Todavía está en mi celular el número de Pía. Habíamos quedado en juntarnos, me llamó el lunes, le pedí que dejáramos la reunión para la semana próxima. En eso quedamos.
El miércoles abro el facebook y me cuenta que Pía no estaba más entre nosotros. Ella se había puesto en sus espaldas una lucha por la inclusión. Defendía con el cuerpo, una nueva ley, una ley que salvara vidas, que dignificara a las personas que como ella, no tenían identidad entre lo que sentían y lo que el Estado y algunos sectores sociales decían que eran.
Pía se fue sin que esa ley se aprobara. Vivió luchando por ser una persona digna. Exigía respeto, esa palabra que está en boca de tantos y parece tan difícil de practicar. Tenía mucha confianza en la época que vivió, eso mismo creo la impulsaba a pelear con más fuerza.
Una de sus últimas batallas la peleó por mis pagos.
Allá fue, a una marcha del orgullo que se hacía por las calles de San Rafael, donde fueron agredidos por algunos sectores de la iglesia.
San Rafael, es la Ciudad que yo recorrí desde muy pibe. En aquellos viejos tiempos que comencé a vender diarios y las noticias asustaban aunque, con mis cortos ocho años, no entendía mucho.
Salvo el recuerdo de la Unidad Básica del barrio, donde nos cortábamos el pelo y nos festejaron el día del niño, no hay en mi memoria muchos registros de la política hacia atrás.
Miento, otro es la ida de don Ramón y su hijo Ramoncito a Ezeiza a recibir a Perón, también lo recuerdo. Se habló y se contó poco sobre aquello.
Poco tiempo después a Isabel, anunciando la muerte de Perón, es otra cosa que recuerdo. En el barrio se notó la tristeza, claro, ¡era un barrio habitado por pobres!
Desde que Perón no estuvo más las noticias hablaban cada vez de más personas que morían. Algunos de las personas que me compraban diarios decían que las cosas se iban a poner peor, y se puso peor.
En el 76, con el golpe, el miedo se instaló directamente en mi casa. Sin que nos contaran mucho cuales eran los motivos, quemaron las fotos que tenían del General y Evita, y se preocupaban mucho por mi hermana, ya que había sido secretaria de la Unidad Básica.
Con los años y en Mendoza, me enteraría que la represión fue muy fuerte en mi barrio. Desaparecieron a varios vecinos, algunos fueron blanqueados, no sin antes ser torturados y uno de ellos no apareció jamás. De esto tampoco se hablaba.
Dos años después veíamos pasar aviones que hacían mucho ruido, eran para la guerra con Chile. Fue tal el estupor que ni llegamos a tener miedo; cuando empezábamos a entender de qué se trataba, vino un cura de Roma y logró que los asesinos de ambos lados de la cordillera prometieran, ante dios en la tierra, que no pelearían.
Son tan feos los recuerdos que me estoy olvidando que unos meses antes habíamos ganado el mundial, entré a festejar en los hombros de mi hermano, a la confitería más cheta del "corazón de Mendoza". Esa imagen, que aparece hoy como ajada en mi memoria, de mis patas sucias entre tanta "gente bien", me causa mucha gracia y alegría.
También aparece la imagen de la plaza San Martín, donde fuimos llevados por las autoridades de la escuela a festejar, otras de las barbaridades de la época.
No les había alcanzado con aterrorizar a todo un pueblo con cárcel, torturas, asesinatos y desapariciones, entre otras yerbas, si no que mandaban a otra generación de pibes a morir en Malvinas, por una bala imperial, en el mejor de los casos, cuando no por la bestialidad de las "tres A" que eran las tres Armas (Walsh en la "Carta abierta de un escritor a la Junta Militar").
En el medio de aquellos tiempos oscuros, pasé mi adolescencia.
En esa Ciudad Claudia Pía Baudraco, muchos años después, mostraba por sus calles la dignidad de ser una mujer con mucho huevo. Ese día yo esta en La Plata, recibí un mensaje de una compañera por la red social, diciéndome que mientras marchaba se acordó de mí y me imaginaba allí. No estuve, los caminos me trajeron nuevamente por estas tierras bonaerenses.
Había pensado en escribirles una carta de apoyo, pero por una cosa u otra lo fui retrasando y no llegué a hacerlo. No era fácil hacerlo, no es fácil, se me cruzan tantas cuestiones a tener en cuenta que me he terminado reprimiendo.
Pero estoy convencido que estas líneas las tenía que escribir, me las debo y también se las debo a Néstor, a Pía y a todos los que me quieren.
Crecí en aquella Ciudad conservadora y prejuiciosa, en un tiempo en que el mensaje que recibíamos era, a los gritos y con violencia, que aprendiéramos a callarnos. Un mensaje que nos decía que era culpa nuestra todo lo malo que existía en el mundo. La pobreza era nuestra culpa, la miseria y la exclusión también.
El único camino permitido para los adolescentes y jóvenes, era la iglesia, lugar donde se ufanaban de la barbarie y nos hacían pedir perdón por solo pensar en elegir ser felices.
Hoy se confirma lo que ya sabía, al estilo de "Saló o los 120 días de Sodoma" de Pier Paolo Pasolini, las sotanas, socias del horror, intentaban seducirnos. El sexo para nosotros debía ser un pecado, pero para ellos nada era pecado.
Señalarnos como enfermos que se curaban pidiendo perdón y reprimiendo nuestros sentimientos, era el mensaje que nos transmitían los hombres de dios. En el camino, algunos de ellos se permitían aprovechar una sociedad silenciada a sangre y fuego e intentaban que "los pibes de la calle" de aquella época, fuéramos su botín de guerra.
Pero muchas cosas que se saben por pobre, más que por viejo o por diablo, me han permitido poder elegir ser digno. Serlo es haber podido crear espacios para vivir como lo siento. Cuesta, ¡la pucha si no cuesta!
Tener dos o más vidas paralelas, no poder decir libremente lo que sentíamos, sin ser estigmatizados, y/o señalados, no es moco e pavo.
Esa lucha por ser quien soy es diaria y el haber sido parte de los que pelearon y pelean por una sociedad con todas las voces, es algo que espero sea la actitud por la que me respeten las personas que quiero y que me quieren.
Ser pobre, negro, puto y peronista, no me lo ha facilitado. Los pobres y negros somos, para algunos, chorros, los putos violadores y los peronistas todos corruptos.
Si hubiera sido medio pelo, gay y liberal, estaría todo bien ¿"vio"?
La vuelta de la democracia nos sacó a muchos de las iglesias y nos dio la oportunidad de pelear por el barrio, por la escuela. Poder pelear, y sin miedo, era otro cantar.
La ida a Mendoza, a estudiar, me ofreció otra mirada sobre nuestra realidad. Allí se discutía bastante sobre que país construir. Pero vinieron los levantamientos militares, las hiperinflaciones y el vendaval riojano y nos dejaron con menos país, al decir popular "en pampa y la vía" por no decir en pelotas.
A los pobres se los hambreaba y a las clases medias se las esquilmaba, como dijo Aníbal Fernández: llegamos a estar todos saltando por un bizcocho.
Cuando en un país el hambre campea no hay argumento que valga para justificarlo. La pobreza te unifica, allí no hay diferencias que valgan, y eso generó el estallido del 2001.
En eso estábamos cuando llegó a la Presidencia un personaje raro, que caminaba como entre hielos y nieves eternas, y vino a plantearnos la inclusión de todas y de todos.
Cuando se empezó a reparar la injusticia, cuando las banderas de Memoria, Verdad y Justicia comenzaron a ser de las mayorías, nos dimos cuenta que la desocupación no era algo "natural", que las personas no podían quedar abandonadas como trastos viejos a la vera del camino, y los niños, adolescentes y jóvenes, no podían estar sin comida, sin salud, y sin escuelas.
Cuando las mayorías comenzaron a comer, a trabajar, a ir a la escuela, a tener una jubilación, nos dimos cuenta que las injusticias iban mucho más allá.
Las injusticias también son la discriminación, sea por el color de la piel, por la situación económica, por procedencia, por género o por edad.
Muchos de esos sectores que peleaban por la comida y el trabajo, también sumaron sus voces contra la discriminación, el racismo y la xenofobia, lo que permitió que empezara a abrirse paso un país más igualitario.
Con la ayuda de un gobierno que confía en la fuerza del pueblo, se reconocen derechos y se abandonan prejuicios.
Hemos logrado muchos avances, hasta empezamos a recuperar las joyas de la abuela que habían sido rifadas en la larga noche neoliberal. El día que recuperamos YPF, en el Congreso, festejábamos personas de todas las edades, de todas las procedencias, de todos los colores de piel, de todas las elecciones de género. Se veían banderas de los pueblos originarios, de los trabajadores y también de los putos peronistas, junto a las de Perón, de Evita, de Cámpora y el Che.
Allí fuimos uno, sin importar si éramos negros o blancos, jóvenes o viejos, trabajadores o estudiantes, pobres o clase media, heterosexuales u homosexuales o travestis, una muestra de que el país esta empezando a ser de todos, no de unos pocos.
La aprobación de la ley de género por el Congreso no deja de ser un homenaje para dos personas que ya no están pero que pelearon mucho por la inclusión en este país. Por eso Néstor y Claudia Pía ¡GRACIAS!
“Les pido a todos, que dejando de lado vanidades personales o pequeñas diferencias, se organicen profundamente en todo el territorio de la República Argentina, porque es necesario reconstruir el entramado social y político a lo largo y ancho del país, para defender a la Patria, para defender los derechos de los más vulnerables y para que nadie pueda arrebatarles lo que hemos conseguido.” Cristina.