MENDOZA / Los recorridos del profesor López / Escribe: María Eva Guevara






El mendocino Mauricio López estuvo en distintas partes del mundo empujado por la necesidad del diálogo intelectual, la entrega generosa hacia los demás y la convicción de que el cristianismo debía ser “ecuménico”.

Varias fotografías testimonian los viajes de Mauricio López por el mundo, sobre todo a partir de convertirse en presidente del Departamento de Iglesia y Sociedad del Consejo Mundial de Iglesias. Su misión era aportar una nueva visión de lo cristiano, entusiasmar a los jóvenes y propiciar encuentros ecuménicos internacionales donde a la postre se revelaría su condición de dirigente de las primeras líneas.


El documental Techo pan y vino, iniciativa de un grupo de amigos integrantes de la comunidad de fe “De los libres”, recrea a un Mauricio López con valija en mano aguardando su tren en el andén. Ya de niño, Mauricio anduvo por distintas provincias debido a que su padre cambiaba continuamente de trabajo. De ahí la facilidad de la adaptación, la que según el escritor Rolando Concatti lo llevó a tener esa simpatía que tienen los que hacen amistades con los otros, los diferentes y provisorios.

Es claro que al arrancar la década del ’50, Mauricio sabía sobre contactos con pensadores de talla internacional ya que había sido el secretario de actas del Congreso Nacional de Filosofía realizado en 1949 en Mendoza. Había tenido en sus manos la carta de Martin Heidegger aceptando la invitación aunque después tal visita no se concretó ya que las autoridades francesas de ocupación no autorizaron al filósofo a salir de Alemania por ser miembro del partido nazi.

También supo aprovechar la circunstancia extraordinaria del Congreso para entrar en contacto personal con algunos visitantes, terminó impactado luego de conversar con el italiano Nicola Abbagnano y con el francés Gastón Berger. Además, ya en 1942 había realizado un largo viaje por Estados Unidos y los países europeos ya que la Universidad Nacional de Cuyo lo becó para realizar un análisis sobre estudios humanísticos en las Universidades de Harvard, Columbia y Chicago.

1953 fue un año que alumbra dos trabajos importantes de Mauricio López, La paradoja existencial en Kierkegaard y La persona humana en la metafísica escatológica de Nicolás Berdiasv, luego, innumerables escritos teológicos y sociales fueron publicados en adelante en distintas ciudades. Podría suponerse que viajó a Génova en dos oportunidades ya que allí se le abrió un horizonte de publicación de la mano de la revista El mundo del estudiante. Su primer escrito de 1954 abarca cuestiones de comunidad e intervención del Estado mientras que el título de su segundo artículo aparecido diez años después es: “De Revolución en Revolución”.

Los años que van de 1955 a 1962 son especialmente intensos en viajes ya que se convierte en el Secretario Ejecutivo para América Latina de la Federación Mundial Cristiana de Estudiantes (FUMEC). Si uno mira su currículum en ese período combina conferencias en centros e institutos universitarios y ecuménicos con sus propios estudios de doctorado en la Escuela Práctica de Altos Estudios de La Sorbona, París, los cuales finaliza el 1 de julio de 1959. Cuatro años después es nombrado Secretario Adjunto del Departamento de Iglesia y Sociedad, del Consejo Mundial de Iglesias.

Su recorrido comprenderá Recife (Brasil), el Instituto Ecuménico de Bangalore (India). Estará en la Facultad de Teología de la Universidad de Yale (EE.UU.), en la Academia Evangelista de Berlín (Alemania), en el Instituto Ecuménico de Arnhem (Holanda), en el Instituto Ecuménico de Estocolmo (Suecia), el Instituto Ecuménico de Bossey (Suiza), en la Universidad de Vancouver (Canadá), el Centro Ecuménico de la Universidad de Lovaina (Bélgica).

Otros destinos de Mauricio López serán Bala (Canadá), donde se realizó un importante congreso de estudiantes, Edimburgo, Grecia, Puerto Rico y Nueva York. Siempre, con la misma misión: forjar amistades y diálogos situados entre la cultura y la política con la idea de fomentar la unión entre todas las iglesias, incluso con la ortodoxa, la rusa oriental y por supuesto, la católica.

La ciudad de Ginebra tendrá un lugar preponderante ya que allí se realizó la Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad en 1966, cuyo tema fue “Los Cristianos en las Revoluciones Técnica y Social de Nuestro Tiempo”. Allí fue decisiva la contribución teórica de Mauricio López. Tanto es así que sin esa contribución, el Tercer Mundo no habría tenido la trascendencia que tuvo en el movimiento ecuménico internacional.


En Retrato de un hombre solidario, Rolando Concatti explica que Ginebra es un polo tan atractivo como atrapante. Lo dice con estas palabras: “Como con el poder político, con el poder eclesiástico, cuando se accede a grandes puestos ‘ya no se retorna más’. Los que se afianzan en Ginebra ‘vuelven sólo para las fiestas’. No fue el caso de Mauricio López que retornó a sus clases en Mendoza a fines de 1968. Lo hizo pese a que había perdido el cargo de profesor y tuvo que revalidar y empezar nuevamente de abajo.

Ese contacto con el mundo provinciano que era a la vez el del abrazo y la convivencia con familia y amigos más la admiración de muchos, no se extendió por mucho tiempo dada la dictadura de Onganía. Es ahí que arranca una de las estadías en el exterior más significativas en la vida de Mauricio López: la de París, en el año 1969.

Según cuenta su amigo Arturo Roig, Mauricio López estaba instalado en una casa de estudiantes cerca del metro Denfer-Rochereau, justamente, sobre la célebre calle de los estudiantes y tenía un inimaginable Volkswagen. Fueron días luminosos en París, relata Roig. Y no es difícil de imaginar, no sólo se palpitaba el auge de los movimientos revolucionarios sino que además tomaban una fuerza inédita los ideales de la educación participativa. Para entonces, Mauricio López ya estaba en contacto con Paulo Freire y Darcy Ribeiro, y su principal universidad era la vida. Su anhelo más ardiente, de acuerdo a Roig, era que en el pueblo latinoamericano se haya hecho conciencia de la necesidad de salir de su papel marginal de la historia y asumir, desde sí mismo, las riendas de su propio destino”.

La acción impulsora y organizativa de entidades ecuménicas no se detiene, está en la fundación misma del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL) en Bolivia, en la Acción Popular Ecuménica (APE) en Buenos Aires y el Instituto para la Liberación y Promoción del Hombre (ILPH), antecesor de la Fundación Ecuménica de Cuyo (luego Asociación) en Mendoza, entidad que continúa su actividad hasta el presente. Y ya en los ’70, antes de que todo se acelerase, el Consejo Mundial de Iglesias lo designa miembro de la comisión para el desarrollo del “Programa de Diálogo con otras Religiones e Ideologías de Nuestro Tiempo”, cosa que se produce inmediatamente después de la 5ª Asamblea General realizada en Nairobi, Kenya, en 1975.

Ya por entonces Mauricio López se había embarcado en la lucha profunda por reformar la universidad. En 1973 fue designado Primer Rector Normalizador de la Universidad Nacional de San Luis, a propuesta de los estudiantes, sobre todo los agrupados en la Juventud Universitaria Peronista. Cumplió su ciclo hasta el mes de marzo de 1976, fecha en que fue dejado cesante por la dictadura militar. Hay que decirlo, tenía la opción de irse del país y resguardarse. Además de los planteos ideológicos y pedagógicos, la tarea impulsada tras el golpe de Pinochet en Chile lo había dejado muy expuesto, ya que se había valido de sus importantes relaciones internacionales para rescatar refugiados y había abierto las puertas de la Universidad de San Luis a esos chilenos necesitados de amparo.

No obstante el peligro, en marzo de 1976 decide quedarse en la provincia y ayudar con esos mismos contactos a los perseguidos por la Triple A y a todas las personas que se veían obligadas a escapar del país. Desesperadas muchas de ellas, precisaban pasaportes, direcciones, contactos y sobres con dólares, lo cual era gestionado por Mauricio López. Ofrecimientos de trabajo no le faltaron en ese intervalo que estuvo cesante ya que el Instituto Superior de Estudios Teológicos (ISEDET), en Buenos Aires, lo designó Director de Estudios, pero nunca llegó a asumir ese cargo ya que el primer día del mes de enero de 1977 Mauricio López fue secuestrado de su domicilio por un grupo de nueve personas con sus rostros cubiertos por medias de nailon. Desde entonces está desaparecido.

En París, el diario Le Monde se hacía eco de la preocupación por la ausencia de Mauricio López. En su edición del 3 de abril de 1977 aparece una solicitada bajo el título de: “Al General Jorge Videla, presidente de la República Argentina”, firmada por representativas figuras de la cultura, la ciencia y la política, donde se le solicita, al militar, la aparición de López. También llegan cartas pidiendo por él, entre ellas una del reverendo Jaques Maury, presidente de la Federación Protestante Francesa, quien poco después le otorgó a Mauricio López “In absesntis” el Doctorado Honoris Causa.

Los diarios nacionales también hicieron lo suyo. En La Opinión del 4 de enero se informa que la desaparición del catedrático fue denunciada el mismo día por el obispo Carlos Gattinoni de la Iglesia Evangélica Metodista, y La Nación, un día después, refiere que en Holanda hay inquietud por el secuestro y que la Cancillería pidió formalmente por él a las autoridades del país.

Un hombre clave y estrecho colaborador del ex presidente Carter, Philip Potter, también elevó la voz. Desde Ginebra, sede del Consejo Mundial de Iglesias, exhortaba a Videla a adoptar “urgentes medidas para ubicar el paradero del profesor Mauricio López, secuestrado en su hogar el día de año nuevo”. Asimismo, Potter movilizó a las Naciones Unidas, a través de su secretario general Kurt Waldheim. Tales gestiones debieron haber tenido su correlato ya que sus captores le permitieron escribir una carta en los primeros días del cautiverio y la enviaron a su domicilio.

Es llamativo que en 1976 haya realizado varios viajes, fueron hechos con motivo de activar la Comisión “Programa de Diálogo”. El último viaje fue en diciembre de 1976, poco antes de su secuestro: participó en una reunión ecuménica en San José de Costa Rica y después de visitar a algunos amigos argentinos exiliados, regresó a Mendoza justo a tiempo para compartir las celebraciones de Navidad y Año Nuevo con su madre y hermanos. Fue la última Navidad de Mauricio López.


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Un hombre superior

Emilio Mignone, ex rector organizador de la Universidad Nacional de Luján, fue uno de los amigos de Mauricio López. Surgió esa amistad en 1975, años que los verá a ambos como rectores transitando la difícil coyuntura de la intervención de Ivanisevich. En su libro Universidad Nacional de Luján. Origen y evolución, dedica varias páginas a su amistad con Mauricio López. En ellas se dice:

“En las reuniones de rectores con el Ministro (Ivanisevich) y el Secretario General (Frattini) solía sentarme al lado del rector normalizador de la Universidad Nacional de San Luis. Mauricio López. Éramos los rectores más antiguos, los únicos designados por Cámpora a mediados de 1973. Habíamos sobrevivido milagrosamente a la hecatombe producida por la misión Ivanisevich. Lo atribuyo a causas similares: ambos llevamos a cabo una gestión racional, progresista, sin sectarismos y abierta a la comunidad. Esto dio lugar a que no tuviéramos que soportar ocupaciones y trastornos, logrando un apoyo de la sociedad que impulsó a los nuevos gobernantes, no digo a respetarnos, pero al menos, tolerarnos. (…) López era un hombre superior, de elevado espíritu religioso, fino, erudito, ecuménico. Sufría enormemente en esas maratónicas sesiones del Consejo de Rectores convocadas por Ivanisevich. La duración de las reuniones era de ocho horas promedio, sin intervalo. Donde, cuando hablaba, por la vulgaridad general ni siquiera le entendían. Una vez –recuerdo– empezó su intervención diciendo que era un espíritu irénico (vocablo teológico sinónimo de amplio, ecuménico, que viene de San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo II, que a través de sus escritos mostraba esa propensión y de quien deriva la doctrina denominada irenismo). Y Frattini lo interrumpió para decirle, molesto: “Señor rector, yo también soy irónico”.

(Revista Veintitrés, 19 de diciembre de 2012)

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