HISTORIA / Camilo Cienfuegos Gorriarán (1932-1959) -segunda parte- / Nota






(viene de la edición de ayer)

En una entrevista realizada pocas semanas después del triunfo del Primero de Enero, Camilo ofreció una síntesis que expresa lo radical y pleno de su pensamiento político y revolucionario: -El proceso revolucionario actual, donde el alma, el corazón y el coraje de nuestra generación se ha entregado a la causa de la libertad, no es más que la continuación de la gesta libertaria, iniciada en el 68, continuada en el 95 y frustrada durante la República. Los ideales de liberación, de justicia social, política y económica por las cuales murió nuestro Apóstol, son las razones de nuestra lucha.

Frente a los intentos de confundir y dividir a los revolucionarios y al pueblo, su incesante prédica por la unidad.


En Sagua la Grande, ante la tumba de los caídos el 9 de Abril, fue este su ardiente llamamiento: - pedimos que en silencio, como hacen los hombres y mujeres de honor, juremos en silencio que nada ni nadie nos dividirá, que nada ni nadie detendrá la Revolución y que todos preferiremos mil veces caer muertos antes que rendirnos al enemigo o antes que la Revolución se detenga. ¡Yo juro, aquí, que el pensamiento de esos revolucionarios no será traicionado!

En el corazón combatiente de Camilo latía con fuerza extraordinaria la causa de los obreros y los campesinos explotados. Es conocida cuánta atención dedicó durante la lucha insurreccional a la organización democrática y combativa de unos y de otros. ¿Quién no recuerda su confianza, su devoción y su vinculación a las masas en los meses posteriores al triunfo popular?

En toda su actividad se revelaba una profunda comprensión acerca de la necesidad de la alianza entre los obreros y los campesinos, unida a su convicción de que eran las clases trabajadoras y explotadas las llamadas a llevar adelante, conscientemente, el proceso revolucionario.

De ello dio ejemplo en sus relaciones con los que estuvieron a su lado durante la guerra. Es ampliamente conocida, asimismo, la labor persuasiva y la altura revolucionaria con que trabajó a su llegada al Norte de Las Villas, por lograr la unidad entre todos los combatientes en la zona.

En la lucha por la unidad, Camilo sabía actuar con tacto, aunque con energía, haciendo prevalecer las consideraciones de principio por encima de cualquier tipo de estrechez mental o de limitación ideológica. La política de amplia unidad en la lucha contra la tiranía y posteriormente, trazada por Fidel, tuvo en ese sencillo héroe uno de sus artífices más inteligentes, diestros y firmes.

Hay una foto, ya histórica, que se ha convertido con justicia en símbolo del triunfo de nuestra Revolución.

Fue tomada el 8 de enero de 1959, al cabo de seis años de la dura lucha que se inició en el Moncada, se continuó en la cárcel, en el exilio, en la expedición libertadora del Granma y, la invasión rebelde, finalmente, culminó tras 25 meses de heroica guerra revolucionaria en las montañas, campos y ciudades: Fidel entra victorioso en La Habana; el pueblo lo aclama con desbordada manifestación de júbilo, a su lado, ametralladora en mano, montando guardia junto al jefe de la Revolución, como en los primeros y azarosos días de la Sierra Maestra, va Camilo.

Pudiera decirse que esta foto es también como un símbolo del cariño entrañable, la devoción fraterna y la lealtad infinita de Camilo hacia Fidel, que nuestro Comandante en Jefe reciprocaba a su vez con el afecto y la confianza más absolutos.

Esos sentimientos de completa identidad de criterios y de hermandad revolucionaria entre Fidel y los principales luchadores de nuestra Revolución —como ocurre de manera singular en el caso de Camilo—, van mucho más allá de una simple y hermosa expresión de afinidad y compañerismo, para convertirse en un hecho de extraordinaria importancia política e ideológica.

Ellos son exponentes de la unidad indestructible del núcleo dirigente de la Revolución cubana, cimentada en la comunidad de ideales y en el acatamiento de la jefatura y la guía esclarecida de Fidel.


El decia: -Camilo era un devoto de la lealtad que la usaba en dos grandes líneas con el mismo resultado; tan devoto de la lealtad personal hacia Fidel que encarnaba como nadie, y era devoto de la voluntad del pueblo; pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban unidas las devociones de Camilo.

¿Cuál es, podríamos preguntarnos ahora, el rasgo principal del pensamiento político y revolucionario de Camilo Cienfuegos?

En primer lugar, su conciencia acerca del sentido profundo de la Revolución.

Para él, esta no podría detenerse en la simple satisfacción de las demandas más perentorias del pueblo; por el contrario, debía ir hacia la transformación radical de la situación económica y social que había servido de sustento a la corrupción y la politiquería imperantes, y había permitido, finalmente, la aparición de la sangrienta tiranía de Batista.

En fin, Camilo comprendía que en esa tarea creadora y definitiva, la Revolución tendría al imperialismo norteamericano como su enemigo inexorable.

En Camagüey, el 21 de octubre de 1959, dijo:

-Esa Revolución irá hasta sus límites finales.

Esa Revolución irá hacia la meta trazada, esa Revolución, como en los días de la guerra, tiene solo dos caminos: `vencer o morir' (...) esta Revolución es justa y que se hace no para privilegios de unos cuantos, no para amparar intereses, no para defender a los latifundistas, a los hacendados que por siempre escarnecieron, que por siempre abusaron, que por siempre atropellaron al pueblo de Cuba...

Cuando el pueblo se concentró frente al Palacio Presidencial, el 26 de octubre de 1959, Camilo fue el intérprete de este sentimiento: - no importan las traiciones arteras y cobardes que puedan hacer a este pueblo y a esta Revolución, que no importa que vengan aviones mercenarios tripulados por criminales de guerra y amparados por intereses poderosos del gobierno norteamericano, porque aquí hay un pueblo que no se deja confundir por los traidores, hay un pueblo que no le teme a la aviación mercenaria...

¿Qué era Camilo?, nos preguntamos hoy. Y respondemos sin vacilación: Camilo era un revolucionario de cuerpo entero, modelo insuperable de combatiente y de vanguardia; hombre de pensamiento radical y antiimperialista; revolucionario surgido del pueblo en el que latía y se desarrollaba aceleradamente un comunista cabal, de sentimientos y de corazón.

WILLIAM GÁLVEZ RODRÍGUEZ

LA GUERRA DE GUERRILLAS

Dedicado a Camilo
Por El Che Guevara

Este trabajo pretende colocarse bajo la advocación de Camilo Cienfuegos, quien debía leerlo y corregirlo pero cuyo destino le ha impedido esa tarea.

Todas estas líneas y las que siguen pueden considerarse como un homenaje del Ejército Rebelde a su gran Capitán, al más grande jefe de guerrillas que dio esta revolución, al revolucionario sin tacha y al amigo fraterno.

Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa.

Creo que él hubiera aprobado este manual donde se sintetizan nuestras experiencias guerrilleras, porque son el producto de la vida misma, pero él le dio a la armazón de letras aquí expuesta la vitalidad esencial de su temperamento, de su inteligencia y de su audacia, que sólo se logran en tan exacta medida en ciertos personajes de la Historia.

Pero no hay que ver a Camilo como un héroe aislado realizando hazañas maravillosas al solo impulso de su genio, sino como una parte misma del pueblo que lo formó, como forma sus héroes, sus mártires o sus conductores en la selección inmensa de la lucha, con la rigidez de las condiciones bajo las cuales se efectuó.

No sé si Camilo conocía la máxima de Dantón sobre los movimientos revolucionarios, «audacia, audacia y más audacia»; de todas maneras, la practicó con su acción, dándole además el condimento de las otras condiciones necesarias al guerrillero: el análisis preciso y rápido de la situación y la meditación anticipada sobre los problemas a resolver en el futuro.

Aunque estas líneas, que sirven de homenaje personal y de todo un pueblo a nuestro héroe, no tienen el objeto de hacer su biografía o de relatar sus anécdotas, Camilo era hombre de ellas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad.

Es que unía a su desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía: el distintivo precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción.

Ya lo dijo Fidel: no tenía la cultura de los libros, tenía la inteligencia natural del pueblo, que lo había elegido entre miles para ponerlo en el lugar privilegiado a donde llegó, con golpes de audacia, con tesón, con inteligencia y devoción sin pares.

Camilo practicaba la lealtad como una religión; era devoto de ella; tanto de la lealtad personal hacia Fidel, que encarna como nadie la voluntad del pueblo, como la de ese mismo pueblo; pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban las devociones del guerrillero invicto.


¿Quién lo mató?

Podríamos mejor preguntarnos: ¿quién liquidó su ser físico? porque la vida de los hombres como él tiene su más allá en el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene.

Lo mató el enemigo, lo mató porque quería su muerte, lo mató porque no hay aviones seguros, porque los pilotos no pueden adquirir toda la experiencia necesaria, porque, sobrecargado de trabajo, quería estar en pocas horas en La Habana... y lo mató su carácter.

Camilo, no medía el peligro, lo utilizaba como una diversión, jugaba con él, lo toreaba, lo atraía y lo manejaba; en su mentalidad de guerrillero no podía una nube detener o torcer una línea trazada.

Fue allí, cuando todo un pueblo lo conocía, lo admiraba y lo quería; pudo haber sido antes y su historia sería la simple de un capitán guerrillero.

Habrá muchos Camilos, dijo Fidel; y hubo Camilos, puedo agregar, Camilos que acabaron su vida antes de completar el ciclo magnífico que él ha cerrado para entrar en la Historia, Camilo y los otros Camilos (los que no llegaron y los que vendrán), son el índice de las fuerzas del pueblo, son la expresión más alta de lo que puede llegar a dar una nación, en pie de guerra para la defensa de sus ideales más puros y con la fe puesta en la consecución de sus metas más nobles.

No vamos a encasillarlo, para aprisionarlo en moldes, es decir matarlo.

Dejémoslo así, en líneas generales, sin ponerle ribetes precisos a su ideología socio-económica que no estaba perfectamente definida; recalquemos sí, que no ha habido en esta guerra de liberación un soldado comparable a Camilo.

Revolucionario cabal, hombre del pueblo, artífice de esta revolución que hizo la nación cubana para sí, no podía pasar por su cabeza la más leve sombra del cansancio o de la decepción.

Camilo, el guerrillero, es objeto permanente de evocación cotidiana, es el que hizo esto o aquello, «una cosa de Camilo», el que puso su señal precisa e indeleble a la Revolución cubana, el que está presente en los otros que no llegaron y en aquellos que están por venir.

En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del pueblo.

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