INTERNACIONAL / La ofensiva golpista en Sudamérica / Escribe: Stella Calloni






La destitución de Fernando Lugo en Paraguay se encuentra estrechamente relacionada con el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras y los intentos golpistas en Venezuela, Bolivia, Argentina y Ecuador. El rol de la USAID, la UnoAmérica y el Departamento de Estado norteamericano en los procesos desestabilizadores en América Latina.


El reciente Golpe de Estado parlamentario en Paraguay tomó elementos básicos de viejas contrainsurgencias, como un montaje de provocación criminal: el desalojo de campesinos, el enfrentamiento y la acción rápida de un operativo que estaba preparado desde hacía tiempo (como revelan varios documentos) y que tenía como finalidad darle un viso de institucionalidad a la destitución del presidente electo democráticamente, Fernando Lugo. Pero los hechos se sucedieron con una dinámica nueva: el trágico supuesto enfrentamiento, y la preparada estrategia de un Parlamento conformado por ex golpistas - como el general Lino Oviedo y sus seguidores, ex funcionarios y empresarios que se enriquecieron apoderándose de tierras bajo la sombra de la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989), ahora acompañados por sectores del tradicional Partido Liberal Radical que hace rato traicionaron sus propios orígenes (su histórico dirigente Domingo Laino está contra el golpe y se había alejado tempranamente de Franco).

Lugo tenía solo una diputada, Aída Robles, en ese escenario gris y cruzado por antiguas y nuevas mafias latifundistas, empresariales, militares y policiales.

Ni siquiera había que tomarse el trabajo que realizó en Honduras el embajador John Negroponte en 2008, enviado por el Departamento de Estado, quien desde poco tiempo después de la asunción del presidente Manuel Zelaya, comenzó trabajar para corromper todo lo que estuviera a su paso y especialmente a los partidarios del mandatario en las Cámaras.

En ese 2008 ya se había avanzado lo suficiente para lograr que el Congreso votara una nueva Corte Suprema, cuya lista prepararon Negroponte y el embajador de Washington en Tegucigalpa, el cubano americano Hugo Llorens.

Así se practicó un modelo de golpe duro: el secuestro brutal del presidente y su traslado al exterior, previo paso por la base militar estadunidense de Palmerola. Mientras los militares ocupaban posiciones estratégicas, se llevó adelante la parte suave del golpe: el Congreso y la Corte Suprema cumplían su nueva misión, que era justificar el golpismo negándolo. De acuerdo a sus conclusiones, no era un golpe sino un necesario cambio ante supuestas amenazas de parte de Zelaya (que ni siquiera proponía su reelección).

Habían actuado para “salvar la democracia hondureña”, inexistente por supuesto, porque no hay democracia posible en un país pequeño, ocupado por bases de Estados Unidos y utilizado en distintas circunstancias, contra la voluntad de su pueblo, como trampolín de intervenciones y guerras regionales.

Washington había logrado sorprender con un nuevo modelo de golpe duro y suave. Nadie se dispuso a estudiar sus mecanismos y orígenes, la presencia en todos nuestros países de las Fundaciones del poder hegemónico, como la USAID (Agencia Internacional para el Desarrollo), otras similares y sus redes de ONGs.

En el golpe de Honduras participó activamente la Fundación UnoAmérica, creada en Colombia en diciembre de 2008 y que reúne a la plana mayor de militares de todas las pasadas dictaduras latinoamericanas, mercenarios, partidos y movimientos políticos de la ultraderecha.

La colaboración de esta entidad en la guerra sucia- que prosigue en estos tiempos- fue tan efectiva que el ex dictador Roberto Micheletti condecoró públicamente al venezolano Alejandro Peña Esclusa, presidente de UnoAmérica, quien luego intentó un complot para asesinar al presidente de Venezuela Hugo Chávez.

Esto es lo que camina por América Latina, una invasión silenciosa que denunciamos desde hace años infructuosamente y que se hace visible cuando suceden hechos irreparables, como los golpes en Venezuela en el 2002, Honduras en 2009; o los intentos frustrados, como en Argentina hacia marzo-julio de 2008, Bolivia, en septiembre de 2008 (en este último caso abortado por la enérgica acción de Unasur), y Ecuador en el 2010, donde actuaron fuerzas policiales, con civiles detrás.

UnoAmérica tiene una misión precisa: infiltrar y activar descontentos en fuerzas policiales, militares y de seguridad del continente, herederas en su mayoría de las viejas directrices de las dictaduras de la región. Acusa a los gobiernos progresistas de la región de pertenecer al Foro de San Pablo y, por lo tanto, constituir una especie de amenaza comunista, y al estar integrados los consideran como organizaciones supranacionales en el mismo esquema de la Guerra Fría. Por lo tanto, ellos han creado una organización supranacional para actuar contra esos gobiernos y se consideran defensores de una supuesta democracia occidental.

Salvando las distancias y las características, es la misma base ideológica con que se estructuró la contrainsurgente Operación Cóndor, que actuó como una coordinadora criminal de las dictaduras del Cono Sur, con extensiones luego a Centroamérica en los años 80. En la reunión que dio origen a la Operación Cóndor, en noviembre de 1975 (aunque ya actuaban operaciones conjuntas previas, asesinatos y secuestros), recomendaba su creación para enfrentar a lasCoordinadora Revolucionaria de las organizaciones político-militares de la izquierda que actuaban en el Cono Sur, aunque ya estaban debilitadas por los golpes en Uruguay y Chile en 1973, por la acciones parapoliciales en Argentina y el golpe de 1971 en Bolivia.

Ahora han creado esta organización UnoAmérica con financiamiento de la CIA. Tiene conexiones con la red de Fundaciones de la CIA y organismos de inteligencia aliados a esta, y su papel es promover la desestabilización en todo el continente y, donde sea posible, por vía militar o policial.

Cada golpe utilizó un nuevo modelo. El golpe que se intentó en Bolivia en agosto- septiembre de 2008 tenía una conformación similar a lo que usarían en Libia en 2011 y Siria 2012. Por una parte, crear una rebelión interna -en caso de Bolivia, con los fascistas de la media Luna (Pando, Beni, Santa Cruz) que en unas horas incendiaron más de 170 edificios -, y por la otra, una matanza de campesinos que manifestaban a favor de Evo Morales, matanza que intentaron atribuir al presidente boliviano. La intervención de Unasur, impidió esta acción de guerra sucia.

En estos momentos, en el escaso tiempo de diez días, desde el 15 de junio, cuando se armó el cruento escenario Curuguaty, zona de la Cordillera paraguaya donde seis policías desarmados que dialogaban con los campesinos fueron muertos con dramática eficiencia de francotiradores, con disparos en el cuello y la cabeza hechos con armas que no existen en esa región, se desató la represión de fuerzas especiales paraguayas, instruidas por Estados Unidos y asesores colombianos.

A los seis policías se sumaron 11 campesinos muertos, decenas de heridos y desaparecidos. La Comisión Investigadora formada por Lugo confirmó en su primer trabajo que los policías habían sido muertos por expertos, que entre las armas tomadas en los allanamientos a casas campesinas, ninguna de las viejas escopetas de caza fueron usadas en el lugar. El hecho fue utilizado para llevar adelante un proyecto intentado al menos 24 veces antes, un juicio político para destituir al presidente, en 24 horas, sin investigar, usando un libelo, con informes de periódicos que como el ABC participaron a los largo de los últimos cuatro años de una campaña brutal contar Lugo.

No hubo pruebas, sino sólo la impunidad de un Congreso donde conviven personajes de la pasada dictadura, que deberían estar detenidos desde hace largo tiempo por participar y ser cómplices de los delitos de lesa humanidad cometidos en los 35 años en que gobernó Alfredo Stroessner.

Lo que parecía simple y sencillo para las camarillas del Congreso paraguayo, dominado por el prodictatorial Partido Colorado y sus nuevos amigos la corriente de Federico Franco del Partido Liberal Auténtico y otros, no terminó siendo tan fácil.


La presencia del pueblo en las calles, recuperando una conciencia colectiva gracias a los últimos años, donde no se había podido comenzar una transición real, constituyó un marco impensable, sobre todo si se tiene en cuenta la impunidad que permitió la continuidad de los cómplices del dictador Stroessner. En horas se conformó un Frente en Defensa de la Democracia y otros de Resistencia. Hay manifestaciones y cortes de ruta todos los días. Los países del Mercado Común del Sur reaccionaron de inmediato, desconociendo al nuevo gobierno golpista y creando una situación internacional inédita para Paraguay.

Pero nadie puede dejar de analizar quiénes están detrás de este golpe y la coincidencias con el amotinamiento policial en Bolivia, considerando que la Fuerza Policial de ese país ha sido formada por Estados Unidos, y que este país tiene una relación directa con una buena parte de sus funcionarios. Tampoco puede dejar de verse la inexplicable violencia utilizada en el sur de Argentina, donde se atacaron refinerías petroleras por una solicitud de aumento de salario, que en ninguna circunstancias podía justificar esa violencia, precisamente cuando la Presidenta Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, decidió que el Estado tome el control de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), entregada al mejor postor en los años 90. Nada es casual. Tenemos que observar todos los sucesos y analizarlos dentro del proyecto contrainsurgente de recolonización y control de los recursos naturales de América Latina, y advertir que estos golpes como el de Honduras y Paraguay afectan a la Integración y la unidad latinoamericana, la mayor fuerza de defensa de nuestros países.

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