De cómo las caretas de casi todos los que tienen una, se van cayendo a pedazos. Dejan ver, de este modo, los rostros verdaderos de quienes no necesariamente llevan su realidad discursiva de la mano con su experiencia de vida. De hecho, una de las virtudes de la gran crisis que atravesó nuestro país durante los años 2001 y 2002, fue que casi todas las corporaciones mostraran su lado más oscuro. En el caso de la que interesa a periodistas y empresarios de medios, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual terminó de poner las cosas en su sitio. Aquí uno de los ejemplares: o mejor dicho, uno más de los malos ejemplos.
Hace muchos años fue un joven laborioso, inteligente, que hizo toda la carrera del periodismo en tiempo récord, a la vez que iba sumando responsabilidades muy destacadas. “Su” carrera de periodismo fue la misma que transitaron todos los profesionales de su época, mucho antes de la existencia de las escuelas y facultades de comunicación, que generan miles de jóvenes con título universitario, sin importar su salida laboral.
Hablo de Jorge Lanata, quien además varias veces fue fundador de los emprendimientos que lo llevarían a ser considerado uno de los más rebeldes, uno de los grandes buscadores de la verdad detrás de las noticias. La revista El Porteño y el diario Página/12 quizás puedan verse como paradigmas de una vida cruzada por tantas y tantas horas detrás de un dato, detrás de una foto, detrás… ¡de una máquina de escribir! -antes- y de un teclado de ordenador -ahora-.
La última década infame argentina, la del neoliberalismo menemista, lo puso en el tapete con todas y cada una de las tapas del matutino que se hizo bien de abajo hasta encontrar un nicho que, prácticamente, parecía haber inventado. Es que al manejo fresco, desinhibido de los temas periodísticos -muchas veces crueles, duros, trágicos- sumó una alta dosis de humor, planteando los más diversos tópicos desde una mirada lúdica permanente.
Es cierto que cíclicamente y en respuesta a situaciones inaceptables surgen medios de comunicación que se convierten automáticamente en cajas de resonancia y denuncia de situaciones políticas insostenibles. Lo que resultó especial para muchos argentinos en los últimos años, fue compartir una parte de nuestra vida “mirando” estos años de la historia argentina, bajo un par de ojos (los de Lanata) que desde los titulares hasta los epígrafes pasando por el tipo de fotografías y los diseños, develaba el sentido profundo de mentiras y verdades de la política y el manejo del poder.
Ha sido dicho: el periodismo gráfico en la Argentina ya no volvería ser lo mismo que luego de la irrupción de este prestidigitador. Claro, es que manejaba en dosis que solo el conocía, datos, humor, fotos, inconsciente colectivo, números que, traspasando las mañas de la corrupción política, se convirtieron en una verdadera revolución de aire fresco. A esto sumó varios libros de irregular factura y la consagración televisiva, que hizo un aporte importante para descontracturar el tratamiento de las noticias.
Si bien nunca insinuó más que lo que puede esperarse de una suerte de liberal de izquierda que abreva en las fuentes de la socialdemocracia, Jorge Lanata era una reserva moral en temas como derechos humanos, reforma del Estado, corrupción, justicia, educación. Estos tópicos eran por demás acuciantes durante los ´90. Una parte del país volvía a preguntarse cómo era posible que se hubiera aupado -no una sino dos veces-, a un hombre que venía de La Rioja con un cuchillo bajo el poncho.
Tanta fue la irreverencia de Lanata a la vez que su popularidad, que se subió a las tablas del teatro Maipo (icono de los devaneos de la revista nacional) para decir noticias, para hablar de política, para editorializar… ¡entre plumas, lentejuelas, concheros y brillos diversos! Parece que realmente se la creyó, pensando que también las páginas de la revista Paparazzi debían contar con fotos suyas.
Mientras tanto la vida seguía. Este gobierno fue el que más se enfrentó -y se enfrenta- a las corporaciones más poderosas del país. El advenimiento del kirchnerismo planteó una serie de nuevos escenarios que dejaron bastante mal parados a muchos que detentaban un discurso “progre”. En la política, por ejemplo, Elisa Carrió quedó demudada y debió correrse hacia la derecha (¿no es ese su verdadero espacio ideológico?). Lanata, que fue tentado por la chaqueña para que la acompañara en la fórmula 2011 para encarar la presidencia de la Nación, también quedó a mitad de camino.
Claro, a la realidad nueva donde dejaron de haber hechos para denunciar corruptelas de poder, debe sumarse que muchas de las mejores banderas de las luchas populares fueron desplegadas por el gobierno de Néstor Kirchner primero, y de Cristina Fernández, después. El discurso de aquel joven laborioso e inteligente, comenzó el mismo derrotero del de su admirada Carrió.
Lanata se metió a pronosticador de los peores males, como un triste profeta de hechos que finalmente no ocurrían… Tan hacia la derecha se corrió, que terminó abjurando sus opiniones más ácidas para con el oligopolio Clarín. Claro, este lo acogió como uno de los suyos: lo vemos dos o tres veces por semana pasando por diversos programas de Canal 13 y Todo Noticias (TN), entre otros sumideros conjurados anticristinistas. La frutilla de esa torta es su vuelta a la tele, con un envío por Canal 13 (nave insignia de Clarín). Lo propio hizo la editorial de Jorge Fontevecchia, que además de ser uno de los aplaudidores oficiales del periodista travestido desde las páginas de la revista Noticias, le da lugar a sus columnas en “diario” Perfil y lo tiene como mascarón de proa del (menos que canalla) diario Libre.
Sin embargo si este periodista tiene ego, y vaya si lo tiene Lanata, le resultará muy triste que se lo recuerde por enarbolar las posiciones de una derecha que, como él, han quedado desnudos frente a las políticas públicas llevadas a cabo desde hace nueve años. Claro que quizás su necesidad de poder y dinero es más importante... pensamos en un intento de enhebrar una explicación.
Lo cierto es que la Hora 25 de Lanata, su Crónica de vida, nos lo muestra en lo peor de su Día D. Su pluma devino plumita y la está usando, junto a una lengua que recuerda más a Lita de Lazzari que a cualquiera de sus admirados maestros de periodismo, como una triste lacaya de la peor derecha y del poder económicamente concentrado. Casi como los últimos movimientos de una bataclana hacia el ocaso, bajando con dificultad del escenario del Maipo, ya vieja, fané y descangayada.