ARGENTINA / El estrepitoso fin de una vaca sagrada del universo policial / Escribe: Ricardo Ragendorfer






El ex comisario Carlos Sablich acaba de ser condenado –junto al ex comisario Carlos Jacinto Gutiérrez– a 16 años de cárcel por la privación de la libertad y las torturas al sargento retirado de esa fuerza, Juan Carlos Bayarri, durante la pesquisa por el secuestro de Mauricio Macri.

Lo cierto es que la noticia pasó casi desapercibida, a pesar del renombre de Sablich, una vaca sagrada del universo policíaco que llegó a jefe de Delitos Complejos de la Federal. Se trata, en consecuencia, del primer uniformado de semejante jerarquía en ser declarado culpable por graves delitos cometidos en la era democrática. Pero, además, su caso fue portador de otras singularidades: demostró la influencia metodológica de la última dictadura en las fuerzas de seguridad bajo el Estado de Derecho, puso al descubierto sus vínculos con el crimen organizado y, a la vez, desnudó ciertas operaciones de espionaje en el corazón de la política, con una estructura montada con recursos no estatales.


NOTICIAS DE UN SECUESTRO. El 23 de noviembre de 1991, Macri fue llevado a una casa sobre la Avenida Garay al 2800, de Parque Patricios, para reconocer el sitio en el que dos meses antes había transcurrido su secuestro. Y al llegar a un oscuro sótano, rompió en llanto. Su sollozo entrecortado y agudo era casi infantil. En ese instante, un oficial lo estrechó entre sus brazos con fingida ternura. Se trataba de un tipo alto, con bigote tupido y mirada fría. Su gesto bastó para que el joven heredero recuperara la compostura. Es posible que, entonces, el policía no haya llegado a imaginar hasta qué punto aquellas palmaditas incidirían con el tiempo en su propio destino. No era otro que el comisario Jorge "Fino" Palacios.

Era conocido porque tuvo a su cargo la flamante División Antisecuestros. Tanto es así, que su figura no tardó en convertirse en un símbolo de la lucha contra el delito.

En ese instante, Bayarri y su padre –ya fallecido– eran interrogados en el mismo lugar donde había funcionado el centro clandestino de detención El Olimpo. Las preguntas de los investigadores incluían el uso de la picana y el ejercicio del submarino seco, además de golpes, puntapiés y agujas clavadas bajo las uñas. En esas condiciones, el sospechoso "admitió" su participación en el secuestro de Macri y en otros hechos similares, junto a la llamada "Banda de los Comisarios", encabezada por el subcomisario retirado José Ahmed. Y reconocería una voz entre las de sus torturadores. Es posible que, entonces, su dueño no haya llegado a imaginar hasta qué punto aquel trámite investigativo incidiría con el tiempo en su propio destino. No era otro que Sablich.

Desde entonces hasta 2004, su carrera policial fue meteórica. De dirigir el grupo que resolvió ese caso, accedió a la jefatura de Defraudaciones y Estafas para, ya en el nuevo siglo, ser puesto al frente de la poderosísima Dirección de Delitos Complejos, uno de los nervios de la Policía Federal. Desde ese ámbito, también tuvo a su cargo la flamante División Antisecuestros. Tanto es así, que su figura no tardó en convertirse en un símbolo de la lucha contra el delito. Y el público supo de él por su frecuencia en prestarse a la requisitoria periodística; en especial, durante la oleada de secuestros extorsivos que asoló por aquellos años al país.

Sin embargo, en ese marco operativo declinaría su estrella, al comprobarse una estrecha relación entre el comisario Juan José Schettino (su mano derecha) y él con Jorge Sagorsky, el hombre que proveía autos robados a la banda que secuestró y asesinó a Axel Blumberg en marzo de 2004. Por ello, Sablich pidió con urgencia su pase a retiro, para así eludir una deshonrosa exoneración.

Sagorsky, por cierto, también fue la tumba de la carrera de Palacios en la Federal. De hecho, el detonante fue la difusión de una charla telefónica entre ambos, donde el comisario se interesaba por el precio de una camioneta mal habida para ir a pescar a Corrientes. El nexo del negocio fue nada menos que el ex comisario Carlos Gallone, actualmente condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.

En rigor, Palacios y Sablich habían sido subordinados suyos en la temible Superintendencia de Seguridad Federal, el brazo represivo de la Federal en los años de plomo, ya que ambos prestaron servicios en el GT 2 (Grupo de Tareas 2), que operaba bajo la órbita del Batallón 601.

En 2007, estando Sablich ya detenido por la causa Bayarri, Macri saldría en su defensa durante una entrevista televisiva con las siguientes palabras: "Lo llaman apremios ilegales. ¿Apremios ilegales de qué? ¿Y ellos con nosotros? Y, bueno, salen los de Derechos Humanos y pasa todo lo que ya sabemos."

Recién en junio de ese año, la sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal resolvió excarcelarlo. Desde entonces, se volcaría a la actividad privada, donde también dejó las marcas de su estilo.

UN PACMAN EN EL SAVOY. El 25 de septiembre de 2009, cuando en el Parlamento se debatía la Ley de Servicios Audiovisuales, el senador radical Ernesto Sanz, permanecía en el lobby del Hotel Savoy, de la avenida Callao al 100. No imaginara que sus dichos eran prolijamente grabados.

Un equipo de espías instalado en el cuarto piso se dedicaba a ello, además de monitorear las comunicaciones de otros políticos oficialistas y opositores, funcionarios del Poder Ejecutivo y periodistas. Allí funciona una unidad de Inteligencia dirigida por el ex jefe de la SIDE duhaldista, Miguel Ángel Toma, quien por esa época trabaja alternativamente para el Ministerio de Seguridad porteño, el peronismo disidente y el Grupo Clarín.

Días antes, sus directivos Jorge Rendo y Pablo Casey alquilaron cinco habitaciones en el quinto piso del Savoy. Desfilarían por allí diputados, senadores, dirigentes opositores y empresarios de medios; entre ellos Francisco de Narváez, el ex presidente Eduardo Duhalde, Alberto Atanasof y Luis Barrionuevo. Paralelamente, se montó en el piso inferior el nido de espías. Designado por Toma, su responsable operativo no era otro que Sablich.

Junto con Schettino y el comisario Miguel Ángel Colombo –quien terminó integrado en la cúpula de la Metropolitana–, Sablich se habíavolcado al quehacer empresarial. En sociedad con Schettino constituyó la Consultora Sasche SRL, dedicada al asesoramiento integral en materia de seguridad. Y en 2006, junto con su esposa, Norma Beatriz Palmer, fundó la consultora Wolf Seguridad SRL, también dedicada a los mismos menesteres. Uno de sus socios era justamente Colombo. Al año, comenzaría sus actividades la tercera consultora de Sablich, bautizada Palmer SRL. Precisamente allí, en agosto de ese año, fue reclutado por Toma. Y con la siguiente misión: por un lado, limpiar el piso reservado por los gerentes de Clarín de cualquier posibilidad de espionaje sobre ellos; por otro, armar el búnker de Inteligencia para espiar a los actores de la puja por la Ley de Servicios Audiovisuales.

Dos años después, luego de que el caso por las torturas llegara a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el expediente fue elevado a juicio oral.

En ese entonces, también obtuvo permiso por parte del Tribunal Oral Nº 19 para irse de vacaciones con su esposa a Europa. Ahora, debidamente recluido en el penal de Marcos Paz, se le acabó el turismo.

El dato

Grupo de Tareas. Sablich prestó servicios en la Superintendencia de Seguridad Federal, el brazo represivo de la policía.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 1 de junio de 2014)

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