MENDOZA / Acerca de la “Cármona” (sic) / Documento






Existen algunos periodistas que la van de inteligentes porque inventan juegos de palabras. Como ésta del Señor Padilla que creyéndose ingenioso inventó un nuevo sustantivo del campo de la política: la “Cármona”, agrupación política producto de su imaginación, dado que solo existió en su mente.



Esa construcción virtual que ha pergeñado se la atribuye, como intención no concretada, al actual diputado Dr. Guillermo Carmona, a quien le carga además una serie de des-virtudes, como la de no haberse animado a construirla, o que no quiso construir o que coqueteó con hacerla y nunca tuvo la intención y le sirvió para engañar a una serie de giles dentro de la que nos incluye, por haber acompañado ese proceso. Y parece que él también se incluye, como se infiere de sus palabras iniciales cuando dice textualmente “aires nuevos que esperanzaron a más de uno (y a quien suscribe)”.
Lo primero que queremos decirle a Padilla que se comporta como la novia engañada y quiere desparramar su bronca y su visión del quehacer político a una serie de militantes que no piensan como él. Salta a la vista que algún sueño personal de transformarse en un importante funcionario del posible “gobernador” Carmona se ha visto frustrado en el cerebro de Padilla.
Y como el ladrón cree que todos son de su condición, reduce el quehacer político a formar una “banda” que se apropia del gobierno y cuyos miembros, todos, reciben un premio: algún cargo en el estado, más o menos importante, ministro de comunicaciones o sacador de fotocopias. Esta última expresión, extraída de su propio texto, la que encierra un desprecio incomprensible, casi oligárquico, por aquellos compañeros laburantes que tienen como trabajo el sacar fotocopias, trabajo tan digno como cualquier otro.
No queremos hoy ponernos a analizar ni a contestar la descripción que Padilla hace de los hechos políticos que resolvieron la interna del Frente para la Victoria en la provincia de Mendoza, descripción que adornada con algunos hechos ciertos, está llena de falsedades y de prejuicios en la apreciación.
Queremos sí afirmar algunos principios que nos conducen, a los que seguimos en la ardua tarea de construir una corriente política que exprese al mismo tiempo la continuidad del Movimiento Nacional y la posibilidad de su transformación en algo superior, afirmando sus virtudes y combatiendo sus falencias y defectos.
Tradición y renovación no son contradictorias. Ser y existir, permanecer y cambiar, son conceptos convivientes. Nuestro Río Atuel, trae todos los días agua nueva y a pesar de ello y mientras siga habiendo nieve en las montañas, será, en esencia, siempre el mismo río, turbulento, agitado, tenso. Y aunque se le construyan diques y contenciones, el agua siempre pasa. Y bajo esta misma imagen visualizamos a nuestro querido movimiento nacional, el que comenzó a gestarse con Hernandarias en Asunción, continuó con Belgrano en Salta y Tucumán y San Martín en Mendoza organizando el ejército Los Andes, con Rosas en Obligado, con Perón y su proyecto de justicia, soberanía e independencia, y que en las épocas actuales, se manifestó tras las figuras de Néstor y Cristina, quienes se propusieron recuperar la esencia de los principios del movimiento, con la “actualización doctrinaria”, que sin trasgredir aquellos, nos permitan adecuarnos a las cosas nuevas que en el mundo ocurren.
Los que tenemos más de cuarenta años de militancia en el Movimiento Peronista y que las hemos visto todas y que además abrevamos nuestro pensamiento y nuestra forma de analizar el devenir de la política en lo que nos enseñara el general Perón, sabemos que los grupos dentro del movimiento son circunstanciales, son herramientas para actuar sobre las circunstancias de una etapa determinada. Son como el agua que pasa. Y que lo único permanente es el movimiento, siempre y cuando se conserven los principios que dieron origen a su existencia.
Sabemos por otra parte que en los agrupamientos, grandes o pequeños, partidos o grupúsculos, siempre están presentes dos clases de gente: los que en serio trabajan con vocación de servir a la comunidad, único sentido del quehacer político, y aquellos otros que se suman porque encuentran en el grupo la posibilidad de la trepada. Estos, como las ratas o como Padilla, son los que primero se bajan del barco, cuando la tormenta arrecia y se corre el peligro del naufragio.
Algunos vimos en Guillermo Carmona un tipo con valores. Vimos que no había metido la mano en la lata, vimos su capacidad de escuchar la opinión de otros.
Vimos que había entendido que corríamos el riesgo de transformarnos en una círculo político sectario, que, como nos dijera Perón en una de las veinte verdades, son siempre antipopulares, y que era posible confluir con distintos grupos, aún con aquellos provenientes de distintas raigambres ideológicas, para enriquecer la vida del movimiento. De la misma manera que naciera en 1945 el Movimiento Peronista. Y a los que nos une la convicción de que más allá de los errores y falencias, la política de este gobierno debe ser defendida a rajatabla. No otra cosa es la Corriente Nacional de la Militancia que se define a si misma como una “federación de múltiples agrupamientos locales que existen en el conjunto del territorio nacional”, como nos lo manifestaran Agustín Rossi o el ex ministro Taiana en sus visitas a la provincia, San Rafael incluido.
Vimos en él un político honesto reconocido por la conducción del movimiento que propuso su designación como presidente de una de las comisiones más importantes de la Cámara de diputados. Vimos en Carmona un luchador con un importante pasado de militancia y una apuesta hacia el futuro.
Vimos una actitud en Carmona que fue la de priorizar los intereses generales de los argentinos por sobre las necesidades personales de algunos militantes, lo que quedó expresado en sus palabras, pasada la interna, convocándonos a apoyar a los gobiernos (nacional, provincial y municipal) surgidos de las filas del movimiento, superando contradicciones de segundo orden.
Y que, además, debemos apuntar al futuro. No otra cosa es la fundación y organización del Foro del Nuevo Cuyo, institución destinada a analizar la realidad de la región y proponer soluciones a los problemas que nos aquejan.
No sentimos habernos quedado a la intemperie sin protección: contamos con un importante paraguas que son nuestros principios y nuestra doctrina, que nos protege de la confusión y que nos ha servido para transitar tantos años de desviaciones.
Y no nos regodeamos en revolver la basura del pasado o en “sembrar la cizaña”, usando la vieja parábola evangélica. Nos preocupan las desuniones pero las afrontamos con diálogo, reconociéndoles a los que discrepan bienintencionadamente algún grado de razón y a los que se equivocan, la posibilidad de rectificarse.
Y tratamos de no prestarnos a los actos de provocación como el de la nota de Padilla.




(Corriente Nacional de la Militancia, San Rafael, Mendoza)

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