El 2 de abril quedó incorporado como fecha patria.
Aquel día de 1982 en que los argentinos nos sorprendíamos con la recuperación de nuestras Islas Malvinas, recibíamos una nueva lección de la Historia. Una dictadura cruel, pro-imperialista, pro-oligárquica, que terminaría asesinando a 30.000 personas, daba un vuelco en su política exterior, enfrentando al tradicional imperio que convirtió a la Argentina en un país semicolonial a lo largo del siglo XIX.
No nos corresponde a quienes hoy reivindicamos la soberanía nacional como parte vital para consolidar el difícil camino de liberación, atendiendo al interés popular, afirmado a través de la construcción de la unidad de la Patria Grande Latinoamericana, detenernos en los planes ambiciosos del general Galtieri.
Vale dedicar nuestra energía militante a ubicar la causa de Malvinas en la línea histórica de las luchas emancipadoras del pueblo argentino, comenzadas en 1806 contra la invasión de ese mismo imperio, con hitos importantes como la resistencia en la Vuelta de Obligado (1845), en tiempos de Rosas; la conquista de la soberanía popular con Irigoyen; la era del general Perón, quien en su primer presidencia nacionalizó todos los servicios públicos en manos de los ingleses, marcando una férrea política nacional y popular; la que hoy vemos reimplantada desde 2003 por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, a pesar de trabas y resistencias de la estructura económica montada por las sucesivas política liberales después de 1955.
Precisamente, y no lo vemos casual, el gobierno de la presidenta Cristina ha tomado la firme iniciativa de exigir al Imperio británico el cumplir con las resoluciones de las Naciones Unidas, que indica negociar el tema soberanía con la República Argentina.
Lo hace desde una posición de fortaleza, ya que cuenta con el apoyo de toda Latinoamérica y en particular de la UNASUR, como las sucesivas manifestaciones de los países hermanos lo han demostrado.
Negar el 2 de abril, con su fuerza de reivindicación de pertenencia de nuestras Islas Malvinas , es hacer el juego al enemigo que no es solo el imperio británico, sino que actúa junto a su aliado incondicional: el imperialismo norteamericano y todas las corporaciones internacionales.
Es importante recordar que el poder imperial no está solo en las Islas sino dentro de nuestro propio país, como lo demuestra el grupo británico Goldman Sachs: una de las principales inversoras en el negocio petrolero alrededor de Malvinas, dueña de la mina del Bajo la Alumbrera en Catamarca y propietaria de una importante parte de las acciones del grupo Clarín. Lo que hace que los grupos de interés económico como éste, sin necesidad que intervenga la inteligencia británica misma, actúen con su presión en los medios de comunicación afines para llegar a la “inteligentzia” colonial argentina, la que se expresa espontáneamente a favor del Imperio británico, como lo hace el renegado periodista Lanata.
Las generaciones presentes debemos aunar esfuerzos para luchar contra un último enclave colonial que sirve de baluarte estratégico al imperialismo en el Atlántico Sur, es fuente de buenos negocios (petróleo y pesca) y como referente para humillar e intentar subordinar a todos los argentinos y latinoamericanos.
Reivindiquemos a las Malvinas junto a la Bandera que creó Belgrano. Seamos condescendientes con los fundadores de la emancipación latinoamericana y con el porvenir que nos merecemos, con dignidad, bienestar y soberanía.