La base conceptual del último libro de Marcelo Gullo*: “Insubordinación y Desarrollo. Las Claves del Éxito y el Fracaso de las Naciones” (Editorial Biblos. Buenos Aires, 2012) aparenta ser una herejía y una provocación, al sostener que los principales países capitalistas (y más aún los del denominado “socialismo real”), lograron su desarrollo gracias al proteccionismo estatal y al rechazo radical del librecambio, proclamado por Adam Smith, sus precursores y discípulos. Sin embargo, la supuesta herejía o provocación se disipan cuando el autor blinda su trabajo con tal cantidad de datos históricos, asentados en la terca realidad, que se torna invulnerable a críticas y descalificaciones.
Una aparente paradoja emerge al señalar que la cuna de Adam Smith (1723-1790), sea justamente la fuente de mayor impulso al proteccionismo, ya que el poderío de su país tiene su mayor impulso en la Ley de Navegación Inglesa de 1615, por la cual la Corona británica determinó que todas las importaciones a su territorio sean hechas en barcos ingleses y al mando de marinos ingleses, en tanto que tres cuartas partes de la tripulación debía tener la misma nacionalidad. Tal política impulsó la construcción naval al extremo de convertirla en la primera del mundo.
Gullo, alineado en las enseñanzas de Federico List, explica que los países que lograron su desarrollo industrial gracias al proteccionismo, se vuelven defensores implacables del libre cambio, justamente para impedir el surgimiento de potencias rivales. Esta meta es alcanzada mediante la imposición de una sistemática política de subordinación ideológica cultural que permitió que Inglaterra, una nación de relativamente escaso tamaño y población, sometiera a su dominio colonial y semi colonial a más de 400 millones de personas en el mundo. Tal subordinación abrió más mercados externos que todos sus cañones.
El proteccionismo inglés comienza en la era posfeudal (siglos XIII y XIV), cuando logra cohesionar su mercado interno. Lo anterior fue facilitado por la prohibición lisa y llana de importar tejidos de lana, especialmente flamencos, con los que los productores ingleses no podían competir En 1467, se prohibió las exportaciones de hilo y paño sin valor agregado. En 1565, prohibió exportar ovejas vivas. La desobediencia a esta prohibición se penaba con la amputación de la mano izquierda y con la muerte en caso de reincidencia. Como aditamento a los datos de Gullo, vale la pena recordar que los ingleses son los pioneros en la guerra a favor de las drogas, ya que, invocando el libre comercio, invadieron China en 1839 y 1856, a fin de obligarla a comprar opio. Es curioso advertir que Carlos Marx, no se detiene en este acontecimiento.
PORTUGAL ESPAÑA Y FRANCIA
“Insubordinación y Desarrollo” recuerda que el primer fruto del impulso estatal fue generado, a partir de 1415, por la Corona portuguesa, la que, mediante créditos y exenciones impositivas, fomentó la navegación en el Atlántico, a fin de evadir el dominio territorial de los musulmanes en la península ibérica. El apoyo estatal fue de tal magnitud que llegó a realizar cesiones gratuitas de madera y víveres para la construcción y armado de buques, así como para la investigación científica. Fruto de esa investigación fue la invención de la carabela, que permitió reemplazar a las pesadas galeras a remo, útiles para el Mediterráneo, por embarcaciones ligeras de fácil desplazamiento en el Océano. El ascenso portugués fue cortado por Inglaterra mediante el tratado de Methuen (1713), por el que se compromete a comprar vinos de Portugal a cambio de venderle todos sus productos manufacturados. En consecuencia, los portugueses cometieron el monumental error de someterse al libre cambio impuesto por el Reino Unido.
No todos advierten que la importancia del matrimonio entre Isabel la Católica y Fernando de Aragón, en 1469, estructuró la unidad entre Madrid y Cataluña, amenazada, inclusive hoy, por fuertes tendencias separatistas. El impulso estatal de los reyes católicos estableció la unidad de pesas y medidas, la construcción de carreteras y el fomento a la industria manufacturera. Los artesanos y obreros que se instalaron en España fueron exonerados de impuestos por diez años. El proteccionismo permitió el florecimiento de las curtiembres de Córdoba, de las papelerías de Jaen, de las manufacturas de lino y de seda de Toledo, así como las de paños de Zaragoza. Sólo aquí surgieron más de 16.000 telares.
La prosperidad hispana fue acompañada por el edicto de 1500, precursor del Acta de Navegación inglés de 1615. La debacle española llegó de la mano de Carlos Primero, de la casa de Austria, que desmanteló la política económica de los reyes católicos, mediante el librecambismo más desenfrenado. Las riquezas procedes de América no cambiaron esta situación, ya que, según dice Manuel Colmeiro (1965) “gozábamos de los tesoros de las flotas y galeones por tan poco tiempo, que humedecían nuestro suelo sin regarlo”.
Gullo destaca el entusiasmo que generó en Inglaterra las medidas librecambistas de la Revolución francesa de 1789, uno de cuyas figuras, Camilo Desmoulines, decía el 4 de agosto de ese año: “Esta noche han caído todos los privilegios. Se ha concedido la libertad de comercio. La industria es libre”. El Ministro de Hacienda del Reino Unido, William Pitt, miró complacido la obra de una Revolución que alcanzó su máximo esplendor en lo política, pero que había perdido el rumbo económico, al someterse al evangelio de Adam Smith. Londres conquistaba París al compás de la Marsellesa.
La simpatía de los británicos se tornó en odio implacable a Napoleón Bonaparte, quien defendió el desarrollo industrial impulsado por Jean-Baptiste Colbert, Ministro de Hacienda de Luís XIV. La conspiración anglo sajona contra Francia tuvo otra expresión, cuando París fue excluida de la Conferencia de Yalta, de febrero de 1945, en las que la URSS, Inglaterra y EEUU se dividieron al planeta en áreas de influencia. Correspondió a Charles de Gaulle lograr que Francia se torne en potencia tecnológica y mantenga parte de su presencia colonialista.
ESTADOS UNIDOS Y CANADA
De acuerdo con el economista malayo, Kwame S. Jomo, Gullo considera que la creación de EEUU es la primera guerra moderna de liberación del imperialismo británico, la que sólo pudo culminar después de la sangrienta guerra de secesión, en 1863, en la que se enfrentaron el norte industrial contra el sur esclavista, respaldado por los ingleses. Destaca, así mismo, el coraje del primer secretario del Tesoro de EEUU, Alexander Hamilton, quien, para impulsar la industrialización de su país, enfrentó los dogmas librecambiastas de Adam Smith y la oposición de renombradas figuras políticas, como Thomas Jefferson. Hace notar que los librecambistas sólo destacan la lucha antiesclavista de Abraham Lincoln, sobre el cual dice lo siguiente: “Para Lincoln , la abolición de la esclavitud era un tema negociable. Lo único que no estaba dispuesto a negociar era el establecimiento de un estricto sistema proteccionista que amparase a la joven e ineficiente industria norteamericana de la competencia de la eficiente industria inglesa”. Refuerza este punto de vista con estas palabras del propio Lincoln: “Mi objetivo supremo es salvar la Unión y no salvar o destruir la esclavitud”.
Si EEUU tuvo que recurrir a duras contingencias armadas para liberarse de la tutela inglesa, Canadá logró similar objetivo en forma pacífica, gracias a que su Partido Conservador se impuso, en momentos claves de su historia, al Partido Liberal que defendía el libre cambio, alentado por Londres y Washington. Los conservadores sostuvieron que para su país era de vida o muerte vertebrar y desarrollar sus vías de comunicación entre los océanos que la rodean y no de…
(sigue en la edición de mañana)