La presidenta Cristina Fernández viajó a Caracas con los ecos de los cacerolazos. Allá como aquí, la sociedad está partida en dos. De un lado están quienes desean profundizar las trasnformaciones y del otro quienes las resisten. El chavismo y el kirchnerismo tienen no pocas peculiaridades, pero se emparentan al dividir claramente las aguas del centro hacia la izquierda y del centro a la derecha. Cuanto más densas son las transformaciones, mayores son las resistencias. Felizmente, el enfrentamiento no tiene aún aquí la violencia que estalló en Venezuela, tras las disputadas elecciones.
Pero la gran diferencia es que mientras la oposición venezolana tiene a un Henrique Capriles que fue capaz de disciplinar la acción del antichavismo, en la Argentina ese liderazgo no aparece. La ausencia de un referente que sintetice el clamor de los caceroleros quedó anteayer al desnudo por tercera vez, cuando miles de personas expresaron en las calles su rechazo al gobierno con reclamos heterogéneos y hasta con visiones encontradas. Coinciden en rechazar el modelo kirchnerista, pero no logran generar una propuesta alternativa. En realidad, no consiguen pasar de la queja a la política. En consecuencia, frente a la "mitad" kirchnerista no hay otra "mitad", sino varios fragmentos.
"¡Únanse!", fue la mayor demanda que recibieron los dirigente que participaron de la marcha del jueves. No parece distinto al reclamo que recibía Carlos "Chacho" Álvarez antes de constituir la Alianza que terminó en un estrepitoso fracaso. Y parece difícil de satisfacer.
Las alianzas contra natura, como las de Elisa Carrió con Fernando Pino Solanas, pueden durar una elección, pero no aguantan una acción común. ¿Qué podrían decidir juntos ambos dirigentes políticos si debieran resolver el futuro de los ferrocarriles o las retenciones a las exportaciones de soja? Carrió defiende la actividad privada y Solanas siempre soñó con trenes estatales. Ella no quiere retenciones y él las prefiere escalonadas. La diputada Victoria Donda puede consolidar una cooperativa electoral con Prat-Gay, pero difícilmente puedan ponerse de acuerdo en materia de Derechos Humanos o en la política exterior hacia América Latina.
El escenario montado en Plaza de Mayo para el jueves quedó vacío, como un mudo testigo de la imposibilidad de que un referente pudiera dirigirse a esa masa heterogénea. A diferencia de las marchas anteriores, hubo una gran presencia de dirigentes opositores. Pero ninguno puede sintetizar claramente la demanda cacerolera que, por otra parte, sigue teniendo agenda mediática y contenido antipolítico. Como lo apuntó el periodista Luis Bruchstein, tal vez el único orador en ese escenario podría haber sido Jorge Lanata. Contando cómo provocó un escándalo mediático internacional con dos fuentes muy poco confiables, que se autoincriminaron y se desdijeron dos días después, podría haber desatado una ovación.
Pese a haber alentado la protesta, el dirigente al que el oficialismo trata como principal adversario, Mauricio Macri, ni siquiera pudo salir a la calle. Más que unir, su figura divide. Un par de meses atrás, León Gieco dijo, desde un óptica progresista, que Macri "es una piedra en el zapato". Pero también es un estorbo para una alianza opositora.
El socialista Hermes Binner se ha corrido tanto a la derecha que tras afirmar que hubiera votado a Capriles, para mayor desencanto de muchos de sus compañeros, ahora condenó al populismo por las muertes en Venezuela, aunque los muertos fueron chavistas. Binner puede confluir con la UCR a nivel nacional, pero no llega a tragarse el sapo de Macri. Mucho menos se lo fumarían los diputados de la Unidad Popular, Claudio Lozano y Víctor de Genaro, quienes tampoco se fuman a Carrió, ni aprueban las alianzas de Donda.
Parece coherente. No es sano para la política que en favor de una idílica unidad se provoque un rejunte variopinto. La diversidad no es sólo un síntoma de desunión motivado en las perversas pretensiones personales, como lo percibe buena parte de la ciudadanía, sino la expresión de la pluralidad de ideas. ¿Qué pueden hacer juntos el Momo Benegas, Cecilia Pando, Raúl Castels, el rabino Bergman y Pino Solanas, más que oponerse?
Una parte de la derecha peronista no tiene pruritos con Macri, pero otros sueñan con que Daniel Scioli dé el salto. No obstante, el gobernador espera su turno con paciencia oriental y sólo lo daría si quedara claro que Cristina Fernández no será candidata. Prefiere esperar la elección de octubre, que medirá el estado de ánimo de los argentinos con mayor fidelidad que las nutridas manifestaciones caceroleras.
Si a los matices ideológicos se suman las pretensiones personales, se concluye que es difícil que cuaje la demanda de unidad opositora. Los argentinos llegarán entonces a la elección de octubre con una "mitad" unificada en el FPV y otra "mitad" partida en al menos tres fragmentos.
El kichnerismo contiene en su seno evidentes contradicciones, pero su éxito reside precisamente en haber amalgamado distintas tradiciones políticas en una fuerza que, con seguridad, será la que obtenga la mayor cantidad de votos en octubre a nivel nacional. Obviamente, no alcanzará el 54 por ciento de Cristina Fernández, pero con 15 puntos menos le alcanza. De nada valdrá que en la vereda de enfrente se hagan sumas que indiquen, como lo hizo Carrió en 2009, que la oposición fue la ganadora porque más de la mitad votó por opciones antikirchneristas. El gobierno apareció entonces derrotado porque logró menos bancas y porque su jefe perdió en la estratégica Provincia de Buenos Aires, pero el FPV fue la fuerza más votada. La oposición intentó luego una acción coordinada en el Congreso con el llamado Grupo A, pero fracasó al no poder impulsar proyectos comunes. Al igual que los caceroleros se unieron contra el oficialismo, pero no superaron el "Son todos chorrros" o "Son todos vagos" y fueron castigados en 2011. La "mitad" antikirchenerista no es la mitad, sino varios fragmentos.
Es fácil coincidir en clamar por "una Justicia independiente".Pero después hay que precisar lo que significa esa consigna. Hay una cosa cierta: pocos argentinos deben creer que la justicia funciona razonablemente y no merece cambios. En vísperas del cacerolazo, la Cámara Civil y Comercial declaró inconstitucional un artículo de la Ley de Medios que perjudica a un grupo económico concentrado. ¿Es independiente esa justicia ? ¿O requiere cambios como cree el gobierno? Para comenzar, el kirchnerismo tiene propuestas y las lleva adelante en el Parlamento. Seguramente, la reforma no modificará totalmente el perfil aristocrático del Poder Judicial. Pero salvo que crea que no hay nada que cambiar, la oposición podría empezar a escuchar el reclamo de "la gente" con una propuesta propia para transformar la justicia. Sería construir la unidad en la acción. Algo mucho más productivo que lanzar consignas altisonantes como las que refieren a un "golpe institucional" o a que "preparan la impunidad". Con títulos para los medios, se puede alcanzar buena repercusión, pero los caceroleros seguirán huérfanos.
(Diario Tiempo Argentino, sábado 20 de abril de 2013)