El recuerdo de Chernobyl / Escribe: Alberto Lucero






Hace 26 años, en Ucrania, el 26 de abril de 1986 a la 1:23 horas, el reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl sufrió el mayor accidente nuclear conocido hasta entonces y produjo uno de los mayores desastres medioambientales de la historia.

La cantidad de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito que fueron expulsados, fue unas 500 veces mayor que lo liberado por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945.

A solo 2 minutos de haberse iniciado una descontrolada generación de vapor en el núcleo del reactor, este quedó fuera de control, estallaron por sobrepresión los conductos de alimentación y la coraza protectora de grafito del núcleo, produciéndose una doble explosión que destruyó el techo de la planta. El pavoroso incendio que siguió, expulsó al exterior toneladas de combustible radiactivo.



La catástrofe, inicialmente disimulada en su verdadera magnitud, trascendió al propagarse la radiación por toda Europa cuando en Suecia, al día siguiente se detectaron partículas radiactivas y dedujeron que debían provenir de Ucrania -dados los vientos dominantes en aquellos días-, lo que permitió al resto del mundo alertarse del desastre. Desde entonces, algunos científicos temen que la radiactividad producida por Chernobyl no se extingá hasta pasados 300.000 años.

La planta tenía cuatro reactores RBMK-1000 con capacidad para producir 1.000 MWt-h cada uno. El núcleo de cada reactor estaba compuesto por un inmenso cilindro de grafito de 1.700 t, dentro del cual 1.600 tubos metálicos resistentes a la presión, alojaban 190 toneladas de dióxido de uranio en forma de barras cilíndricas. Por estos tubos circulaba agua pura a alta presión que, al calentarse, proporcionaba vapor a la turbina. Entre estas barras de dióxido de uranio se encontraban 180 tubos, denominados «barras de control», compuestos por acero y boro, que ayudaban a controlar la reacción en cadena dentro del núcleo del reactor.

Esa noche, en medio de una complicada operación que produjo inmensas presiones en el núcleo del reactor, se produjo la terrible explosión. El primer acercamiento en helicóptero evidenció la magnitud de lo ocurrido. En el núcleo, ya expuesto a la atmósfera, el grafito ardía al rojo vivo, mientras que el material del combustible y otros metales se habían convertido en una masa líquida incandescente. La temperatura alcanzaba los 2.500 °C y por efecto chimenea, impulsaba el humo radiactivo a una altura considerable; varios helicópteros del ejército comenzaron a arrojar sobre la masa incandescente una mezcla de materiales que consistía en arena, arcilla, plomo, dolomita y boro absorbente de neutrones.

Al 13 de mayo, se habían arrojado al núcleo unas 5.000 t de esa preparación y comenzó la construcción de un túnel por debajo del reactor accidentado, que fue rellenado con hormigón, para afianzar el terreno y evitar que el núcleo se hundiera debido al calor y al peso de los materiales arrojados.

Esto fue, en forma muy resumida, el accidente de Chernobyl; 25 años después ocurrió el accidente de Fujushima, en Japón, donde el 11 de marzo de 2011 tras un terremoto y posterior tsunami, la central nuclear sufrió también graves daños, liberando en forma descontrolada radioactividad a la atmósfera. Estos accidentes han motivado que países como Alemania, Francia y EE UU, en donde la generación nuclear es importante, desactivaran proyectos futuros y aún detuvieran centrales en marcha, pues la opinión pública está cuestionando los grados de inseguridad que conllevan estos emprendimientos.


Nos preguntamos: y en Mendoza ¿como andamos? ¿Qué está pasando con la remediación de Sierra Pintada, en el Río Diamante? ¿Qué planes extractivos hay sobre el Cañón del Atuel? Para una aproximación a este tema, sugiero entrar a cualquier buscador como el Google y escribir: ACCIDENTES NUCLEARES. Aparecerá 1 millón y medio de resultados…

Para entender de qué estamos hablando.

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