ARGENTINA / Qué quedará después de los cortes de luz / Escribe: Martín Granovsky






Muertos por incendio. Muertos por intoxicación de gasoil. Cortes por los cortes. Qué pasó hace 15 años y qué no pasa ahora. Estampas de un diciembre difícil.

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Cadenas. El jueves 26 a la mañana, según despachos de la agencia estatal Télam y de la privada DyN, seis personas murieron por un incendio en su casa de la calle 527 entre 120 y 121, Tolosa, La Plata. El fuego habría comenzado a la una y media de la madrugada. Fallecieron una bebita de un año y medio y cinco personas mayores de 18. Según reflejó el diario El Día de La Plata, una persona de nombre Silvia contó: “Nos vinieron a avisar que se estaba prendiendo el fuego el fondo, y cuando llegamos no pudimos hacer nada. La puerta estaba cerrada con un candado y una cadena gruesa”. Silvia es la madre de uno de los muertos. Pese al dolor mantuvo una prudencia descomunal. No dijo saber lo que hasta ahora nadie sabe pero cualquiera está en condiciones de intuir: que quizás el candado y la cadena funcionaron como una trampa. De todos modos, hay derecho a suponer, también, que el problema no estuvo ni en el candado ni en la cadena. Eso le quitaría el condimento del miedo al robo pero no la gratuidad de la tragedia. En esta época del año no hay estufas que emitan anhídrido carbónico, de modo que una intoxicación de ese tipo en principio podría descartarse. Pero una casa que no se puede abrir ante el peligro o una garrafa que pierde, siempre suponen la existencia de precariedad.


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Dos balazos. Directorio y Quirno es una esquina de Flores. Clase media típica. Cansado de los cortes de luz, Angel Duarte, remisero de oficio, participó de un corte de tránsito. Un piquete improvisado por gente sin experiencia en cortes. Un conductor quiso traspasar el piquete. La escena es habitual y normalmente termina con el conductor irritado tomando otro camino. Esta vez no. El miércoles 24 a la madrugada, Duarte fue baleado dos veces por el conductor. Herido, lo llevaron al Hospital Piñero, de la calle Varela, en Flores Sur, que cuenta con una de las guardias más aguerridas de la ciudad. Lo operaron. Durante el mismo 24 murió. El que disparó, Nicolás Encinas, resultó ser un suboficial de la Policía Federal. Lo más llamativo es que revistaba en la Sección Tránsito. En el momento huyó con su auto, un Renault Clio, y después se presentó en una comisaría. Quedó detenido y luego fue pasado a disponibilidad a la espera de la investigación judicial. ¿Por qué Encinas llevaba su arma fuera de servicio? ¿Hasta cuándo seguirán la obligación o el permiso para portar armas a los policías cuando no están en su horario de trabajo? En términos reglamentarios, ¿por qué la usó? Teniendo en cuenta la práctica normal, ¿qué orden de hecho había mamado sobre el uso de armas? Si se prueba el homicidio, el policía se habrá convertido en un asesino. Nada autoriza el uso de un arma en un corte de tránsito ni siquiera en una situación extremadamente molesta para el que quiere circular. Pero si se trata de un policía el caso es aún más grave. Y todo es peor si se considera que ningún artículo del Código Penal le devolverá la vida a Duarte. Con un dato que, en este caso, añade un costado todavía más dramático, más tonto, más gratuito: la luz volvió pocos minutos después de los balazos.

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Protesta ya. Los cortes de calles por los cortes de luz parecieron tener una lógica similar en las últimas dos semanas. Son los propios ciudadanos enojados los que de inmediato cortan la zona a oscuras, su barrio, su manzana, la puerta de su casa. No tienen experiencia ni de haber cortado calles en 2001 ni de saber cómo se utilizan cubiertas o cacharros sueltos de combustible para hacer fuego en una esquina. Es frecuente ver a gente que se acerca al fuego propio a dejar un escobillón viejo o un pedazo de trapo con el temor de quien cree que algo puede estallar y desprender una esquirla. Las ocupaciones del territorio propio por los cortes no tuvieron el tono de autodefensa al estilo de las que fueron provocadas o por los saqueos o por las versiones de saqueos. El objetivo era la protesta inmediata, no la autoprotección. Pero, al mismo tiempo, hubo escasísimos ejemplos de canalización política de las quejas. Las empresas de distribución no sólo registraron pocos reclamos más allá de los enviados por sms. La sede de Edesur en Lanús, con vecinos enojados quemando la puerta de la empresa, fue un caso fuera de lo común. Ni siquiera órganos del Estado a nivel nacional, provincial o municipal fueron objeto de la canalización directa y específica de protestas. “A esta altura, el acceso a la energía es un derecho”, sostiene Víctor Bronstein, director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad.


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Los doce muertos de Jujuy. El derecho a la energía a veces es violado de manera permanente. Caspalá es un pueblo jujeño de 200 habitantes, entre ellos un policía, ubicado 140 kilómetros al este de Humahuaca. El 13 de diciembre la policía de Humahuaca encontró muertos, por información del policía de Caspalá, a 12 miembros de una familia en una casa de “Antiguo Callejón”. Cuatro de los 12 tenían entre cuatro y diez años. Según dijo la policía, la hipótesis de la muerte apunta a la inhalación de monóxido de carbono. No es un caso de corte transitorio de corriente. En la zona directamente no hay energía eléctrica y al parecer la familia usaba un grupo electrógeno de gasoil. La combustión defectuosa del gasoil pudo haber intoxicado a los 12. Los mató.

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Los Rouille. En su departamento de Villa Ortúzar una familia había comprado un grupo electrógeno para paliar el efecto de los cortes. El 17 de diciembre una mujer llegó a desmayarse pero logró salir del desvanecimiento y llamar al 911 desde el teléfono en su casa de Charlone al 1700. Cuando la policía llegó, la mujer alcanzó a contar que su hija María Sol Rouille, de 24 años, se había sentido mal la noche anterior. Con convulsiones. María Sol murió igual que su padre, Oscar Rouille, de 62. La causa pudo ser la ventilación escasa del grupo electrógeno ubicado entre la cocina y el lavadero.

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Acción de clase contra Edesur. En los últimos 15 años tanto la falta de acceso como la destrucción de electrodomésticos por voltajes fuera de lo normal al regreso del servicio eléctrico produjeron juicios colectivos. Hoy, en cambio, al menos por el momento, no aparecen fenómenos como la presentación de la entonces defensora del Pueblo Alicia Oliveira, que en julio de 1999 logró del juez Francisco de Asís Soto la aceptación de un juicio sumarísimo contra Edesur y la admisión de una “acción de clase”. Como Edesur trataba de dilatar un fallo aportando demasiados datos, la resolución del juez dijo textualmente: “Desestímase por superflua la prueba confesional, testimonial, informativa, inspección ocular y periciales ofrecidas”. Oliveira explicó en aquel momento a Página/12 que eligió la variante del juicio sumarísimo porque era “lo más parecido a una acción de clase”. La defensora del pueblo hablaba desde la experiencia del derecho sajón. “La acción de clase se interpone cuando un problema afecta a un grupo de personas, en este caso los usuarios”, dijo Oliveira. “Así como en la reconstrucción del pasado apelamos al derecho a la verdad, que también viene del derecho anglosajón, en temas de consumo no podemos quedarnos con una visión napoleónica de la verdad jurídica. El escrito que presentó la Defensoría con el patrocinio del doctor Eduardo Monti dice que la presentación de Edesur parece no demostrar el paso del tiempo. Tal vez hubiera tenido vigencia en el siglo pasado, o en el mejor de los casos hace por lo menos 30 años, pero ahora no tiene sentido.” El juicio sumarísimo buscaba evitar que los juicios civiles tardaran años.


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No aparecen teorías sobre el comportamiento social frente a los cortes. Tal vez no sea malo. A veces conviene hacer preguntas más que apresurarse con las respuestas. ¿No hubo miles y miles de manifestantes como muestra de paciencia? ¿Por confianza en que el Estado al final arreglará el entuerto energético? ¿O es al revés? Los que salieron a la calle o cortaron avenidas, gente de una extraordinaria diversidad social, ¿se sienten tan lejos del Estado a tal punto que ya no esperan nada de él? ¿La mayoría apoya a un Gobierno que actúa cuando las papas queman o le critica que actúa recién cuando la situación arde? ¿Tiene un efecto político determinado el malestar por los cortes de luz? ¿O el efecto es que actúa una máquina de la verdad que descorre velos y deja traslucir el estado de cosas? Más allá de normas mínimas de solidaridad –quien tiene aire no debería dejarlo prendido cuando no está en casa– lo cierto es que las sociedades dan saltos en sus conquistas y se acostumbran a ellas. Suena casi fetichista culpar al consumo de aparatos de aire acondicionado mientras la mayoría de los avisos publicitan splits en cuotas y el discurso económico elogia las virtudes de la demanda interna. Puede ser que todo pase, como una simple ola de calor. Y también puede ser que se produzcan fenómenos como el de Brasil en junio, cuando una reivindicación como el boleto libre de colectivo reactualizó demandas de mejor infraestructura en salud, educación y transporte público. El gobierno de Dilma Rousseff se sacudió tanto que el Partido de los Trabajadores llamó también a las calles y la Central Unica de Trabajadores salió en manifestación por las grandes ciudades. Sólo una reacción política relativamente veloz logró que la caída en intención de voto e índices de popularidad de Dilma bajara en sólo un mes de 57 por ciento a 31, y luego volviera a subir, hasta bordear casi el buscado 50 por ciento en las últimas semanas. Sin embargo, ninguna experiencia se puede trasladar de manera mecánica. En política nunca se sabe, porque los guisos no tienen siempre el mismo sabor.

(Diario Página 12, domingo 29 de diciembre de 2013)

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