Ni como clase social en sí, ni en la construcción de su subjetividad como clase el proletariado se desenvuelve en el vacío social sino que, además de sometido a la explotación económica de la burguesía, todos sus intentos de desarrollar organismos y direcciones sindicales y políticas propias son atravesados por el dominio ideológico, político y cultural de la clase dominante que se oponen.
Como la burguesía son cuatro gatos, no tiene número, su dominio es ejercido fundamentalmente por sus relaciones determinadas con la pequeña burguesía y a través de ella con el proletariado.
No obstante, como el proletariado no es una nueva clase dominante sino la /última clase social de la historia/, la hipótesis de su elevación transitoria como clase dominante implica la desaparición de las clases.
Posible solamente si el poder de la clase obrera alcanza las metrópolis del capital expropiando a la burguesía en todo el mundo.
La expropiación de la burguesía y la estatización de la economía dentro de las fronteras nacionales de grandes países como la URSS y China fueron revertidas por la burguesía que renació en esos países al influjo de las burguesías imperialistas metropolitanas.
Con eje en los países centrales, la burguesía sobrevivió como clase a las
olas revolucionarias de la primera y segunda guerra para imponerle a
la clase obrera y a las masas la última y más grande derrota.
Pero la cadena de derrotas se ha alternado siempre en la historia con la
cadena de triunfos parciales que las masas obtuvieron luchando por
resistir las consecuencias de las contradicciones insalvables y el
anacronismo histórico del régimen de la burguesía.
Como una expresión mayúscula de esa historia de marchas y
contramarchas, a la profundidad histórica del triunfo de la burguesía
y la derrota de la clase obrera y de las masas explotadas, ocurrida
desde mediados de los años setenta hasta fin del siglo pasado, le ha
sucedido una crisis histórica más profunda aún del sistema capitalista
imperialista mundial.
Esta crisis y sus manifestaciones guerreras están reanimando el movimiento nacional en los países atrasados históricamente y la lucha social anticapitalista.
Hace cuatro meses tratamos de explicar las razones sociales y
políticas que determinaron la sobrevivencia del peronismo a su
derrocamiento del gobierno en 1955 y a la “Libertadura”, a pesar de
las claudicaciones de su dirección nacional burguesa y también la
sobrevivencia a la propia degeneración menemista del peronismo,
mientras todos los otros movimientos nacionalistas de masas de la
segunda posguerra desaparecieron como espacios de la lucha nacional y
social.
Decíamos que la singular condición obrera de la base social fundamental del peronismo y la cohesión nacional como clase que el proletariado argentino alcanzó en él, fueron el factor decisivo de su continuidad, realizada a pesar y en contra del carácter burgués de la dirección peronista.
La clase obrera argentina fue y sigue siendo peronista en la fábrica,
en el sindicato, en el barrio obrero, pero nunca fue al partido a
organizarse para luchar contra los gobiernos que por 18 años la
tuvieron proscripta.
Esa misma cohesión de clase, no organizada en el PJ, se expresa deformadamente cuando Hugo Moyano renuncia a la presidencia del partido al que llama “cáscara vacía” y enfrenta la campaña de toda la burguesía que quiere sacarlo de la dirección de la CGT.
Él apela al voto secreto de los delegados al congreso.
Tiene la certeza relativa de que los delegados, rompiendo el control
burocrático de las comisiones directivas transmitirían con su voto el
apoyo mayoritario que tiene en la base.
Los que se le oponen al usar la táctica de no concurrir al Congreso por temor a que los delegados congresales de sus propios sindicatos voten por Moyano están confirmando la existencia de ese apoyo relativo a la corriente de Moyano en los lugares de trabajo.
Sus opositores, por la interpenetración de los contrarios, reflejan de una ú otra manera la voluntad claramente expresada de toda la clase burguesa de cambiar a Moyano por una dirección más integrada al sistema o dividir la CGT.
Los dos grandes partidos de la burguesía argentina fueron construcciones históricas, cimentadas en los dos movimientos sociales históricos: el irigoyenismo y el peronismo.
La crisis de finales del 2001 de estos partidos también fue histórica. Agotaron el crédito obtenido por los gobiernos de Hipólito Irigoyen y Juan Perón y quedaron rotos en tres por el grito de la población el 19 y 20 de
diciembre del 2001: ¡que se vayan todos! La UCR y el PJ no volverán jamás a ser lo que fueron.
Los intentos de unidad permanentemente fracasados de los radicales son una imagen en espejo de los peronistas que se reparten entre el partido de Macri, en el de De Narváez, de Rodríguez Saa ó de Duhalde.
De los dos anteriores jefes de gabinete Alberto Fernández resultó ser operador de Repsol y “contacto” de Clarín y Sergio Massa es “fronterizo” con la oposición. Scioli abre su propio juego candidateándose a presidente para el 2015 con la simpatía de las corporaciones empresarias.
Los apoyos tan diversos al gobierno, de caudillos provinciales ó gobernadores tipo Scioli ó De la Sota, obligan a Cristina Fernández de Kirchner a apelar al importante movimiento juvenil y social que se desarrolló durante su gobierno, especialmente en los dos últimos años luego de la muerte de Néstor Kirchner.
Esta irrupción de sectores juveniles, estudiantiles y de clase media que se lanzaron a la política en Argentina sumándose al voto obrero peronista transformó la derrota electoral del 2009 en un triunfo electoral del 54 % y la reelección de CFK.
¿Puede pensarse entonces en un nuevo sujeto social del kirchnerismo que lo libere de la dependencia del voto obrero?
Cuando Néstor Kirchner perdió con De Narváez la provincia de Buenos Aires por el 3 % de los votos ganó La Matanza por el 11 %.
El voto obrero histórico del peronismo sostiene al kirchnerismo y lo condiciona.
El discurso de Amado Boudou diciendo que la presidenta no convoca a la dirección de la CGT porque tiene una interlocución directa con los trabajadores forma parte del intento de ocultarle a las masas las diferencias políticas que existen.
Aunque esas diferencias están opacadas por la insuficiencia política con que la Corriente nacional del Sindicalismo Peronista (CNSP) milita los
programas obreros que levantó, esas diferencias son de clase.
Los Kirchner plantean la lucha por la /autonomía ó la segunda independencia/ frente al imperialismo reconstruyendo la burguesía nacional desde el Estado y sostienen la apuesta desarrollista con inversión externa, oponiéndose al Estado empresario del peronismo histórico.
Toman de aquel la convocatoria al “equilibrio de capital y trabajo” que solo se sostiene en el auge económico cuando “/las empresas la ganan con pala y los trabajadores mejoran su salario y nivel de ocupación/”.
La CNSP y la JS en cambio – no sabemos las asimetrías que pudieran haber entre ellas - dicen que el sujeto social para la liberación no es la burguesía nacional inexistente sino los trabajadores y el Estado.
Levantan los programas de La Falda y Huerta Grande y se piensan enrolados en la corriente histórica combativa del sindicalismo peronista.
Ni la presidenta ni la CNSP expresan con claridad esta discusión.
Parecía una broma cuando Moyano repetía su esperanza de que /algún día un trabajador llegue a la casa rosada/ y CFK le respondía que ella /trabajaba desde los 18 años/. O solo una disputa por puestos cuando los dirigentes sindicales fueron excluidos en gran medida de las listas de candidatos en la última elección.
No es así.
La prensa busca con anécdotas circunscribir este conflicto a una lucha
corporativa y Moyano contribuye a la confusión con dichos y relaciones
que no se corresponden con los objetivos políticos enunciados. Al no
independizar el trabajo “sindical” que necesita para mantener la
dirección de la CGT y los sindicatos, que lo obliga a acuerdos con dirigentes atrasados y burocráticos, que no pueden conciliarse con la política obrera de la CNSP[1], que debe operar liberada de los aparatos y de la legislación burguesa sobre las asociaciones sindicales, la discusión aparece confusa ante los trabajadores y las masas.
Aunque la CNSP necesite apoyarse en el funcionamiento de masas
de los sindicatos la disputa política debe ser clara.
Sin dejarse comprometer con la oposición al gobierno de la derecha fundada en las corporaciones empresarias y el imperialismo.
Todos los gobiernos, desde la experiencia fundante de esta etapa de la
historia de la clase obrera argentina, desde el 17 de octubre de 1945,
trataron de impedir que la clase obrera tuviera su partido político de
masas propio.
Desde Perón, que surgiendo como candidato del Partido Laborista fundado una semana después del 17, el 24 de octubre de 1945, se encargó de hacer desaparecer de la escena política a este partido y con él a sus dirigentes obreros fundadores: Luis Gay y Cipriano Reyes.
Cuando a falta de partido, haciendo de la necesidad virtud, la clase
obrera usó los sindicatos políticamente, los gobiernos trataron de
cooptar a las direcciones sindicales y limitar su acción política.
Decimos que todos los gobiernos burgueses lograron asimilar a un
sector de la burocracia sindical pero ninguno logró impedir que otro
sector de las direcciones sindicales se organizara como tendencia en
la resistiendo esa asimilación.
La historia de la tendencia “jacobina”, combativa, del sindicalismo peronista no ha sido tratada como tal en las historias del movimiento obrero argentino desde el 17 de Octubre.
El ocultamiento ó el error en el tratamiento de esta historia que refleja en la vida de los sindicatos, deformadamente, la negación de la burguesía por el proletariado, no es ni ha sido desinteresada.
En el propio período de ascenso del peronismo, en los dos primeros gobiernos, cuando la actividad principal de las masas era ganada por sus conquistas y su nueva situación en la sociedad, cuando Perón era el caudillo incuestionable, aún entonces, la actividad de las comisiones internas, los cuerpos de delegados y esta corriente de las direcciones sindicales ocuparon fábricas, las pusieron en funcionamiento y comercializaron su producción en la crisis textil de 1951, hicieron huelgas y paros contra los intentos de ajuste de los “congresos de la productividad” ó formaron listas fuera del control del gobierno como la lista verde de textiles en 1954, liderada por Framini, que le ganó a la lista oficialista, aún entonces, un sector de los dirigentes sindicales expresaban la vida interior del proletariado.
Por eso Framini fue el único dirigente preso de la Revolución Libertadora en 1955.
CFK pregunta, desvalorizando a las direcciones de los sindicatos, ¿quién se acuerda de Espejo? el secretario de la CGT que tenía Perón en el 55.
Es cierto, nadie se acuerda de Espejo porque era uno que estaba “integrado”. En cambio ningún obrero preocupado por la organización de los trabajadores de los últimos sesenta años, así no fuera peronista, desconoce quienes fueron Framini, Atilio López, Sebastián Borro, Amado Olmos, Jorge Di Pasquale a pesar del ocultamiento de la historia de la corriente jacobina.
¿A qué corriente histórica adscribe el equipo de Moyano? Framini ó Vandor, Triaca ó Ubaldini, los “gordos” ó el MTA.
Esto debieran preguntarse quienes odian más al burócrata sindical que al patrón.
Todo se explica por su historia y la lucha de clases dentro de los aparatos sindicales son parte de las tareas políticas que deben encarar quienes luchan por la organización política de la clase obrera.
Sobre la burocracia de los sindicatos operan no solamente los gobiernos burgueses ó pequeñoburgueses bonapartistas sino también muy fuertemente las corporaciones, las cámaras patronales empresarias con el enorme poder de fuego que su rol en la economía de las masas determina y muchos dirigentes sindicales fueron ganados y se pasaron del otro lado.
Algunos como Triaca se hicieron empresarios.
Ya muerto Triaca, su hijo todavía organiza actos del Pro en el sindicato del
plástico de Rosario.
Otros muy enriquecidos todavía aparecen como dirigentes de sindicatos en los sectores de punta y extranjerizados de la economía.
Esto lo sabe todo el mundo.
Lo que ningún gobierno pudo y la prensa y los “historiadores” del sistema olvidan, tanto como las sectas “izquierdistas”, es la continuidad histórica de la llamada corriente “jacobina” del sindicalismo peronista.
Sin comprender esa historia es imposible ubicarse en la polémica entre el gobierno de CFK y la tendencia que encabeza Moyano.
N O T A
[1] *Página/12*, martes 19 de junio /...el titular de Sanidad y anfitrión, Héctor Daer, apuntó que Moyano “ha perdido el rol de representar los intereses de los trabajadores, para sumarle una actitud política que no debe hacerse desde la CGT”/.
(Córdoba, 8 de junio de 2012)