INTERNACIONAL / Aplanadora para el legado de Pinochet / Escribe: Christian Palma






“Nosotros no vamos a pasar una aplanadora, vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura. El lucro, la selección, la discriminación y la mala calidad. Esas son las características de un modelo educacional que tenemos hoy día y, por lo tanto, estos anuncios que ha planteado la presidenta Michelle Bachelet van en la línea absolutamente contraria.” La sentencia la pronunció la semana pasada Jaime Quintana, senador, presidente del Partido por la Democracia (PPD) y vocero de la Nueva Mayoría, el conglomerado político que da sustento al gobierno de la doctora socialista. Y no lo hizo en cualquier parte: sus dardos los lanzó en el diario El Mercurio, la publicación más elitista y cargada a la derecha en Chile, al responder respecto de las críticas de la oposición por la eliminación de diversos proyectos de ley –sobre todo en educación– heredados de la administración del multimillonario empresario Sebastián Piñera.

Como era de esperar, la opinión de Quintana originó un terremoto de proporciones en la pacata política chilena y, cuyas réplicas se siguen sintiendo. Si bien en privado muchos miembros de la Nueva Mayoría –que puso en la línea bacheletista a sectores tan opuestos como el Partido Comunista y la Democracia Cristiana– celebraron la declaración del senador, en público el rechazo a su arenga fue transversal, aunque con matices.

Por ejemplo, la diputada comunista y ex dirigente estudiantil Camila Vallejo respaldó la decisión del Ejecutivo de retirar del Congreso los proyectos de financiamiento de la educación superior, superintendencia y la Agencia Nacional de Acreditación, del gobierno anterior, “porque iban en una dirección contraria al sentido profundo de lo que se plantea en el programa de la Nueva Mayoría”.


“Esto no se trata de pasar la aplanadora ideológica o política, como lo han querido plantear desde la Alianza, sino de cumplir el mandato de una mayoría que no es sólo política, sino también social, que se ha expresado con contundencia frente a la necesidad de impulsar los cambios que hoy están planteados en el programa de este gobierno”, dijo la ex presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.

Sin embargo, fue la propia Bachelet la que salió al cruce de las declaraciones del senador PPD al afirmar que “acá estamos hablando de proyectos y reformas que no merecen caricaturas”. Sin embargo, no dejó caer a Quintana al precipicio. “Lo que está diciendo es que vamos a cumplir con nuestro compromiso de campaña, donde en el fondo está el cambiar el paradigma de la educación, que de ser un bien de consumo tiene que ser considerado un derecho social, porque finalmente es lo que la mayoría de los chilenos estuvieron diciendo al elegirme a mí como presidenta.”

Pero el principal reclamo vino desde la derecha que quedó muy debilitada después de la estrepitosa derrota electoral que no sólo puso nuevamente a Bachelet en el poder sino que disminuyó ostensiblemente su participación en el Congreso. A este panorama debe agregarse una fuga de personalidades de Renovación Nacional –el partido de Piñera–, la ausencia de una voz opositora potente, el llamado a revisar las bases fundacionales de los conglomerados de derecha en lo que respecta a la dictadura de Pinochet y un escenario regional crítico con solo dos gobiernos y nulas posibilidades de que un nuevo país se sume a esta corriente en las cuatro elecciones que habrá este año.

Según el diario La Tercera, hace varios días que en el despacho de Bachelet espera una solicitud de audiencia de la directiva de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido de extrema derecha, que encabeza Patricio Melero. Aún no hay respuesta. La situación ha sido interpretada –según dirigentes de la Alianza– como poco interés de La Moneda para entablar conversaciones, sensación que se acrecentó con la arremetida de Quintana y la suspensión de los proyectos de Piñera.

Si bien la UDI y RN cerraron filas ante estos hechos, todavía no existe un diseño de rearme ni un diagnóstico común para enfrentar al gobierno de Bachelet. En ambos partidos, junto con la búsqueda de las responsabilidades de la derrota, se inició un proceso de renovación de sus respectivas directivas que tendrá resultados recién en mayo.

“Para nosotros la lucha ahora es ideológica”, afirmó el presidente de la UDI, Patricio Melero. El mismo diario La Tercera agrega que hace varias semanas comenzó a dibujarse un sombrío escenario sobre el futuro inmediato de la oposición y se llegó a la convicción de que debe comenzar un proceso de “atrincheramiento” de la Alianza y sus fuerzas más afines en el Congreso, en el que aseguran la unidad del sector será clave para su sobrevivencia.

“Siempre hemos dicho que tenemos que ser unidos. Esa es la receta clásica del centroderecha, pero no tenemos que apurar los procesos”, acotan en RN. En palabras simples, esto significa que al no poder controlar la agenda política, en la Alianza ya se definió que el Parlamento será el lugar en el que desplegarán sus fuerzas. Y más que evitar la aprobación de algunas iniciativas, la clave de la derecha apuntará a contrastar sus posturas frente a las de la Nueva Mayoría.

El orden en las filas, considerado el principal motor de rearme de la Alianza, tiene, sin embargo, una amenaza latente en la inquietud por la aparición de parlamentarios díscolos.

Tanto en la UDI como en RN se señala que ese talón de Aquiles está identificado en las filas opositoras: los integrantes de la nueva fuerza que se está articulando llamada Amplitud y los senadores Andrés Allamand y Manuel José Ossandón, quienes no han escondido sus ganas de candidatearse a La Moneda en 2017, las mismas ganas que tiene Sebastián Piñera, quien ya agendó una serie de viajes y reuniones dentro y fuera de Chile para ir pavimentando su regreso. Tarea difícil, por cierto, tan compleja como detener una retroexcavadora en marcha.

(Diario Página 12, domingo 30 de marzo de 2014)

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