En una entrevista a fondo, el talentoso y reconocido escultor mendocino Roberto Rosas recibió a PROYECTARIO y nos relató cuáles fueron los orígenes y esencia de su creativa vocación; cómo influye la crisis económica en el campo del arte y qué significa el actual modelo de gobierno para él.
Es una mañana helada en Bermejo. Los tímidos rayos de sol que se reflejan por entre la arboleda, no alcanzan para traer un poco de calidez. Apenas segundos después de tocar el timbre, se dirige hacia las rejas de entrada de su Fundación, Roberto Rosas, un hombre alto, delgado y sonriente y es entonces ahí donde uno comienza a percibir que es en este encuentro y en la charla que está a punto de comenzar, donde por fin entrará la tibieza tan esperada.
-Roberto, ¿a qué edad comenzó con el arte?
-A los 15 años decidí estudiar Bellas Artes, aunque no era una profesión de la que se pudiera vivir. Entonces, desde los 15 hasta los 30 fui obrero de carpintería. A partir de esa edad, comienzo de a poco a construir mis esculturas, que se convertirán con el tiempo en mi profesión.
-¿Cuál ha sido el lugar que le resultó más gratificante para exponer?
-Seguramente ha sido Buenos Aires. Mi carrera se inicia aquí, en Mendoza, adquiriendo fundamentalmente experiencia. Mi primera exposición fue casi siendo un niño, yo tenía apenas 20 años cuando hice la primera de pintura y dibujo. Y años más tarde, a los 30, hago la otra, que ya es de escultura y también la hago en Mendoza. Es decir que es aquí, en mi provincia, donde están mis inicios, con mis amigos, con la gente con la cual yo me rodeaba. Pero después, el verdadero salto profesional de mi carrera sin lugar a dudas fue en Buenos Aires y dura mucho tiempo; fueron 15 años trabajando cada uno de ellos allá con una exposición anual y luego, ya empiezo a tener unas cuatro o cinco exposiciones por año. Una en Mendoza, otra en Córdoba, otra en Rosario, también en Buenos Aires y otra más en Mar del Plata, que en un tiempo era una plaza muy importante para el arte: para el teatro, para las artes plásticas. Toda la cultura porteña se iba allí, había alrededor de seis o siete galerías de arte. Creo que en la actualidad, Mar del Plata ha vuelto a ser un centro muy importante para el desarrollo del arte.
-¿De qué modo se trabaja para llegar a comercializar las propias obras?
-Un artista debe vivir de la obra que hace, como cualquier otra actividad. Las galerías de arte son un poco las que se encargan de las transacciones comerciales. En los años que expuse en Buenos Aires había alrededor de 140 galerías de arte, una de ellas trabajaba conmigo y con otros 6 o 7 artistas, pero no más, porque las galerías no trabajan con mayor cantidad de artistas. Cada una elige a los artistas de acuerdo al gusto personal del galerista de arte y así se logra una vinculación artista-galerista, con un cierto grado de confianza y hasta de amistad. No estás empezando de nuevo todos los años, sino que hay continuidad en la relación hasta que, un día, se termina cortando. ¿Por qué? Porque tu obra comienza de a poco a saturar la galería una vez que se han vendido 15 o 20 obras, ya sea al cabo de uno o de varios años. Es decir, que se acaba la clientela de la galería para ese artista y, entonces, prefieren cambiar. Claro que uno está atento; cuando empieza a disminuir la demanda, uno debe empezar a buscar otros canales, aunque en lo personal me gustaría que esa labor la realizara un manager, pero, claro, no olvido que estamos en un país subdesarrollado como Argentina. Eso, tal vez, sería posible si uno viviera en ciudades como Nueva York o Londres y digo tal vez porque tampoco garantizo que eso ocurra aún en ciudades como esas…
-¿Lo que acaba de mencionar lo atribuye a la realidad económica imperante actualmente en el mundo?
-(Enfático) ¡Claro! Creo que en la actualidad, los grandes mercados de arte al igual que el capitalismo imperante en el mundo, están en decadencia. Hace cuarenta o cincuenta años, cualquier persona que tuviera una alta profesión universitaria o bien que perteneciera a la clase media-alta, compraba objetos de arte de colección para engalanar su casa o su lugar de trabajo; sin embargo, hoy eso ya no lo veo más… (Se queda pensativo unos instantes.) Hoy, se prefieren el ahorro en dinero en los llamados paraísos fiscales. Aunque antes también se compraba arte y se guardaba en una caja fuerte, lo que significaba que no era para el placer estético, sino financiero. Esos grandes capitales financieros son los mismos que también intentaron destruir al mito del arte verdadero con modas pasatistas como el arte conceptual, el arte efímero; los grafitos luego de los años 60. Pero a los verdaderos artistas nos preocupa que se intente bastardear al arte, porque en el arte se trata es de ser bueno y único, diferente a los demás, con estilo propio. El arte debe ser espontáneo. Además, la cultura debe significar una verdadera inversión en un país, para la inteligencia y también pensando en lo económico. Pero en la actualidad se ha llegado a tocar fondo a tal extremo por lo económico que jóvenes con talentos increíbles para el arte verdadero no pueden ingresar a Buenos Aires. Yo tengo a mi hijo mayor, de 34 años, que con un talento extraordinario y junto a otros jóvenes tan creativos como él, les ha sido prácticamente imposible ingresar a Buenos Aires. Han tenido que pagar por todo: por fletes para transportar sus obras, para pagar los viajes, el hospedaje, los catálogos, pero nada más que eso… ¿Cuál es, entonces, el canal para llegar hoy a los coleccionistas? (Por unos instantes, su mirada se ensombrece) Yo ya no lo sé… Yo ya lo perdí… En verdad, no sé cuál es…
-¿Qué corrientes artísticas admira más y son su fuente de inspiración?
- Yo admiro profundamente el arte africano, el arte chino, el de la Mesopotamia; como el egipcio y también el precolombino. Soy figurativo, me gusta mucho el realismo, pero nunca podría haber hecho hiperrealismo, no me identifico con esa corriente ni es en modo alguno para mí. En un principio, cuando era muy joven, me atrajo la pintura, porque ella entra por los ojos, no tiene problemas de observación: es sólo frontal. En cambio la escultura, puede apreciarse desde distintas posiciones y ángulos. Entonces, es mucho más complejo terminar una escultura que un cuadro… (Estalla en risas y exclama) ¡Pero a mí me resulta más complejo resolver una pintura que una escultura! La década del 60 hasta 1970 fue la etapa de mi vida que más cuadros pinté… Preparaba bocetos, croquis…
-¿Fue su elección, luego de tan rico camino recorrido, quedarse a vivir en
Mendoza?
-Sí, totalmente. Yo elegí quedarme en donde nací. A estos árboles que estamos observando ahora, los conozco desde hace 70 años. Yo nací en Villanueva de Guaymallén, donde antes todo eran potreros en donde jugaba con mis amigos de infancia y nada estaba contaminado… (La expresión de su rostro se vuelve nostálgica.) Pero, además, es mi obra la que tiene que viajar, la que tiene que hacerse conocida, no yo. Eso sería por ejemplo, si yo fuera actor y trabajara con mi voz, con mi cuerpo y con lo que tuviera que decir sobre un escenario. Pero no es así. Mi obra es la que debe viajar. Yo me quedo donde están mis raíces…
-Expuso en Chile en varias oportunidades. ¿Eso se debe a algún motivo en particular?
-Simplemente por la cercanía física y porque allí tengo mucho amigos. Además, al ser Santiago de Chile la capital de una nación -como lo es Buenos Aires-, está llena de Embajadas de distintos países, las que tienen mucho personal de prestigio, que conocen de arte y se dedican a coleccionarlo. Pero hoy ya no expongo más allá, porque los trámites burocráticos aduaneros son sumamente engorrosos y lleva mucho tiempo hacerlos. Se realizan en el Ministerio de Cultura de la Nación y la obra debe volver a su lugar de origen dentro de los plazos de tiempo establecidos porque sino la secuestran en los depósitos de la aduana y se pierden. Sólo lo haría si una institución oficial me auspiciara y se hiciera cargo de todos esos trámites.
-Actualmente, ¿cómo está manejándose con esta Fundación que lleva su nombre?
-Yo tengo esta casa de aquí de Bermejo abierta al turismo sobretodo extranjero, porque es el que tiene más dinero y se dedica a coleccionar y comprar arte. Creo que vamos a hacer una alianza con otra Fundación llamada “Coppla”, que precisamente se dedica a difundir el arte. Esta fundación nos pone en contacto con lo que quede del coleccionismo nacional y al tener páginas en Internet, servicio de folletería y difusión en los hoteles más importantes, informa al turismo internacional para que cuando llegue a Mendoza, sepa de la cultura y el arte que hay aquí.
-¿Es la escultura la variante del arte con la que más se ha identificado, verdad?
- Sin lugar a dudas. Trabajando el metal y la escultura, siento que puedo hacer cosas mucho más interesantes que con la pintura o el dibujo. Para cada una de ellas hay que tener una sensibilidad especial, lo mismo que para el grabado. Yo me di cuenta que lo mío verdaderamente, era la escultura. Y tengo este sitio, que al trabajar el metal, se convierte en un gran taller metalúrgico. Yo no podría trabajar en una pequeña habitación, necesito de grandes espacios porque, además, al hacer mi labor hago mucho ruido (estalla en risas).
Roberto, ¿se siente usted satisfecho con el actual modelo que propone el gobierno de Cristina?
-No sólo estoy de acuerdo con este modelo en el país y también con el del resto de Latinoamérica sino que, además, lo apoyo plenamente, por su política social de desarrollo para todos los sectores de la ciudadanía. Son las minorías ignorantes las que combaten a este modelo, aquellas que siempre respondieron a favor de los intereses de la oligarquía terrateniente, de los patrones de estancia y de los comisarios de pueblos… En realidad, a esta propuesta de gobierno yo la esperaba desde hace años, para mí es un verdadero sueño cumplido y lo apoyo sin ningún tipo de condicionamientos, plenamente.
Por último, ¿qué significa el arte en su vida: placer o necesidad o, tal vez, ambas cosas al mismo tiempo?
-Sin lugar a dudas, el arte para mí es placer y necesidad a la vez, en igual medida. Todo esto matizado con grandes dosis de buen humor. Jamás podría haber tenido otra profesión, yo nunca podría haber sido, por ejemplo, médico o político… Sin mis esculturas yo no sería quien soy. Yo no sería Roberto Rosas.