No hay justicia social sin igualdad de género / Escribe: Alicia Kirchner






El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Se recuerda a 129 trabajadoras, que murieron quemadas, encerradas en una fábrica textil de Nueva York, en 1908. Su destino fue sellado por bombas incendiarias que querían silenciar el reclamo de mejoras salariales y laborales. Esa tragedia, emblema de la lucha por la igualdad de género, no es ajena a la reivindicación de derechos en nuestra historia. A través de procesos revolucionarios, transformadores y políticos, las mujeres han sido las protagonistas invisibles de conquistas eternas. Eternas porque antes no existían, porque nacieron de la voluntad incansable.
Las mujeres latinoamericanas se constituyen como sujetos políticos desconocidos a tiempo, o reconocidos a destiempo. En las luchas por la emancipación, el puño alzado de Juana Azurduy nunca pudo doblegarse. En la batalla de la Vuelta de Obligado, mujeres de San Pedro y San Nicolás, se alzaron bajo un fusil y se enfrentaron a la superioridad numérica que las esperaba.


En República Dominicana, las hermanas Mirabal resistieron a la dictadura de Trujillo y la única rendición que conocieron fue la muerte. Mujeres que hicieron historia desde la política, la cultura, la participación democrática y la defensa de los Derechos Humanos. Como nuestras Madres y Abuelas, que dejan sus años en la Plaza y que saben que cada paso dado, es un paso que avanza en justicia y esperanza. Como nuestras voluntarias en Malvinas, que sueñan con volver a las Islas de la mano de una Latinoamérica unida. Las impulsa, como decía Evita, ese sentimiento de indignación frente a la injusticia. Ese sentimiento que la impulsó a ella para conquistar el voto femenino con la fuerza y transgresión de una mujer que nunca tuvo el alma dormida. Cuando el neoliberalismo intentó despedazar a esta sociedad, fueron las mujeres las que defendieron su hogar. Reconstruyeron el tejido social y sostuvieron las ollas populares. Mujeres que, frente a la necesidad de su pueblo, se hicieron cargo y salieron a luchar por sus derechos.


Hoy una mujer conduce nuestro país. Una mujer que genera y convoca a la participación de las mujeres, en todos los espacios y que posee la fortaleza y las condiciones para seguir profundizando el proyecto que iniciamos en 2003, y que sólo responde a los sueños y esperanzas de miles que han estado presentes todos los días. Hoy, en los cargos políticos de ministerios nacionales hay mujeres: ministra de Industria, de Seguridad, y yo, en Desarrollo Social. Las hay intendentas, gobernadoras, legisladoras, miembros de la Corte Suprema de Justicia, juezas.
La desigualdad no terminó. No negamos el desafío que el pasado de luchas nos demanda para construir un futuro mejor. No nos asusta: no vamos a devolver los problemas. Hacer política no es sólo postularse a elecciones. Seguiremos impulsando las políticas sociales, económicas, inclusivas y de restitución de derechos que nos permiten, frente a la crisis global, establecer junto a nuestros países hermanos como un modelo a seguir. Vamos a seguir transformando la realidad con hechos y no con promesas, y a defender nuestras convicciones gestionando con vocación de cambio. Porque no hay justicia social sin igualdad de género.

(Tiempo argentino, 12 de marzo de 2012)

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