HISTORIA / Felipe Varela y el grito de unidad latinoamericana / Escribe: Juan Esteban Godoy






“Vengo personalmente a cumplir con el sagrado mandato encomendado por el pueblo argentino de hacer entrega de las reliquias que, esperamos, sellen para siempre una inquebrantable hermandad entre nuestros pueblos y nuestros países”
(Juan Perón, palabras pronunciadas en acto de devolución de los trofeos de la Guerra del Paraguay, 1954)

¿El padre de la historia o del país semi-colonial? Brevemente diremos aquí que el fundador del diario La Nación (guardaespaldas para su posteridad, a decir de Homero Manzi), Bartolomé Mitre, se iba a instaurar en el poder luego de la defección y el retiro de Justo José de Urquiza luego de la Batalla de Pavón.
Con él, la oligarquía porteña, estancieros de Buenos Aires y comerciantes del puerto, accedía al poder pleno. Se sientan las bases del modelo agroexportador de crecimiento “hacia el exterior”, el trazado de los ferrocarriles en forma de tela araña metálica hacia el puerto de Buenos Aires que aprisiona a la mosca de la República (dirá Scalabrini Ortiz), la exportación de materias primas y la importación de mercancías de la metrópoli, la instalación de bancos británicos y la instauración de una política librecambista.



Es un proyecto de nación semi-colonial. Jorge Abelardo Ramos sostiene que “alrededor de la personalidad de Mitre y de su tradición ideológica se han agrupado todas las tendencias antinacionales del país”. El interior provinciano iba a ser asfixiado por la política mitrista (1862-1868), y así se levantaría gran cantidad de veces: eran los caudillos que lideraban la lucha contra la política de apertura económica que llevaba a las provincias a la ruina, entre los cuales figuran Vicente “el Chacho” Peñaloza, Juan de Dios Videla, Carlos Juan Rodríguez, Juan Saa, Felipe Varela (quien nos compete en estas líneas), etcétera. Para acallar sus voces se iba a aplicar lo que se denominó “política de pacificación”, que consistía en una feroz represión sobre la montonera. “En esos seis años del gobierno mitrista (…) se produjo la represión más violenta con miles y miles de criollos asesinados, sólo comparable al Proceso de 1976.
De la misma manera, para imponer el proyecto semi-colonial que hundiría a las provincias del interior, fue preciso, primero, someterlas, imponerles el terror, aniquilarlas” (Norberto Galasso: “El mitrismo y las bases de la Argentina agroexportadora”). Mitre aparece así en la historia y política nacional como fiel representante de la burguesía librecambista, portuaria, europeizante, aliada a las potencias extranjeras. De esta forma, sigue Galasso, “el gobierno de Mitre constituye una dictadura sobre los pueblos provincianos, así como su política económica constituye la base de la Argentina semicolonia inglesa, ‘granja de su Majestad británica’” .Un “incómodo” modelo alternativo. Ante este modelo agroexportador se erigía el Paraguay de Francisco Solano López. Paraguay había heredado la estructura económica desarrollada por los jesuitas, y por sus particularidades geográficas desde sus comienzos se encontró en una situación de aislamiento respecto al resto de los dominios españoles.
El Estado asumía desde el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia un rol vital para la economía del país, y para el desarrollo de ésta “estructuró paso a paso la política económica a seguir y en pos de alcanzar la liberación económica”. Así, la mayor parte de la tierra estaba en manos estatales, se desarrollaron las “estancias de la patria”, medidas proteccionistas de las artesanías y la producción local, desde 1828 se dictaba la obligatoriedad de la enseñanza desde los 14 años, etcétera. Pero podemos considerar que dicha política “aislacionista” impidió la relación con los demás sectores del continente. Ramos, en Del patriciado a la oligarquía, sostendrá que la negativa al acceso a los ríos interiores y a nacionalizar la aduana de Buenos Aires de Rivadavia y de Rosas terminó aislándola y declarándola independiente.
Así, el Paraguay de López se ve compelido a apoyarse en fuerzas nacionales, fruto de sesenta años de evolución autónoma, es decir, de ese aislamiento también pudo sacar ventajas. El modelo paraguayo aparecía como un “modelo alternativo” al planteado por las oligarquías de los demás países, como la desarrollada por el mitrismo en la Argentina. Era visto como un “mal ejemplo” para la región. A la vez, los intereses de la economía paraguaya coincidían con los de nuestras provincias interioresEn el Paraguay del mariscal Solano López, el Estado tenía el monopolio sobre las maderas de construcción, la yerba mate, existían los Campos de la Patria y Monte, repartos de tierras a los indios, el desarrollo de una próspera industria metalúrgica, la primera línea telegráfica, una marina mercante con once barcos, industrias de fundición, el primer ferrocarril de América del Sur, fábricas de armamentos, hornos de fundición, ausencia de empréstitos extranjeros, etcétera.
En fin, el Paraguay era en 1860, sin lugar a dudas, “el país más desarrollado de América del Sur. Era la realización práctica del programa morenista (se refiere al Plan de Operaciones)”, dice Norberto Galasso, en La Guerra de la Triple Infamia. Es este desarrollo autónomo el que “hará posible resistir durante cinco años una tragedia de proporciones descomunales como fue la ‘Guerra de la Triple Alianza’” (Rubén Patiño, La independencia del Paraguay). Resistir el ataque conjunto de tres países: Argentina, Brasil y Uruguay, con el apoyo de una potencia como Gran Bretaña. Estalla la guerra y el grito de unidad. Ante esta situación, en los primeros meses del año 1865 se desencadena la guerra denominada de la Triple Alianza, pero los acontecimientos permiten denominarla de la Triple Infamia.
Mitre ya había explicitado las causas que lo llevaban a tal empresa: “hay que derrocar a esa abominable dictadura de López y abrir al comercio a esa espléndida y rica región”. Al mismo tiempo que estallaba la guerra, el interior provinciano se iba a levantar apoyando la lucha heroica del pueblo paraguayo. Juan Bautista Alberdi, en La guerra del Paraguay, va a caracterizar la política porteña y a esa guerra como una guerra civil. Así, sostiene que “si Buenos Aires deseara la unión de los argentinos, no habría necesitado buscarla por el camino de la guerra con el Paraguay. Hay un camino más corto, que está siempre en su mano, y sería el de devolver a la nación lo que es de la nación –su renta, su tesoro. Pero devolverla de palabra, o en principio, no es devolverla de hecho. (…) Las guerras exteriores de [Argentina] no son más que expedientes suscitados a propósito, ya por la una, ya por la otra de sus dos fracciones, para encontrar la solución interior que cada una desea. Son guerras civiles en el fondo, bajo la forma de guerras internacionales, como la presente”. La guerra del Paraguay sólo se puede entender desde una mirada latinoamericana, no desde las “patrias chicas”.
En la concepción de Alberdi, lo que aparece como gobierno argentino es una abstracción, pues en realidad es el gobierno de Buenos Aires. Argumentará entonces que en realidad lo que aparenta ser una nación son dos: “hemos dicho que Buenos Aires y las provincias argentinas forman como dos países extranjeros uno del otro”.La derrota aliada de Curupaytí va a ser el desencadenante del levantamiento del interior. El triunfo paraguayo es recibido con júbilo y festejado en las provincias del interior argentino. Los federales van a avanzar en varias provincias, como en Mendoza, ocupada por las fuerzas revolucionarias al mando de Juan de Dios Videla y Carlos Juan Rodríguez;
San Luis, ocupada por Felipe Saa; San Juan, ocupada también por Juan de Dios Videla; La Rioja por FelipeVarela; en Córdoba se prepara un complot a cargo de “los Rusos federales”; en Entre Ríos López Jordán conspira; en Buenos Aires se percibe apoyo de algunos intelectuales nacionales; y también hay contactos en Bolivia, Chile, Uruguay y Paraguay. Una de las voces que se iba a levantar en contra de la guerra fue la del autor del Martín Fierro: “en nombre de la democracia habéis atentado contra ella, pretendiendo imponer a otro pueblo nuestros principios, aunque ellos hablasen en nombre de los beneficios de una civilización que se anuncia con la muerte y la destrucción. En nombre de la independencia habéis conspirado contra la independencia de un pueblo”.
Norberto Galasso consigna las alianzas del enfrentamiento: “por un lado, la oligarquía mitrista, la oligarquía montevideana (con Venancio Flores a la cabeza), la clase dominante del Brasil, y el imperio británico. Por otro lado, el pueblo paraguayo, los blancos orientales, los caudillos federales y los pueblos del interior argentino con su esperanza puesta en los litorales del litoral, y la buena voluntad de Chile, Bolivia y Perú”. La oligarquía porteña era la que oprimía tanto a las provincias del interior como al Paraguay. Pero la revuelta provinciana no tiene el sustento económico suficiente para derrotar al mitrismo, quien podría darlo es Urquiza, que terminará defeccionando.Pocos meses después de Curupaytí, en diciembre de 1866, Felipe Varela, quien había sido integrante de la Coalición del Norte junto con el “Chacho” Peñaloza, va a dar su proclama revolucionaria. “Compatriotas: ¡a las armas! Es el grito que se arranca del corazón de todos los buenos Argentinos”.
Galasso sostiene que Varela “ha presenciado o intervenido en los desbandes del gauchaje entrerriano, de ese gauchaje que no entiende de ficciones jurídicas y para quien es más compatriota un paraguayo o un blanco uruguayo que un mitrista porteño. Ahora va a asistir a las rebeliones que estallan en todas las provincias, confirmándose su presunción de que las masas populares repudiarían esta política” (Felipe Varela y la lucha por la unidad latinoamericana).Recorreremos proclamas y manifiestos brevemente, para poder visualizar la concepción acerca de la guerra del Paraguay y de la Unidad Latinoamericana de Felipe Varela. Así, en la proclama del 6 de diciembre de 1866 va a fustigar la política mitrista en relación al interior provinciano: “Compatriotas: desde que usurpó el Gobierno de la Nación, el monopolio de los tesoros públicos y la absorción de las rentas provinciales vinieron a ser el patrimonio de los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta el pan que reserva para sus hijos. Ser porteño es ser ciudadano exclusivista; y ser provinciano es ser mendigo sin patria, sin libertad y sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre”. En la misma también identifica a los responsables de la infamia y plantea la posición a asumir: “¡abajo los infractores a la ley! ¡Abajo los traidores a la patria! Abajo los mercaderes de Cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre Argentina y Oriental. ¡Atrás los usurpadores de las rentas y derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano, déspota e indolente! ¡Soldados federales!
Nuestro programa es la práctica estricta de la Constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de aquel que infrinja este programa!!”.En el Manifiesto del 1º de Enero de 1868, Felipe Varela va a desnudar la política mitrista en la Guerra del Paraguay, poniendo de relevancia que la guerra fue calculada, premeditada por Mitre, y va a dar cuenta también de que la unidad de los pueblos de nuestro continente tiene ya varios años de desarrollo: “no era, pues, una idea enteramente nueva en la sociedad sudamericana, la de la alianza de sus poderes democráticos. (…)
Los pueblos generosos de la América, como se ha dicho, acogieron llenos de entusiasmo la iniciación de esta gran idea, porque ella es el escudo de la garantía de su orden social, de sus derechos adquiridos con su sangre”. Varela dirá también que las provincias argentinas no deseaban participar de la guerra: “las provincias argentinas, empero, no han participado jamás de estos sentimientos, por el contrario, esos pueblos han contemplado gimiendo la deserción de su presidente, impuesto por las bayonetas, sobre la sangre argentina, de los principios de la unión Americana”. Señala asimismo que Buenos Aires se impuso luego de la Revolución de Mayo sobre las demás provincias: “Buenos Aires es la metrópoli de la República Argentina, como España lo fue de la América”.



En el mismo manifiesto pone en consideración la concepción de federalismo que lo guía: “la palabra Federación tiene aquí una significación especial. Es un vocablo que envuelve un significado opuesto al de centralismo, que hemos combatido siempre en las provincias, para recuperar las rentas de la Nación confiscadas, centralizadas en Buenos Aires”. A la vez, gritará allí también la causa por la que lucha: “¡Federación o muerte! ¡¡Viva la Unión Sudamericana!! ¡Abajo los negreros traidores a la patria!”.La guerra terminará luego de cinco años de heroica resistencia del pueblo paraguayo.
El mariscal López morirá combatiendo en Cerro Corá el 1º de marzo de 1870. En la Guerra de la Triple Infamia, además de las armas, la diplomacia británica se encargó de hacer partícipe a la Alta Banca. Así, “al terminar la guerra, endeudaron al Paraguay en ruinas con empréstitos usurarios de los que jamás se recuperaría, y se apoderaron de sus tierras” (Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, Felipe Varela contra el imperio británico). El Paraguay quedará en ruinas, su población era al comenzar la guerra aproximadamente de 1.500.000 personas, y al finalizarla serían aproximadamente 250.000, sostiene Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina. De los asesinados, la inmensa mayoría era población masculina de más de 15 años (algunos autores hablan del 99%). Sólo una guerra de exterminio puede producir tal genocidio. Carlos Guido Spano dirá en su poema Nenia: “llora, llora urutaú, / en las ramas del yatay / ya no existe el Paraguay, / donde nací como tú, / ¡llora, llora urutaú!”.
Los fantasmas del pasado habitan en el presente, en nosotros. Al pueblo paraguayo se le debe un resarcimiento. Algunos se han dado en ese sentido. El presidente Juan Perón devolvió al pueblo hermano los trofeos de la guerra en el año 1954. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha pedido perdón en nombre del pueblo argentino. En 2007 ha dicho que la guerra significó la triple traición a los intereses latinoamericanos frente a los imperialismos. Este año le ha puesto el nombre de mariscal Francisco Solano López a un grupo de artillería argentino. También ha destacado al mariscal López y a su Paraguay como el primer país industrializado del continente. En todas las ocasiones, el guardaespaldas (los editorialistas) que dejó Mitre al terminar la guerra salió en defensa de su “protegido”. Cristina Fernández de Kirchner les ha contestado en una ocasión: “algún medio de comunicación fundado por uno de los que encabezó aquella ‘triple traición’ me criticó duramente. No importa. La verdad histórica no puede taparse con editoriales. Está escrita, desgraciadamente a sangre y fuego en el corazón del pueblo paraguayo”

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