Desde la firma del Tratado de Asunción en 1991 no sólo pasaron dos décadas sino varios presidentes en cada país miembro, cada uno con su programa económico.
Entre Nosotros gobernaron Raúl Alfonsín (quien en 1985 firmó con Brasil el acuerdo fundador), Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner.
El Mercosur creció gracias a algunas de esas gestiones y sobrevivió a otras, aún a la de Domingo Cavallo, que lo despreció.
El reciente ingreso a Venezuela marca un punto de inflexión.
Ahora el Mercosur es una potencia energética, y lo será todavía más cuando Bolivia y Ecuador (importantes productores de gas y petróleo respectivamente) formalicen su incorporación como socios plenos, lo que ocurrirá antes de que termine este quinquenio.
Desde el primer día el Mercosur fue una potencia alimentaria y un espacio de creciente desarrollo industrial, gracias a fuertes inversiones directas.
Sus acuerdos estratégicos con China y el Asia-Pacífico (necesitados de petróleo y granos), así como sus crecientes intercambios con India, Rusia, Egipto y Sudáfrica, entre otras naciones, le dan una posición confortable en la economía mundial.
El crecimiento de sus exportaciones tiene una clara orientación sur-sur.
Si sumamos las personas que viven en los países mencionados en el párrafo anterior veremos que constituyen más de la mitad de la población mundial.
Ese es el mercado exterior del Mercosur y, por lo tanto, hacia allí debe orientarse su política exterior.
El futuro ingreso de Bolivia y Ecuador le dejará pocas alternativas a Chile y Perú, dos países que por el momento no tienen interés en sumarse, en tanto que Colombia, que tampoco lo tiene, ya pertenece, de hecho, al ámbito comercial de América del Norte.
La crisis económica que afecta al hemisferio norte podrá frenar en parte el desarrollo industrial del Mercosur, pero no su creciente capacidad de producir alimentos.
La defensa del empleo y de los mercados internos no alcanzará para convertirse en blindaje (ni siquiera Estados Unidos puede hacer tal cosa), aunque sí en la defensa necesaria para afrontar los malos tiempos.
“Comprar a quienes nos compran” debe ser la divisa comercial del Mercosur. Y la prioridad será agrandar el comercio al interior del acuerdo.
Por ejemplo, Brasil compra en el exterior más de u$s 150 mil millones por año.
Si (además de lo que ya le vende) el cinco por ciento de esa cantidad le fuera provisto por la Argentina, desaparecería el déficit comercial con el gran socio, origen de los principales desencuentros comerciales.
El próximo desafío del Mercosur es llevar su comercio interior a u$s 75.000 millones por año.
Para ello deberá ir reemplazando proveedores externos por socios.
La segunda herramienta es la sustitución de importaciones, siempre que se haga con tecnología de vanguardia, lo que permitirá producir bienes con calidad y precios internacionales.
(Fuente: NAC&POP, 3 de agosto de 2012)