequeña colaboración con ustedes a través de la entrega de estos datos.

Como jóvenes, no queremos que vuelvan estas tragedias, Nunca Más, y así poder vivir en Democracia, donde se nos respete y nos protejan, para sentirnos orgullosos.

En el 2008, los antecedentes se presentaron ante la Secretaria de Derechos Humanos de Santa Fe.


LA HISTORIA

El 26 de septiembre de 1976 fueron encontrados dos cuerpos al costado de la ruta provincial número 177 a escasos cinco kilómetros de la localidad de Carreras, en un campo de propiedad de Agustín Buitrón.

Según el periodista Jorge Cadús: -En el expediente, tramitado en el Juzgado de Instrucción de Melincué, el hombre, de alrededor de 22 años -vestía un pantalón común, una polera marrón tipo banlon y un saco.

La mujer estaba semidesnuda.

Ambos tenían señales de haber sido torturados y quemados y cada uno de ellos tenía la marca hecha con una itaka cerca del ojo derecho.

Yves Domergue había nacido en París.

Era hijo de un matrimonio francés que se radicó en la Argentina durante quince años, entre 1959 y 1974.

Cuando sus padres y 7 hermanos regresaron a Francia, Yves y Eric decidieron que su patria era la Argentina.

Al momento de su desaparición militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y estudiaba Ingeniería en la UBA.

La actividad política lo hacía recorrer el país y en uno de sus viajes a Rosario conoció a Cristina Cialceta Marull, quien a diferencia de Yves era hija única de argentinos que estuvieron radicados en Méjico, por lo que a Cristina se la conocía como la mejicana, también militaba en el PRT y vivía con su madre en Rosario.

Yves y Cristina vivieron un apasionado romance donde el amor y la militancia se interrelacionaban.

Los encuentros de los hermanos eran furtivos en esos años de plomo, donde como dice Mario Benedetti: Si cada hora viene con su muerte / si el tiempo es una cueva de ladrones / los aires ya no son los buenos aires / la vida nada más que un blanco móvil.

Hasta que un día Yves faltó a la cita.

Eric lo buscó en los diversos lugares donde se habían encontrado hasta que decidió hacer la denuncia y partir al exilio.

El padre de Yves viajó a Buenos Aires y presidió la Asociación de Familiares y Amigos de Franceses desaparecidos con sede en París.

LA ARGENTINA DE LOS AÑOS DE PLOMO

El poder económico es brutal en nuestro país.

Capaz de instrumentar el terrorismo de estado para reemplazar el modelo de sustitución de importaciones por el de rentabilidad financiera.

Mientras intenta escribir la carta a su hermano asesinado, los ojos de Eric se detienen en la página 15 de Clarín del domingo 8 de agosto del 2010, el día que su hermano Yves hubiera cumplido 54 años.

El acostumbramiento al hecho excepcional de que se juzguen a los criminales de delitos de lesa humanidad no debería anestesiar la llama de la indignación y el repudio.

Con el tiempo lo excepcional deviene en rutinario y el horror pierde trascendencia.

Eric Domergue lee el informe de la periodista Marta Platía: -Nada es lo mismo cuando una testigo mujer aparece en la escena del juicio.

Luego de los reconocimientos de rigor, la mayoría de los represores piden al juez ejercer su derecho de pasar a una sala contigua y observar por un circuito cerrado de televisión.

Y tienen porqué.

A diferencia de los hombres, las ex detenidas les enrostran dolores y delitos.

Como hizo la líder docente Soledad García ante el mismísimo Jorge Rafael Videla: -Los desaparecidos no eran una entelequia- como él declaró en 1977- tenían vida y ustedes se la quitaron.

O Stella Grafeuille (cuando cayó presa tenía sólo 17 años) quien en la audiencia del miércoles (4/8/2010) se paró frente al represor Enrique

Mones Ruiz, y le obligó: -¡Míreme por favor! cuando el reo se empeñaba en mantener la cabeza baja y la cara semioculta.

No debe ser fácil enfrentarlas, ni aún quienes parecen convencidos y no expresan - o demuestran- arrepentimiento.

(sigue en la edición de mañana)

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