HISTORIA / Un militante de toda la vida / Escribe: Alfredo Silleta






Murió un tipo excepcional, parte de esa generación de pensadores e intelectuales de los años sesenta que se comprometieron con su tiempo, militaron, reescribieron la historia del país sin ser historiadores.

Lo conocí a Eduardo en 1985. Hacia poco que había vuelto de su exilio y había decidido abrir una editorial de libros. Allí publiqué “Las sectas invaden la Argentina” y “Multinacionales de la Fe”.


Era un tipo genial, daba gusto escucharlo sobre momentos claves de la historia. Recuerdo que por el 2000 decidí comenzar a escribir la historia completa del peronismo y charlamos varias veces sobre momentos claves de los sesenta y setenta. El no contaba la historia, fue parte de la historia.

Escribió libros fundamentales junto a su hermano del alma, Rodolfo Ortega Peña: “Felipe Varela, caudillo americano”, “Facundo y la montonera”, “El asesinato de Dorrego y San Martín”, “Rosas y el nacionalismo histórico”, entre otros.

Junto a Ortega Peña defendió a muchísimos presos políticos, participó del Peronismo de base y estuvo al lado de su amigo cuando fue asesinado por la Triple A. Durante esos años dirigió la revista Militancia Peronista para la liberación.


En 1976 se exilió, y desde España organizó la Comisión Argentina de Derechos Humanos para denunciar el genocidio de la dictadura.

Muchas veces discutíamos sobre el papel de Perón en los años setenta, pero me queda el orgullo que luego de publicar “La Patria Sublevada” me felicitó por el equilibrio que había logrado. Eso sí, el 2003 nos encontró juntos, en el proyecto de Néstor Kirchner. Él, en un lugar tan importante como la Secretaría de Derechos Humanos.

Se ha ido un tipo bárbaro, un gran militante que siempre estaba de buen humor. Seguramente ya estará junto a su hermano Ortega Peña recordando vivencias y contándole que aportó su granito de arena en el Juicio, Verdad y Castigo a los culpables del genocidio.


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