ARGENTINA / El misterio del muerto 85 / Escribe: Raúl Kollmann






Pasaron 19 años y un cuerpo sigue guardando el secreto de su nombre: ¿inmigrante sin familia?, ¿el terrorista que detonó la bomba? Los pasos de una búsqueda y la clave que apareció mirando el monumento.

Hace un par de semanas, mi hermana Evelyn –que es guía de turismo– llevó a un contador forense norteamericano, especialista en estadísticas, a visitar la AMIA, en especial el monumento que recuerda a las víctimas del atentado. Los visitantes siempre están interesados en escuchar la historia del atentado, las 85 víctimas y las consecuencias en la comunidad judía. El relato lo hace una encargada de la AMIA que también explica los detalles del hermoso monumento realizado por el artista israelí Yaacov Adam. Detrás, una placa con los nombres de los muertos en el ataque.


El contador escuchó y miró en silencio.

A la salida, el norteamericano dijo circunspecto:
–No puede haber 85 muertos.

–¿Cómo?

–Mire, en la placa los nombres están ordenados de a dos. Tendría que haber uno suelto, porque 85 es número impar.

Mi hermana obviamente se quedó con la duda y al día siguiente volvió para contar los nombres. El contador forense tenía razón: hay 84 víctimas en la placa. ¿Y el 85 quién es?

Durante siete años –nada menos que siete años– las víctimas fueron oficialmente 86. Recién en 2001 se determinó que uno de los supuestos muertos, Patricio Irala, estaba vivo y trabajando en su país, Paraguay: era panadero en un regimiento del ejército guaraní. Su ex esposa se había presentado ante la Justicia diciendo que Irala había entrado a trabajar en la AMIA como chofer y que murió en el atentado. Nadie verificó nada: le pagaron 50.000 dólares de indemnización. Descubierta la trampa de la ex esposa de Irala, los muertos pasaron a ser 85.

Consulté a varios familiares de las víctimas que, de entrada, se sorprendieron. ¿Cómo que hay 84 nombres? Después alguno recordó que hay un cuerpo NN. Es más, Diana Malamud, que perdió a su esposo en el atentado, revisó la causa judicial y efectivamente encontró que había 84 autopsias con nombre y apellido y una autopsia de un NN.

¿Un cuerpo NN? ¿Por qué?

Llamando a la fiscalía

Este cronista se comunicó entonces con uno de los responsables de la investigación del atentado, quien confirmó la existencia del NN. La pregunta, obvio, fue por qué hay un NN. La respuesta resultó extraña y algunas contradicciones llaman la atención.

Siete años después del atentado, el Tribunal Oral ordenó exhumar al NN. Según dicen en la fiscalía que conduce Alberto Nisman, el cuerpo estaba en tal mal estado que no se pudo conseguir el ADN. Sin embargo –siempre según la fiscalía– sacaron la conclusión de que no era argentino sino, casi seguro, boliviano.

“Podría ser un obrero del Altiplano –dicen–. Había varios trabajando en las refacciones. Y tal vez no tenía familia.” Pero resulta extraño que todos los demás obreros bolivianos hayan sido reclamados, mientras que del NN nadie se preocupó por su cuerpo ni siquiera de una indemnización, aunque sea como accidente de trabajo. Pero además: ¿era un obrero no registrado por nadie? ¿No figuraba en ninguna lista aunque sea de una empresa contratista? ¿Cómo entraba a la AMIA todos los días? ¿Nunca antes cobró un sueldo?

En la investigación oficial el atentado fue perpetrado por un suicida de Hezbolá que se estrelló con una Trafic cargada de explosivos contra la AMIA. La pregunta que se caía de madura era ¿el NN no será el suicida? Y, la consecuencia ¿no estaremos homenajeando en la víctima 85 al terrorista?

En la fiscalía dieron una respuesta terminante, aunque con algunas vacilaciones iniciales. De entrada, me dijeron que del suicida sólo quedaron rastros en un pedal, en la alfombra de la camioneta y en la guantera, pero que esos restos no sirvieron para sacar un ADN. “No quedó nada. Estaba al lado del explosivo”, contestaron. Sin embargo, enseguida entraron las dudas. “La verdad, no se puede descartar que el NN sea el suicida”. Un par de días más tarde, consultando el expediente, en la fiscalía volvieron a la postura inicial: “El NN tiene casi todo el cuerpo, sólo le falta una pierna. No puede ser el suicida. Además es boliviano”.

–¿Cómo boliviano?

–Sí, por las características físicas –remataron.

El genetista

Este cronista habló entonces con el genetista Gustavo Penacino, del Instituto de Biomedicina, profesor durante 25 años de la Universidad de Buenos Aires, pero que además trabajó sobre los cuerpos de las víctimas de la AMIA ya que por entonces era bioquímico del Poder Judicial.


“Tengo que decir que en 1994 todo lo que tenía que ver con ADN estaba en sus inicios –señaló Penacino–. Por de pronto, hay una incongruencia. Si existe un NN, con cuerpo casi completo, está cantado que se puede obtener el ADN. Para que usted tenga una idea. En aquel entonces, 1994, para determinar si una persona era hija de otra, necesitábamos cinco centímetros cúbicos de sangre. Hoy necesitamos un milésimo de centímetro cúbico. De manera que es falso que no se haya podido hacer un ADN de esa persona cuya identidad se desconoce. En segundo lugar, decir que es boliviano es poco o nada riguroso y, menos todavía, en 1994. Hoy se puede determinar a través del cromosoma Y de qué parte del mundo es, porque en estos casi 20 años se fueron estableciendo características referidas al cromosoma Y. De manera que le digo en forma categórica que hoy, esta semana que viene, se puede hacer el ADN de ese cuerpo y también se puede tener una idea de dónde proviene.”

El fiscal Nisman, en su investigación judicial, señala que el atentado fue coordinado por Salman El Reda, un colombiano convertido al Islam y casado con Silvina Saín, hermana de una secretaria del agregado cultural de Irán en la Argentina, Mohsen Rabbani.

El suicida –siempre según la fiscalía– llegó del Líbano, aunque no hay evidencias claras de su paso por la Argentina, y habría sido Ibrahim Berro, integrante de Hezbolá.

El comandante retirado de Gendarmería Osvaldo Laborda, que fue perito de la AMIA en el atentado, siempre manifestó sus dudas sobre el suicida. Su postura es que quien condujo la camioneta se bajó del vehículo, lo que podría explicar –por ejemplo– que sólo haya perdido una pierna. De todas maneras, Laborda dice que el cuerpo NN –lo recuerda perfectamente– tenía pocos rastros de la explosión: “Me parece que perdió la pierna por los escombros que le cayeron encima, no por el explosivo. Pero habría que mirarlo bien. La versión de que el NN era un indocumentado boliviano la teníamos desde el principio”. El cuerpo está hoy en el cementerio.

–¿Por qué nadie se presentó a reclamar la indemnización? No digo los días o meses subsiguientes. Incluso un año después o dos. Un padre, una madre, un hermano. 50.000 dólares es mucho dinero.

–No lo sé. Sí estoy de acuerdo en que de ese cuerpo se puede hacer el ADN. Y también de los restos sin identificar que quedaron.

Redondeando, tal vez haya pocas posibilidades de que el NN sea el suicida, pero la versión del boliviano indocumentado me suena a víctima de segunda.

Berro

En 2005 el fiscal Nisman convalidó un informe realizado por la SIDE en 2002, sobre la base de datos aportados por la CIA y el Mossad, y le puso nombre y apellido al suicida: Ibrahim Berro, libanés de 21 años. Hezbolá anunció su muerte en septiembre de 1994, dos meses después del atentado, y a los funerales concurrieron los más altos dirigentes. Sin embargo, se hizo sin el cuerpo presente, como era la costumbre. Un elemento decisivo que tomó en cuenta el fiscal es la declaración de dos de sus hermanos, Abbas y Hassan, que –curiosamente– viven en Chicago, Estados Unidos. El tema es controvertido, porque la fiscalía dice que admitieron que Ibrahim pudo ser el suicida, aunque del texto de la declaración judicial eso no surge de ninguna manera. Al día siguiente de hablar ante el fiscal, ambos hermanos salieron en las radios argentinas diciendo que nunca dijeron que Ibrahim fue el suicida, pero tal vez eso era para no quedar como “buchones” ante Hezbolá o los libaneses. Lo cierto es que en el testimonio que figura en la causa los hermanos dicen “que no puede ver a Ibrahim en una situación así, porque él estaba pensando en otra cosa, como establecer una familia, casarse, ahorrar dinero. Que ni sus hermanos ni su madre piensan que pudo estar en algo así. Que todos están convencidos de que murió en El Líbano”.

Los hermanos entregaron dos fotos de Ibrahim y su cara se comparó con un identikit que hizo Nicolasa Romero que es la persona que dice haber visto al conductor de la Trafic cuando dobló la esquina de Tucumán y Pasteur. Según la investigación eran la misma persona.

Tal vez lo más relevante es que Hassan Berro, que lleva 16 años viviendo en Estados Unidos, dijo que aceptaba que le extrajeran sangre para hacer un ADN. Abbas, más cercano a posiciones duras, se negó. La extracción de sangre a Hassan nunca se hizo porque los restos del suicida, en uno de los pedales, en la alfombra de la camioneta y en la guantera, no estaban en buen estado de preservación como para hacer un ADN.

¿Y ahora?

El contador forense norteamericano de esta historia puso en marcha una inquietud que deriva en dos interrogantes abiertos:

- ¿Quién es el NN? ¿De quién es el cuerpo 85? Me pregunto si no hay nada que se pueda averiguar de esa víctima, aun suponiendo –le doy la derecha a la investigación oficial– que no es el suicida. ¿No merece el supuesto boliviano tener nombre y apellido? ¿Hay que bancarse una víctima colocada en una especie de segunda categoría y que no figura en la placa de la AMIA?

- Teniendo en cuenta lo afirmado por el doctor Penacino, ¿no se puede volver a intentar el ADN de los restos del suicida en el pedal, la alfombra y la guantera?

El argumento que me dan es que fueron mal preservados por quienes intervinieron en la causa al principio, al mando del juez Juan José Galeano. Esos restos están en la morgue judicial, según dicen en la fiscalía.


Si el ADN no se puede hacer, eso debería pesar en el juicio que se sigue contra los encubridores del atentado, es decir el ex juez y todos los que trabajaron con él. ¿No preservaron como correspondía los restos del suicida? Es difícil medir la gravedad que eso tiene. Penacino cree que tiene que haber quedado, en aquel momento, sí o sí, un milésimo de centímetro cúbico de sangre y que valdría la pena un nuevo intento.

Si el ADN se puede hacer con las nuevas tecnologías –en la fiscalía afirman que en 2005 se concluyó que las muestras estaban dañadas, pero pasaron ocho años desde entonces–, tendría que hacerse la gestión para que se le extraiga sangre a alguno de los hermanos Berro y verificar, de una vez por todas, la consistencia de las pruebas que indican que Ibrahim fue el suicida.

En cualquier caso, quisiera mandarle un saludo al contador. Me recordó lo que pasó en el caso de la Embajada de Israel (ver aparte) y los esfuerzos que todavía habría que hacer en la Argentina, en las cosas más locales del atentado. Aunque he repetido esto cien veces en estos 19 años, no sabemos de dónde salieron los explosivos, dónde estuvo la camioneta en los días previos al atentado, cómo entró el suicida al país, quién armó el artefacto y quién más colaboró –en Brasil y la Argentina– con los terroristas.

(Diario Página 12, domingo 17 de marzo de 2013)

Image Hosted by ImageShack.us