HISTORIA / No hay política de salud sin política social (primera parte) / Escribe: Daniel Barrios






El movimiento que nacía con la llegada de Perón al poder no sólo estaba basado en lo que su líder podía dar sino, también, en la tarea de numerosos hombres capaces que brillaron en muchas áreas. Uno de estos hombres fue el doctor Ramón Carrillo, quien fue el primero en aplicar en la Argentina una política sanitaria.

Ramón Carrillo nació en Santiago del Estero el 7 de marzo de 1906, hijo del profesor Ramón Carrillo y de la señora María Salomé Gómez Carrillo. Pasó sus primeros años de vida en su ciudad natal. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Manuel Belgrano y los secundarios en el Colegio Nacional de Santiago del Estero. Obtuvo su título de bachiller en 1923, con Medalla de Oro. Cuando todavía cursaba el secundario, escribió una temprana obra literaria en la que ya dejaba ver su interés por los temas sociales.


En 1924, viajó a Buenos Aires para cursar estudios en la Facultad de Medicina. Inició las clases con solo 17 años, siendo el más joven de su curso. En 1927 obtuvo, por concurso de calificaciones, el cargo de Practicante Externo del Hospital de Clínicas y, casi al mismo tiempo, comenzó sus tareas como redactor de la Revista del Círculo Médico Argentino y Centro de Estudiantes de Medicina, de la que llegaría a ser subdirector. Ese mismo año conoció al doctor Manuel Balado, importante neurocirujano argentino con formación en los Estados Unidos, con quien publicaría trabajos científicos que fueron calificados como los primeros trabajos publicados en serie y los cuales presentaban una alta calidad en sus métodos de investigación.

Pese a estar compenetrado en sus estudios, tuvo tiempo para ocuparse de la situación social que lo rodeaba, sentía que faltaba un movimiento político que contuviese a la masa de necesitados. Expresó sus críticas a la prensa, las letras y las artes, ya que pensaba que no representaban cabalmente a la Argentina, en especial al interior, sino que estaban impregnadas de ideas extranjeras.

A los 22 años de edad recibió su título de médico. En 1930, gracias a sus altas calificaciones y a la calidad de sus trabajos, ganó la Beca de la Universidad de Buenos Aires, que consistía en tres años de perfeccionamiento en Europa. Eligió capacitarse en Holanda, Francia y Alemania. Su paso por Europa, además de servirle para aumentar sus conocimientos médicos, le permitió ver los cambios políticos que estaban produciéndose en ese momento (1930-1933).

En octubre de 1932, Carrillo representó a la Argentina en el Primer Congreso de Neurología, en Berna, Suiza, siendo el participante más joven y uno de los más activos. Retornó al país en 1933 y lo encontró en medio una gran crisis económica y política, propia de la Década Infame, y en esa etapa continuó buscando el modelo nacional que faltaba en ese momento. Cuando las discusiones entre aliadófilos, germanófilos y neutralistas ya lo aburrían, conoció a Juan Perón, quien trabajaba para salirse de esos modelos preestablecidos y buscaba elaborar un plan nacional y popular. Carrillo trabajó con Perón en un proyecto que abarcaba la Salud Pública y la Educación.

El 17 de Octubre de 1945 lo encontró como Jefe del Servicio de Neurocirugía del Hospital Militar, lo que lo convirtió en un testigo privilegiado de la llegada de Perón en las primeras horas de ese día. Según cuentan allegados a Carrillo, después de una reunión con Perón, salió del hospital con una serie de misivas para activos participantes de tan histórica jornada.

Después de las elecciones que llevaron al Partido Laborista al poder, el doctor Carrillo pasó a ocupar un lugar importantísimo en la estructura del naciente peronismo. El 23 de mayo de 1946, en acuerdo general de ministros, se creó la Secretaría de Salud Pública, con rango de ministerio (pasaría a ser Ministerio con la reforma constitucional de 1949). El 29 de mayo, mediante un decreto del Poder Ejecutivo, el profesor doctor Ramón Carrillo fue designado Secretario de Salud Pública, cargo que asumiría el día 4 de junio de 1946 cuando el General Juan D. Perón se hizo cargo de la presidencia.

Al iniciar sus funciones, el doctor Carrillo se encontró con una gran desorganización, con instalaciones sanitarias inadecuadas, y con falta de camas, de equipamiento médico, de insumos y de personal capacitado.

Esto fue lo que lo motivó a comenzar a trabajar en una serie de cambios representados en tres puntos que el mismo Perón enunciaría:

1. Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud.
2. No puede haber política sanitaria sin política social.
3. De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados.

Carrillo marcó un interés especial en áreas que el Estado no había profundizado hasta entonces: la medicina preventiva, la medicina social y la atención materno-infantil.

Como ejemplo de su pensamiento podemos referirnos a sus dichos:

* La medicina moderna tiende a ocuparse de la salud y de los sanos y el objetivo principal es ya no curar al enfermo sino evitar estar enfermo.
* La medicina no sólo debe curar enfermos sino enseñar al pueblo a vivir, a vivir en salud y tratar que la vida se prolongue y sea digna de ser vivida.
* Las tareas de los higienistas no rendirán frutos si previamente no se consolidan las leyes obreras destinadas a dignificar la tarea en fábricas y oficinas, a mejorar sueldos y salarios y lograr los beneficios de jubilaciones y pensiones.
* A los fines de la Salud Pública, es más importante proporcionarle a la madre los medios para que, una vez que tenga al hijo, pueda defenderse de las contingencias posibles, o bien otorgar al padre los medios materiales para atender al nuevo hijo.
Para la organización de su Secretaría elaboró un plan de más de cuatro mil páginas, el Plan Analítico de Salud Pública, en el que preveía hasta el más mínimo detalle.
Todos los puntos del funcionamiento hospitalario estaban contemplados en este plan: cada empleado debería atender su función específica y todos ellos eran importantes por igual.

El cuerpo médico dependía de que las áreas de mantenimiento, intendencia, lavandería, ropería, administrativa, contable, compras y personal cumplieran acabadamente con sus funciones.

Carrillo también otorgó a la arquitectura hospitalaria una relevancia que no había tenido hasta entonces y promovió la construcción de centros de salud espaciosos, luminosos y funcionales.

Incluso alentó la creación de una cátedra de Arquitectura Hospitalaria, así como la organización de cursos de instrumentación quirúrgica, enfermería, administración hospitalaria, hemoterapia, radiología, anestesiología, alimentación y muchos otros.

Como parte de su estrategia para mejorar la estructura sanitaria, Carrillo dividió el país en zonas sanitarias y planificó para cada una de ellas la atención especifica de sus problemas, procurando lo que denominó -centralización normativa y descentralización ejecutiva, es decir que todos en la órbita de la Secretaría de Salud se regirían con las mismas normas y criterios, pero las decisiones y la atención directa quedaban bajo la decisión de cada uno de los centros de salud, aun en el caso de los más pequeños.


Como ejemplo del buen funcionamiento de su estrategia puede mencionarse la llegada de la vacunación antivariólica y antidiftérica hasta los pueblos más aislados y distantes.

Pese a que algunos sostuvieron lo contrario, la gestión de Carrillo siempre colaboró con la Fundación Eva Perón, y coordinó con ella el establecimiento de Hogares para la Ancianidad (lo que se podría decir que fue el inicio de la geriatría en nuestro país) y Hogares Escuela, en donde se albergaba, educaba y alimentaba a los niños más necesitados.

Como hechos relevantes de su incansable obra al frente de la Secretaría de Salud podemos destacar que el doctor Carrillo fue el primero en todo el mundo en llevar a cabo una campaña exitosa para erradicar una endemia (la campaña contra el paludismo, dirigida por los doctores Carlos Alberto Alvarado y Héctor Argentino Coll); la creación de EMESTA, primera fábrica nacional de medicamentos; y el apoyo a los laboratorios nacionales por medio de incentivos económicos para que los remedios estuviesen disponibles para toda la población sin tener que depender de la voluntad de los laboratorios extranjeros (que preferirían volcar sus productos en los mercados europeos).

Su fecunda actividad se vio resentida por una enfermedad de la que había sufrido una recaída en 1951. Padecía de hipertensión arterial con cefaleas intensas, lo cual dificultaba su trabajo.

(sigue en la edición de mañana)

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