ARGENTINA / El ocaso de los intelectuales orgánicos / Escribe: Carlos Chino Fernández







…”Todo grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, crea a la vez, orgánicamente, una o más capas intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia a sus propias funciones, no solo en el ámbito económico sino también en el social y en el político…”


Siguiendo el razonamiento desde la definición de Antonio Gramsci, el intelectual es orgánico al grupo que representa en la medida en que a demás de darle sentido y homogeneidad a su función en la sociedad, enlaza sus intereses con la base social más amplia de sustentación.

En ese derrotero, se vincula con otras capas de intelectuales, que expresan estructuras económicas pre-existentes.

Este proceso supone una superposición de funciones, que en la vida real se muestran cada vez menos como “tipos puros”, sino más bien, se producen infinidad de mezclas y yuxtaposiciones.




Con el desarrollo de la modernidad, la expansión de la industria y con ella la del capitalista industrial, éste, necesitó también para garantizar la realización de sus intereses, la creación de sus intelectuales desde el campo de la economía, la cultura, la política y el trabajo social.

¿Cuál es hoy, el tipo de intelectual característico de esta época?, en donde la hegemonía del patrón de acumulación financiero, parece –en principio-, debilitarse después de varias décadas de plena hegemonía.

Ya nos decía el autor citado en aquella época, que “…el modo de ser del nuevo intelectual no puede consistir en la elocuencia, expresión exterior y momentánea de los afectos y las pasiones, sino en la participación activa en la vida práctica, como constructor, organizador…”

Desde esta perspectiva el intelectual es el especialista más el político.

Esto es, el que conduce, el que tiene capacidad de dirigir de articular intereses diversos. Los que reúnen esas condiciones pueden ser dirigentes sindicales, políticos, sacerdotes o empresarios.

En la sociedad típica de la era industrial moderna, el partido político era el que contenía la articulación entre el intelectual orgánico con las diferentes capas de intelectuales tradicionales.

La representación política propia del sistema de partidos tradicionales, expresada en nuestro país en el PJ y en la UCR, ha perdido la capacidad de contener las aspiraciones del conjunto de la sociedad, siendo reemplazada por los frentes electorales ocasionales en comunión con los diferentes medios de comunicación masivos.

En la actualidad, periodistas, analistas encuestólogos, consultores y especialistas de diferentes disciplinas de las ciencias sociales, ocupan ese lugar del intelectual, pero en el espacio virtual de los medios de comunicación, o a lo sumo, en el terreno de la cultura y de la producción y análisis del relato.

Los blancos de estos adalides de la libertad y la democracia son las cuestiones personales, los comportamientos individuales de los dirigentes.

Sus propios relatos se orienta a la denuncia de hechos puntuales, y no a representar los intereses de grupos sociales organizados.

Son personajes líquidos, libres pensadores que hurgan en “el otro”, sus propios desperdicios.

Son financiados en muchas ocasiones por grupos mediáticos, que han construido su principado en base a recursos y bienes adquiridos bajo métodos poco claros.

A diferencia de las consideraciones del canon de interpretación de Gramsci, gran parte de los libres pensadores de hoy, alineados en contra del gobierno, no son intelectuales en sentido estricto, sino más bien, resabios de la descomposición de fracciones sociales, sin anclaje con la estructura económica.

Están colgados de los medios y de algunas instituciones del campo de la cultura. Replican un texto sin raigambre, ni sentido orgánico, según su estado de ánimo y su inspiración personal.

Del imperio del Yo al reino del Ello

Beatriz Sarlo en su último artículo periodístico varias veces replicado , con astucia y cálculo se coloca en el centro de la escena mediática, a través de un análisis cuasi-cultural de procesos políticos muy complejos.

A través de indicadores pseudo-etnográficos concluye en proposiciones que responden a otro campo de las ciencias.

La naturaleza del poder o del gobierno no se explica por comportamientos personales.

Entre tanto, siguen alimentando un caos, que en realidad no existe.

En el mencionado artículo cita a Víctor Adler, quién analizando el imperio Austro-Húngaro, lo define como un centralismo desordenado.

Según la autora, nosotros estaríamos en una suerte de centralismo desordenado criollo.

El gobierno es históricamente en Argentina centralizado y tal desorden responde a que determinados intereses están siendo afectados.

Lo cual es coherente con la acción práctica de gobernar y no de discursear.

En todo caso y retomando a nuestro intelectual guía en este texto, la situación expresa la tensión entre el centralismo democrático y el centralismo burocrático asentado en gestiones anteriores.

La consolidación de un centralismo orgánico al cual aspiramos, supone la formación plena de los intelectuales orgánicos para el proyecto nacional.

Este es el desafío del momento, ya que la existencia de los intelectuales orgánicos en sentido estricto se encuentra en declive.

Lugar que sigue siendo en parte ocupados por portadores líquidos del un discurso agorero, que toman los avances de la investigación lingüística y cultural y pretenden trasladarlo mecánicamente al campo de la construcción del poder político.

En síntesis, lo que el PJ y la UCR, hicieron durante un largo tiempo:
Articular la función de los intelectuales orgánicos con los tradicionales. Ahora fue reemplazado por la acción de los medios de comunicación que se refuerza en los momentos electorales a través de la creación de los frentes electorales

Lo que fuera especialista + dirigente a la hora de medir a un intelectual, se redujo a una serie de apariciones mediáticas que los medios replican.

El formato Tinelli, es el formato de TN. Allá Maravilla Martínez, acá Beatriz Sarlo o Lanata.



El campo nacional, con un movimiento social organizado precisará de intelectuales orgánicos en cantidad y calidad.

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