MENDOZA / Celebran los cogotudos, lloran los pobres / Escribe: Marcelo Sapunar






El gobierno de la Revolución Bolivariana informó hace instantes la muerte del presidente Hugo Chávez Frías, quien detentó el poder popular en la democracia venezolana desde 1999. Batallaba contra un tumor desde junio de 2011 y había sido operado en cuatro oportunidades. Hasta su deceso se le suministraban tratamientos con radio y quimioterapia.


Cualquier nota no puede dejar de plantearse a medio camino entre la crónica periodística y el obituario. Y en todos de los casos, para quienes admiramos el proceso de liberación latinoamericana, es difícil pensar nuestro presente y nuestro futuro, sin su figura gigante, cincelada en años de luchas a mano partida por la mejora de las condiciones de vida de su pueblo, en el contexto de unidad de los países de nuestra región.

La estatura de este dirigente popular, solo es comparable a la de los grandes libertadores latinoamericanos, solo que esto será reconocido por la derecha y los cultores del discurso del poder, quizás en unas cuantas décadas. Aunque muchas veces no han hecho el honor con tantos y tantos que sembraron las semillas de nuestra independencia, pero fueron decididamente ocultados por el discurso del Poder.

Su forma de ser, ciento por ciento expresiva en lenguajes simbólicos basados en hechos reales, preocupaba a los cogotudos malintencionados que con el guante blanco de la rapiña y el robo, se apoderaron de las genuinas riquezas generadas por esta tierra y por los hombres que la han trabajado de sol a sol por cientos de años.


Pero los cogotudos estaban enojados con Chávez porque lo conocían con la intermediación que siempre hicieron los medios hegemónicos del poder económico concentrado. Desde esas usinas y en forma solapada o directa, en la mayoría de las oportunidades, los cogotudos odiaban al líder de esta revolución Bolivariana. Repetían el discurso comprado en esos medios que, defendiendo los interés de corporación.

Claro, lo que nunca decían quienes trataban de hacernos odiar a un hombre que se expresaba a su modo acerca de lo que quería hacer y decir, al tiempo que modelaba el Socialismo Siglo XXI, tres malos términos que no deberían ir en la misma frase y que sólo remitían a la historia del bastión socialista americano que ubica desde 1959 en el Caribe y se llama Cuba, la Cuba de Fidel y su digno pueblo.

Pero volviendo al Comandante Presidente, su figura solía recortarse en los foros internacionales de manera contundente e interpérrita. El se destacaba per se, al margen que diera un discurso inolvidable o que señalara lo que consideraba que atentaba contra los pueblo, desde el lenguaje simbólico.

“¿Porqué no te callas?” le gritó el rey Juan Carlos de España, denotanto la impotencia del poder imperial y el resquebrajamiento de su discurso, que comenzaba a ser fuertemente cuestionado, interdicto por quienes iban agregándose uno a uno al combate por lo nuevo: Evo, Cristina, Rafael, Lula, Dilma, José y tantos y tantos otros.

Mientras, varios sonsonetes se imprimían uno a uno en los órganos de difusión de las derechas de nuestros países. Para ellos Chávez era el dirigente mesiánico, el dictador decimonónico, el tirano que había llegado “para conculcar los derechos de la democracia liberal”. Sin embargo, cualquier visitante extranjero que pasó por Venezuela en los últimos años, desde que llegaba hasta que se iba, se cansaba de oír maltratar a Hugo Chávez, descalificándolo, exhibiendo diversas celadas que, muchas veces, eran insostenibles desde el más elemental sentido común.


¿Qué es lo que pasaba, que es lo que ocurrió bajo sus gobiernos? Se mejoraron sensiblemente todos los números macroeconómicos de la rica Venezuela, pero esto fue realizado en un todo de acuerdo a la sensible mejora de las condiciones de vida de los venezolanos, otrora últimos orejones del tarro en el momento de generar políticas, que siempre fueron para pocos. Chávez llegó para darle característica de popular a un democracia limitada a la que dignificó y demostró una verdadera herramienta para el cambio.

Se ha ido uno de los más grandes de entre los referentes contemporáneos que han generado nuestros países. Se ha ido un hombre que tuvo un proyecto e hizo todo lo humanamente posible para que el mismo viera la luz y se consolidara. Hoy su pueblo, principal y honorable heredero del camino que señaló, sabrá guardar para él un sitial destacado en el frontispicio de los mejores seres que ha dado la historia de nuestro continente.

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