CANCION / Balada para un loco / Escribe: Horacio Ferrer






Accede al gran público, con lenguaje personal y novísimo en la poesía del Romancero canyengue – Versos lunfas y grotescos -, libro que prologa Cátulo Castillo y apadrina Mario Benedetti desde el diario La Mañana (e incluye La última grela, su primera letra para tango), con la prosa de los cuentos de Fray Milonga y el El tango del alba, romance popular en verso para teatro con música suya.

En 1967 el admirado Astor Piazzolla, su amigo desde 1955, lo invita a radicarse definitivamente en Buenos Aires y a escribir juntos una obra de teatro musical que resultará ser la innovadora operita en dos partes María de Buenos Aires, éxito mundial desde entonces hasta hoy en salas de ciento cuarenta ciudades de treinta paises en los cinco continentes.

En 1968, por dos décadas, comienzan la serie de tangos revolucionarios que inician Balada para un loco y Chiquilín de Bachín, pasando por Balada para mi muerte, Balada para él, La bicicleta blanca, Milonga del trovador, El gordo triste, Los paraguas de Buenos Aires, Vamos Nina, Fábula para Gardel, Bocha, Mi loco bandoneón, La última grela, Será que estoy llorando, Preludio para el año 3001, Milonga en ay menor, hasta Libertango, Soledad y Oblivion, entre 35 obras, cambiando toda la estética, el idioma y los temas del Tango con suceso resonante, también de sus intérpretes Amelita Baltar, Edmonda Aldini, Mina, José Angel Trelles, Raul Lavié, Milva, Jairo, Susana Rinaldi, Hernán Salinas, Gustavo Nocetti, Guillermo Fernández y Ana Karina Rossi, entre otros.


Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste? Salís de tu casa, por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en vos. . . Cuando, de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo. Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizón en el viaje a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano. ¡Te reís!... Pero sólo vos me ves: porque los maniquíes me guiñan; los semáforos me dan tres luces celestes, y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares. ¡Vení!, que así, medio bailando y medio volando, me saco el melón para saludarte, te regalo una banderita, y te digo...

(Cantado)

Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor... ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!

Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao...
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión;
y a vos te vi tan triste... ¡Vení! ¡Volá! ¡Sentí!...
el loco berretín que tengo para vos:

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón
a desvelarte el corazón.

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré,
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad...
¡Ya vas a ver!

(Recitado)

Salgamos a volar, querida mía;
subite a mi ilusión super-sport,
y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!

De Vieytes nos aplauden: "¡Viva! ¡Viva!",
los locos que inventaron el Amor;
y un ángel y un soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.

Nos sale a saludar la gente linda...
Y loco, pero tuyo, ¡qué sé yo!:
provoco campanarios con la risa,
y al fin, te miro, y canto a media voz:

(Cantado)

Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Trepate a esta ternura de locos que hay en mí,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡Volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!

Quereme así, piantao, piantao, piantao...
Abrite los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir...
¡Vení, volá, vení! ¡Trai-lai-la-larará!

(Gritado)

¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Loca ella y loco yo...
¡Locos! ¡Locos! ¡Locos!
¡Loca ella y loco yo!

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