(CONTINUA DE LA PRIMERA PARTE DE AYER)
Caído el gobierno peronista, Ramos publica –en 1957- “Revolución y contrarrevolución en la Argentina” que es una versión ampliada y corregida de esa historia argentina que había presentado en “América Latina: Un país”.
Esta historia es corregida en dos puntos esenciales que Ramos descubre posteriormente a la publicación de su libro inicial.
Uno de ellos lo cuenta Methol Ferré en ese artículo del que les hablaba y es el papel de Jose Gervasio Artigas, el papel articulador que Artigas jugó en la nación rioplatense. Descubrimiento que Ramos obtiene en sus viajes a Montevideo y en su amistad, justamente, con Methol Ferré. Fue Methol Ferré, fue Vivian Frías, fueron ese gran historiador y extraordinario expositor que fue Washington Reyes Abadíe y el periodista Roberto Ares Ponsquienes lo introducen en la justa apreciación del papel jugado por Artigas hasta su eclipse en fronda paraguaya. Y estos intelectuales eran los editores responsables, en aquella época, de esa revista “Nexo”, que jugó un papel trascendente en el proceso de autoconciencia histórica de los rioplatenses. Su nombre, “Nexo”, apelaba al papel que el “estado tapón” creado por el Reino Unido, debería jugar en el proceso de integración suramericano: de vínculo geopolítico entre la Argentina y Brasil. Los primeros capítulos del primer tomo de “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, que lleva el título de “Las Masas y las Lanzas”, es una magistral interpretación de los momentos iniciales de las ProvinciasUnidas del Río de la Plata y del papel jugado por el mejor exponente del federalismo, el oriental José Artigas. La exposición del Protector de los Pueblos como un caudillo rioplatense cuyo programa político consistía en mantener la unidad del antiguo Virreinato y no como el creador del minúsculo estado del Uruguay tuvo también un efecto devastador en la concepción histórica vigente, tanto de cuño liberal mitrista, como de origen nacionalista oligárquico. En la visión de Ramos, Artigas es el primero y más grande de los federales y su política se entronca con el proceso de modernización iniciado por los Borbones y los grandes políticos y pensadores fisiócratas españoles, que tuvo en las Cortes de Cadiz su más alta expresión transformadora.
El otro aspecto esencial que actualiza Ramos en este libro es el de la significación del papel jugado por Julio Argentino Roca, su representación social y el sentido de la federalización de la ciudad y el puerto de Buenos Aires. Contra el izquierdismo abstracto, el antiliberalismo de cuño clerical y la mistificación mitrista, Jorge Abelardo Ramos funda una interpretación, basada en el paradigma marxista, que emparenta a Roca y al roquismo con los movimientos populares que lograron la Independencia Americana, que resistieron la hegemonía de la burguesía del puerto de Buenos Aires y que, con los soldados de un incipiente Ejército nacional, aplastaron el secesionismo porteño. Con el brillo característico de su pluma, emparentada con lo mejor de la literatura política argentina –Moreno, Castelli, Monteagudo, De Angelis y hasta Sarmiento y Alberdi- “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina” describe de manera singular el período que se inicia bajo la hegemonía personal del General Julio Argentino Roca en 1870, después de la guerra del Paraguay, y que culmina en 1910 con su segunda presidencia.
“Revolución y Contrarrevolución en la Argentina” es un libro magistral que dos o tres veces al año vuelvo para leer algo, a buscar alguna cosa; porque es una especie de sistema, de “clave” para poder comprender políticamente diferentes momentos históricos que son muy complejos y que están mal explicados. Es un libro al que se le pueden agregar capítulos sobre temas que ocurrieron después de la época en que el libro termina; pero es muy difícil que se le puedan agregar capítulos a los períodos sobre los que el libro trata. Con este libro, decía, Ramos establece de manera definitiva la genealogía política del pueblo argentino y de su clase trabajadora. Y, por lo tanto, vislumbra, tira pautas, imagina cuál puede ser el desarrollo posible de ese pueblo argentino y de esa clase trabajadora. Éste, creo, es el aporte central de “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, libro que –en su momento- fue un libro de consumo masivo, un libro que fue devorado por, por lo menos, una generación de argentinos.
Ramos desarrolla, además, una relación muy íntima y comprometida con dos países, además de la Argentina: con el Uruguay, con el que lo unían casi lazos de sangre, ya que su padre terminó viviendo en el Uruguay, y él mismo se casó con una uruguaya, Fabriciana Carvallo, una joven intelectual, izquierdista y montevideana, madre de sus dos hijos mayores.
Fue tan rica la relación que Ramos establece con el Uruguay que Methol Ferré sostiene –en ese mismo artículo- que Ramos fue a Vivian Trías lo que Juan B. Justo fue a Emilio Frugoni. Juan B. Justo fue el precursor de la constitución del pensamiento central del socialismo uruguayo a través de Emilio Frugoni -su principal dirigente- y, según Ferré, Ramos fue el que consolidó y dio forma al pensamiento político de Vivian Trías, que llegó a constituir una corriente de la Izquierda Nacional dentro del Partido Socialista uruguayo.
Y con el otro país con el que desarrolla un compromiso de preocupación intelectual y política es con Bolivia. Es cierto que, para el trotskismo, Bolivia siempre fue un tema. La característica de la historia boliviana del siglo XX, el desarrollo de la industria minera entre otros factores, hicieron que –curiosamente- el trotskismo tuviera en Bolivia un desarrollo obrero muy importante. Fue el trotskismo el que organizó los sindicatos mineros, y tuvo un gran éxito político no sólo entre los trabajadores mineros, sino también en el campesinado. Para los jóvenes trotskistas de aquella época –estoy hablando de los años 40- el viaje a Bolivia era un viaje iniciático. La mina “Siglo XX”, la mina Catavi, bajar al socavón, todo eso era un viaje iniciático para esa generación.
El establecimiento de una serie de conexiones políticas entre Ramos y varios intelectuales y políticos bolivianos dio origen a su relación con Sergio Almaraz Paz y posteriormente con quien, posiblemente, sea el discípulo más afamado y exitoso de Jorge Abelardo Ramos –por lo menos por ahora- que es el actual Ministro de Hidrocarburos del gobierno de Evo Morales, Andrés Solís Rada. Un hombre formado personalmente por Sergio Almaraz Paz, por Jorge Abelardo Ramos y por otro trotskista que se refugió en Bolivia -país al cual le prestó importantísimos y patrióticos servicios- que fue Adolfo Perelman.
Adolfo, y su hermano Ángel, eran dos jóvenes trotskistas que participaron directamente en la fundación de la Unión Obrera Metalúrgica, a punto tal que Ángel terminó sus días como funcionario de la UOM, especialista en paritarias. Según decían, era el hombre que mejor conocía la lista de actividades fabriles que tenían que ser cubiertas por las discusiones paritarias. Adolfo se va a vivir a La Paz y es uno de los hombres que participa activamente en la creación del primer horno de estaño que se hace en Bolivia –la COMIBOL-, fundado a principios de la década del ’70 bajo el gobierno del presidente Ovando Candia, caído ya René Barrientos.
Sobre estos dos países Jorge Abelardo Ramos tenía un punto de vista muy claro, conocía en profundidad esas dos sociedades e influyó en el debate político interno de estos dos países. La polémica que mantuvo en los años ’70 con Guillermo Lora, el secretario general del POR -el Partido Obrero Revolucionario boliviano- trotskista, una especie de Altamira avant la lettre- es histórica, y ha tenido una trascendencia política en el debate interno boliviano muy grande.
Hasta 1968 no publica nada de magnitud. En ese año logra publicar la otra parte de “América Latina: Un país”, esa parte que solamente estaba encerrada, criptografiada en el título. Y nos da otro libro que ha sido y sigue siendo iluminador que es “Historia de la Nación Latinoamericana”. Esta obra es –desde su sistema interpretativo- una obra única en el continente y con una trascendencia sobre el sistema de ideas latinoamericano que es fundamental. En esta obra Ramos desarrolla eso que “se cifra en el nombre” –como decía uno-, eso que estaba en aquél titulo de “América Latina: Un país”, y muestra de qué manera el futuro de nuestra unidad latinoamericana está signado por el inicio de nuestra vida independiente. Y más aún. Aún antes de nuestra vida independiente, las condiciones impuestas por la corona española sobre el nuevo mundo determinaban que esto debía ser una sola y gran Nación.
A partir de esto analiza de qué manera ese proyecto originario que expresaban Artigas, Bolívar y San Martín fue agonizando, fue deteriorándose; qué intereses concurrieron para que el proyecto se fragmentase, para que esas grandes visiones continentales que caracterizan la prosa de Bolívar terminaran en pequeñas e impotentes repúblicas dotadas de todos los elementos formales que constituyen el estado burgués, pero ninguno de sus elementos constitutivos materiales. Que actúan como estados burgueses, pero que no tienen la base material para ser verdaderos Estados burgueses y, por lo tanto, se convierten en correa de transmisión de las políticas imperiales.
Este libro desglosa, en sus grandes líneas, la fragmentación y la balcanización sudamericana y aporta otro elemento que es fundamental: da una lucha implacable contra dos terribles plagas que azotaron nuestro continente, con efectos tan perniciosos como las que azotaron Egipto: el cubanismo y la lucha armada.
La revolución cubana, su novedad, su inesperada resolución fue –para la generación anterior a la mía- el gran elemento nutriente. Y se convirtió, de una revolución viva, concreta, hecha por hombres y mujeres con enormes sacrificios, en un país que está a un tiro de piedra de los Estados Unidos, en una abstracción metafísica, en una especie de libro de Jorge Bucay, en la que se encontraban las respuestas a todos los males del género humano.
Y esta respuesta estaba dada por la aparición de un nuevo protagonista, el campesinado, y un nuevo demiurgo, el guerrillero. El guerrillero que introduce en los campesinos la idea del levantamiento socialista y que, a través de su sacrificio, –heroico y desinteresado- logra redimir al conjunto del género humano. Ésta es la ideología latente en este cubanismo que caracterizó a los años ’60 y que terminó en el terrible proceso de las luchas armadas, en el movimiento guerrillero en los distintos países de América Latina, inclusive en el nuestro.
Jorge Abelardo Ramos, en la “Historia de la Nación Latinoamericana”, da un debate profundo, ideológico, político, argumental, usando todo tipo de instrumentos intelectuales, para intentar explicar y aclarar a las nuevas generaciones que, por ese lado, iban a un matadero sangriento.
Uno podría decir que, lamentablemente, tuvo razón. Methol Ferré –a quien cito en esto porque posiblemente sea la persona que más cerca estuvo de ese lejano y a veces frío corazón de Jorge Abelardo Ramos; fue su mejor amigo y, posiblemente, después de la muerte de Alfredo Terzaga, su único amigo- nunca se cansa de decir -cada vez que uno hace esos viajes a la Meca de Montevideo para charlar con él- que el Colorado cumplió una tarea que la posteridad le va a reconocer: que salvó a miles y miles de jóvenes de ese inicuo martirio. Y creo que esa lucha, los elementos intelectuales de esa lucha y de esa discusión están dados en la “Historia de la Nación Latinoamericana”.
Y por último, la última gran batalla que dio Jorge Abelardo Ramos quizás haya sido la que libró durante la guerra de Malvinas. También ahí cumplió su papel –ése para el que tenía tanta capacidad- en el análisis y difusión propagandística de las características nacionales y legítimas de la guerra.
Posiblemente, uno de sus más destacados méritos como político haya sido su gran capacidad propagandística. Hay historiadores que intentan minimizar la importancia de Jorge Abelardo Ramos en la elaboración y creación de estas ideas que he estado enumerando. Estos críticos, para, disminuir la importancia de Ramos en su propio pensamiento y, hasta, en su propia vida, sostienen que, en realidad, esas ideas son de Aurelio Narvaja, y que lo único que hizo Ramos fue repetir lo que había escuchado del pensador y político santafesino.
Este punto de vista es de una mezquindad ilimitada, de la cual Aurelio Narvaja es absolutamente inocente.
Más allá de las reflexiones de Aurelio Narvaja, y del aporte que estas reflexiones hayan tenido en la elaboración del pensamiento básico de Jorge Abelardo Ramos, es evidente que estas ideas son conocidas urbi et orbi por la prodigiosa capacidad literaria, propagandística y agitativa del Colorado Ramos para hacerlas conocer y trascender el pequeño cenáculo de iluminados trotsquistas en cuyo seno contribuyó a forjarlas.
Fue la lucha pública y personal que llevó adelante Ramos, contra todas las fuerzas de la reacción, de derecha a izquierda, la razón por la cual esas ideas salieron de la catacumba a la luz: por su lucha, y por la capacidad que tuvo de nuclear a cientos, a miles de compatriotas, provenientes de distintas extracciones políticas, alrededor de él, vinculados a él, y que tenían, como base general de pensamiento todas estas ideas, estas ideas por las que algunos críticos pretenden restarle mérito.
En esto Ramos era un político extraordinario, era un tipo que tenía una enorme capacidad mediática -por lo menos en los términos en que los medios se manejaban en la época en que él vivió, por supuesto que hoy todo es distinto-. Pero digamos que su capacidad mediática solamente es comparable a la de Arturo Jauretche. Disponía de una admirable capacidad para penetrar el muro de aislamiento e indiferencia con que el régimen lo proscribía, una enorme creatividad para elaborar síntesis extraordinarias –especie de epigramas- que cerraban toda discusión posible. Como cuando le dice a Galtieri: “Muy bien, General. Hemos echado al inglés. Sería bueno que ahora echemos al Alemán”. Esta capacidad para encontrar el chiste, la réplica, el retruécano, la síntesis, esta capacidad de decir la última palabra y de dar a la vez la sensación de que no cabe otra más, era uno de sus grandes atributos como político.
Y, a la vez, su prodigiosa oratoria.
Ramos fue uno de los oradores más extraordinarios que he escuchado. La presentación que hacía de la historia y de la política daba la sensación, a sus oyentes, de estar viendo una superproducción de cine: uno veía pasar esos ejércitos de desharrapados criollos que iban a combatir a atildados oficiales españoles, veía cabalgar a las montoneras federales, flameando el rojo pabellón empolvado por mil batallas, veía a los inmigrantes, con el miserable atadito de sus pertenencias,llegando al puerto de Buenos Aires. Veía desfilarante sus ojos todo lo que su enorme capacidad retórica explicaba, dejando impregnado para siempre en el cerebro de sus escuchas estas imágenes que él dibujaba verbalmente, para que, justamente, se convirtieran en el dato constitutivo de esta nueva manera de ver la Argentina y América Latina.
¿Qué ha quedado de todo esto? Bueno, modestamente, hemos quedado quien les habla y una legión de compañeros y amigos en todo el país. Pero sospecho que algo más debería haber quedado.
Sintetizaría el legado de Jorge Abelardo Ramos en éste 2006, a doce años de su desaparición física, en los siguientes puntos:
La interpretación de los movimientos nacionales y su relación con el desarrollo de las sociedades semicoloniales. No me refiero únicamente al peronismo, sino a los movimientos nacionales en general. Su crítica, por lo tanto, al sistema de los partidos tradicionales. Su interpretación de la naturaleza de los movimientos nacionales, latinoamericanos y del Tercer Mundo. Su análisis sobre el papel del caudillo como sintetizador de los distintos elementos que componen al movimiento nacional. Estos recursos, estas herramientas intelectuales que él ha aportado, siguen teniendo la misma vigencia que tenían el día en que uno –hace cuarenta y cinco años- abrió por primera vez las páginas no refiladas de “Revolución y contrarrevolución en la Argentina”.
Otro elemento que Ramos aporta, y cuya vigencia es tan actual como la del que acabo de describir, es su interpretación del papel de los ejércitos en el mundo semicolonial.El papel bifronte de las clases medias, de las cuales los ejércitos no son sino una parte, tanto en la revolución, como en las contrarrevoluciones; esas clases medias, colonizadas ideológica y mentalmente por el imperialismo y las oligarquías, a su vez, constituyen una de las fuerzas sociales fundamentales para la convergencia en el gran movimiento nacional liberador. La crítica que Ramos hace al progresismo abstracto y a su falso democratismo tiene su eje en el papel desorientador de las aspiraciones de estas clases medias, como artilugio intelectual que los lleva a un camino sin salida, y con el que evitan enfrentar la verdadera solución.
Y, por último –pero no con menos vigencia, ya que tal vez hoy brilla con su máximo esplendor-, su concepción admirable de la unidad latinoamericana tal y como hoy se está estructurando.
Hoy al mediodía miraba la transmisión televisiva de la Cumbre de Presidentes del Mercosur en Córdoba mientras hablaba por teléfono con un amigo. Cuando estaba hablando Hugo Chávez, le hice un chiste a mi amigo. Le digo: “Esto no existe. Esto es un producto de la cabeza del Colorado, este hombre no existe. No puede ser verdad tanta belleza: que haya, como clamaba Ramos en cada uno de sus textos, un militar, hijo de las clases medias pobres, de un país semicolonial, que plantea la unidad latinoamericana sobre la base de la unificación de los pueblos. Esto es un producto de los libros del Colorado, y lo que ocurre es como en la película ‘Matrix’, dondepasan cosas que no pasan”.
Verdaderamente, ahora más que nunca, el proceso de unidad latinoamericana ha avanzado por los carriles que la interpretación que sobre ella hiciera Jorge Abelardo Ramos ofrecía a nuestra lectura. La vigencia de los movimientos nacionales, es decir, de esos grandes frentes nacionales antiimperialistas, integrados por vastos sectores sociales de las sociedades semicoloniales, conducidos generalmente por un caudillo, con las características que tenía en el siglo XIX Bonaparte, en el siglo XX Perón y en el XXI Chávez; la vigencia del proyecto de la unidad latinoamericana, creando un arco de países hispanoparlantes capaces de establecer un equilibrio con el gigante lusitano, son los elementos que el pensamiento, la obra, la acción política de Jorge Abelardo Ramos nos han legado hasta nuestros días, y que tienen una vigencia y una utilidad política incomparable.
Nota 1: Este es el texto de la Conferencia pronunciada por el autor, el 21 de julio de 2006, en el marco del Taller para el Pensamiento Nacional, organizado por el sitio www.pensamientonacional.com.ar, en el Sindicato Único de Trabajadores de Edificios y de Renta Horizontal (SUTERH), Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Nota 2: PROYECTARIO aprovecha este espacio para aclarar la autoría del texto BILLETE, que corresponde a Teodoro Boot y publicáramos recientemente. Nuestro estimado Julio Fernández Baraibar, primer columnista nacional de PROYECTARIO nos solicitó esta aclaración demostrando su honestidad intelectual que, sumada a la nuestra, reclamaban este comentario imprescindible.