HISTORIA / El peronismo y la avanzada estatal sobre el sector eléctrico (parte 2) / Nota






Además de las obras, cuyos comienzos experimentaron las demoras explicadas, AyEE fue aumentando su producción por la incorporación paulatina de centrales por expropiación y por vencimiento de las concesiones del grupo EBASCO (ANSEC) (44).
Diversas provincias habían expropiado entre 1944 y 1945, las usinas térmicas del grupo EBASCO y una central hidroeléctrica en Tucumán. Esa provincia, Entre Ríos, Santa Fe y Jujuy hicieron convenios con la Nación, traspasándole luego los servicios expropiados a AyEE, que los tomó a su cargo y los amplió.


También se expropiaron diversos servicios eléctricos del grupo SUDAM en Santa Fe, Buenos Aires y Santiago del Estero (45).
Numerosas y pequeñas usinas fueron expropiadas a SUDAM y EBASCO que pasaron al patrimonio de AyEE tales como la de Aguilares, Monteros, San Pedro Colalao, Quebrada Lules, Concepción, Villa Alberti, Sarmiento, Avellan y Acheral en Tucumán, General Roca, Villa Regina, Cipolletti y Allen en Río Negro, Colón, Victoria, Paraná y Seguí en Entre Ríos, Calcines, Rosario Tala y Municipal de Rosario en Santa Fe, Corrientes y Jujuy (46).
Estas incorporaciones se reflejaron en el crecimiento de producción de energía eléctrica de AyEE, que de una pequeña base inicial del 2 % llegó en 1951 al 5,7 % (ver tabla 2).

¿Energia termoeléctrica o hidroeléctrica?

Las principales opciones que tenía el Estado para producir energía eléctrica era continuar con las centrales térmicas o pasar al nuevo sistema hidroeléctrico.
Recordemos que las centrales térmicas o termoeléctricas producen energía eléctrica a partir de la combustión de carbón, fuel-oil o gas en una caldera diseñada al efecto. Esta combustión permite la transformación de la energía térmica del combustible en energía eléctrica.
En cambio las centrales hidroeléctricas se caracterizan por un sistema de captación de agua que provoca un desnivel que origina una cierta energía potencial acumulada.

El paso del agua por la turbina desarrolla en la misma un movimiento giratorio que acciona un alternador y produce la corriente eléctrica.
Las ventajas de las centrales hidroeléctricas eran numerosas: no requieren de combustible, sino que usan una forma renovable de energía, constantemente repuesta por la naturaleza de manera gratuita, dicha forma es limpia, pues no contamina ni el aire ni el agua y a menudo puede combinarse con otros beneficios, como riego, protección contra las inundaciones, suministro de agua, caminos, navegación y aún ornamentación del terreno y turismo, sus costos de mantenimiento y explotación son bajos, las obras de ingeniería necesarias para aprovechar la energía hidráulica tienen una duración considerable y finalmente la turbina hidráulica es una máquina sencilla, eficiente y segura, que puede ponerse en marcha y detenerse con rapidez y requiere poca vigilancia siendo sus costes de mantenimiento, por lo general, reducidos.
Sin embargo la opción hidroeléctrica tenía también sus desventajas: su emplazamiento, determinado por características naturales, podía estar lejos del centro o centros de consumo y exigir la construcción de un sistema de transmisión de electricidad, lo que significa su aumento de la inversión y en los costos de mantenimiento y pérdida de energía, la construcción llevaba largo tiempo en comparación con la de las centrales termoeléctricas y finalmente la disponibilidad de energía puede fluctuar de estación en estación y de año en año (47).

Entre 1946 y 1951 la producción de energía eléctrica dependió casi exclusivamente de las centrales termoeléctricas, que representaban más de un 80 % en el periodo, y fue mínima la participación de las centrales hidroeléctricas, las cuales sufrieron una importante reducción entre 1948 y 1951, por diversas sequías, llegando a un 2,8 %.

Es necesario destacar la importancia de la energía generada por autoproducción, que equivalía a más de un 15 % del total en el periodo y que era mayor incluso que la producción de energía hidroeléctrica.

Debido a la insuficiente producción y distribución de la energía y al enorme crecimiento industrial en algunas zonas del país, algunas grandes industrias, que requerían grandes cantidades de energía en el proceso industrial de los productos que elaboraban, tales como las del papel, azúcar, celulosa y refinación de petróleo, produjeron su propia energía eléctrica.

La autoproducción de electricidad les convenía para no pagar una tarifa excesiva y no depender de líneas de transmisión y distribución que no cubrían adecuadamente ciertas regiones (48).
Entre 1946 y 1951 la autoproducción se mantiene estable, representada en una 15 % de la producción eléctrica

La opción entre producir energía a partir de centrales termoeléctricas o de la hidroelectricidad fue dirimida tempranamente por Perón.

El presidente argumentaba que para poder industrializar en la región tengo que darle energía barata, porque con energía a 45 o 55 centavos el kilovatio, no se puede hacer mucha industria a buen precio.

Mientras no tengamos la energía hidroeléctrica, por la que estamos trabajando sin descanso, para suplir con ella a la energía termoeléctrica, no hay solución económica posible (49).

AyEE, consecuente con las ideas de Perón, orientó considerablemente su inversión hacia la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas en zonas específicas del país.

La decisión estatal de no nacionalizar raudamente ni absorber a las grandes empresas privadas de servicios públicos, determinó que AyEE tuviese que operar en zonas principalmente aisladas debido a la hegemonía que tenían estos grupos privados en los grandes centros urbanos y en numerosas áreas del país.

Esta división de empresas privadas y públicas generó numerosos inconvenientes en el servicio eléctrico.

Las empresas privadas no querían invertir y las públicas no podían entrar en ese mercado protegido (50).
Apostar a la energía hidroeléctrica implicaba tiempo, ya que estas centrales demoraban años en construirse y mientras tanto el servicio eléctrico continuaba deteriorado y no alcanzaba a satisfacer la demanda mínima que estaba en permanente aumento.
En este periodo se destacan la puesta en funcionamiento de diques y centrales hidroeléctricas tales como Los Quiroga en Santiago del Estero, el Escaba de Tucumán y El Nihuil en Mendoza y los proyectos de construcción de centrales hidroeléctricas en todo el país.

La ubicación de las obras más importantes fue la siguiente; 6 diques con usina en Córdoba, otros 6 en Catamarca, 4 en Río Negro y 3 en Mendoza.
Este nuevo aprovechamiento de fuentes naturales lo expresaba Perón argumentando que el agua puede separarse de la energía en el diccionario, pero en los hechos, agua y energía son los componentes de un conjunto armónico (51).
El peronismo respaldó todas las obras realizadas en materia energética y esto se reflejó en la nueva constitución nacional de 1949 que incluía un artículo que especificaba que los servicios públicos pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o concedidos para su explotación.

Los que se hallaran en poder de particulares serán transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa, cuando una ley nacional lo determine (52).

Un problema: el Gran Buenos Aires

En materia energética, el Gran Buenos Aires generaban más del 70 % de producción de energía eléctrica.

Esto estaba en relación con la gran concentración industrial en permanente desarrollo y con el enorme aumento de población en el periodo explicado anteriormente.
En 1950 y 1951 el Gran Buenos Aires poseía más del 73% de la producción de energía eléctrica. (ver tabla 6).

En el Gran Buenos Aires la mayor parte de la producción y distribución de energía eléctrica estaba en poder de las empresas privadas mencionadas anteriormente para el ámbito nacional: CADE, CIAE y la Compañía de Electricidad de la Provincia de Buenos Aires (CEP).

En el resto de la provincia se sumaban a las anteriores, otras empresas privadas junto con ANSEC y SUDAM.
En el Gran Buenos Aires, la CADE y CEP forman un único sistema alimentado principalmente por las centrales "Puerto Nuevo" (Capital Federal) y "Dock Sud" (Avellaneda).

Estas centrales abastecían los centros primarios de transformación desde donde se enviaba la energía a las redes de distribución.
Por su parte la CIAE poseía dos grandes centrales en la Capital Federal denominadas Puerto Nuevo y Pedro de Mendoza, que funcionaban interconectadas.

Desde esta última partían los cables que alimentan a las redes de distribución.
Las anteriores empresas privadas hegemonizaban el sector eléctrico en la provincia frente a algunas escasas cooperativas, usinas municipales y sociedades anónimas (53).
Frente a esta complicada situación, el gobierno de Mercante, en absoluta consonancia con la política energética nacional, decidió la creación un nuevo organismo relacionado con la energía eléctrica, la Dirección de Electricidad y Mecánica (en adelante DEMBA) con el fin de a proponer al Poder Ejecutivo la primera etapa de un plan general de electrificación (54).
Esta iniciativa formaba parte de un plan más amplio, y para el cual

DEMBA dividió a la Provincia en cuatro zonas (Noreste, Sureste, Sur y Noroeste de la Provincia) de acuerdo con las necesidades de los partidos que la integran. Sobre esta base se procedió a situar las centrales eléctricas y líneas de transporte (55).
DEMBA en el ámbito provincial al igual que AyEE en el nacional, estaba autorizada a expropiar bienes afectados a la producción, transporte y distribución de la energía eléctrica destinada a servicio público (56).
Esto fue de suma importancia, ya que se efectuaron diversas expropiaciones, pasando numerosas usinas, sobre todo en el interior bonaerense, a ser propiedad de DEMBA; tales los casos de 25 de Mayo, Lobos, Bragado, Chivilcoy, Mercedes, Bahía Blanca, Miramar, Dolores, Chascomús y Coronel Suárez (57).


Asimismo debido a los graves inconvenientes en la distribución y comercialización de la energía eléctrica en la provincia, y a los constantes cortes de energía eléctrica, el Poder Legislativo sancionó una ley que especificaba que ni la Provincia de Buenos Aires ni ninguna Municipalidad otorgaría nuevas concesiones a empresas privadas para la prestación del servicio público.

Solo se exceptuaba a las cooperativas eléctricas del anterior enunciado (58).

La apuesta final: el ENDE, 1950 - 1951


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