Las claves de un discurso que marca el nuevo rumbo del Congreso / Escribe:Felipe Yapur






El discurso presidencial que inauguró el período de sesiones ordinarias pudo haber resultado para muchos de los opositores un largo relato de lo realizado desde 2003 a la fecha. Sin duda que así lo fue. Pero lo extenso no es significado de malo y mucho menos lo es de aburrido, cuando de cifras y porcentajes se trata. En esas tres horas y cuarto, la presidenta dio cuenta del origen, las causas, las razones y las consecuencias de las políticas que se implementan en el marco del modelo político y económico que conduce. En lo estrictamente parlamentario, Cristina Fernández de Kirchner dio cuenta de la necesidad de plasmar en el plexo normativo las transformaciones que se llevan adelante. Eso, sin duda, es el anticipo de la serie de leyes que van a llegar al Congreso y que le otorgarán un perfil más activo al gris e inoperante Parlamento que dejaron los años de preeminencia del Grupo A.



En los años en que el control de las Cámaras estaba en manos de la oposición, era más que lógico que el oficialismo se moviera con pies de plomo a la hora de promover cualquier norma legislativa. Desde la vereda de enfrente había más que pruebas de los deseos opositores con hacer tropezar al gobierno nacional que, además, contaban y cuentan con el respaldo de las grandes corporaciones mediáticas. Ahora ese escenario se modificó y, por lo tanto, la responsabilidad de los legisladores del Frente para la Victoria (FPV) cambió. Ya pasó el tiempo de la defensa y de la resistencia. En el discurso presidencial se puede verificar ese cambio, sobre todo cuando relató las normas aprobadas en las sesiones del período extraordinario que se realizaron en diciembre pasado.

Si bien mantuvo su estilo de no anticipar las jugadas, la presidenta fue dejando pistas durante su discurso. Anunció que se van a producir cambios en lo que hace al régimen de jubilaciones de privilegio que, a pesar de lo que muchos deben creer, todavía continúa vigente. Lo dijo cuando les anticipó, casi como al pasar, que en poco tiempo más el titular de la Anses, Diego Bossio, los va a visitar para darles un pormenorizado informe al respecto.

En lo que hace a anuncios concretos, la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central será, sin duda, el tema excluyente de los próximos días, cuando las comisiones reinicien sus tareas. Carlos Heller y Roberto Feletti, presidentes de las comisiones de Finanzas y de Presupuesto y Hacienda, ya tienen tarea. Es una prueba de cuánto cuesta quitar la pátina neoliberal al actual Estado argentino. Llegar a este proyecto de ley significó un largo periplo que incluyó conflictos como el protagonizado por el entonces presidente del BCRA, el mediático Martín Redrado. A partir de la sanción de la iniciativa, atrás quedará el único objetivo que se le había permitido al Central y que era el de regular el valor de la moneda en un escenario de convertibilidad. Ahora se pretende que regule la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera y el desarrollo económico con equidad social.

Si bien el futuro BCRA continuará siendo un ente autárquico, el nuevo proyecto le indica que deberá diagramar políticas monetarias y de promoción del crédito en el marco del modelo que lleva adelante el gobierno: un modelo que genera trabajo y mayor producción nacional. Es un primer paso en lo que hace a colocar el sistema financiero en sintonía con el nuevo rumbo del país y deja por ahora en pausa el proyecto que promueven legisladores aliados al FPV de transformar al servicio financiero.

El devenir del plexo normativo no será fácil, aunque el FPV tenga la mayoría en las Cámaras. Pero se hace imprescindible y por eso lo dijo la presidenta. Implementar programas para incluir a sectores históricamente postergados es algo muy importante. Ahora bien, transformarlos en políticas de Estado, con normativas que los sostengan en el tiempo, es por lo general más complicado, porque se rompe de manera permanente con privilegios e intereses corporativos.

Entre los supuestamente perjudicados, se generan rencores que no se diluyen con el tiempo, porque es mucho el dinero que se deja de percibir. Las fuerzas de la oposición, que van mucho más allá de los bloques parlamentarios, recurrirán a todo tipo de artimañas para evitar que se concrete. El recurso mediático de advertir que nuevamente el gobierno se hace de una “caja política” en el tema del Banco Central, ha comenzado a retintinear. Pero no será el único método y seguramente en los próximos días se conocerán otras estrategias.

El desafío, sobre todo para la oposición parlamentaria, está en saber si sus legisladores son capaces de resistir a las presiones de las corporaciones que tan bien los trata por el sólo hecho de no ser parte del oficialismo, y de construir su propia agenda, su propio proyecto político como se los recomendó la presidenta. En estos últimos nueve años, pero sobre todo entre 2009 y 2011, no hubo pruebas de que lo estuvieran haciendo.



El oficialismo parlamentario también tiene su desafío. Este es un año clave porque es el comienzo de ese derrotero del que habló la presidenta y, por lo tanto, toda ley se vuelve crucial para concretar el objetivo de hacer al modelo de país permanente en el tiempo. Para ello también se vuelve necesario que los diputados y senadores sepan dejar de lado los intereses particulares del sector del que provienen y representan, en pos del modelo nacional que acompañan. Por eso, es posible entender que cuando hacia el final de su discurso, Cristina Fernández dijo que “tanta pelea no valió la pena”, tal vez pudo referirse también a esos grupos del oficialismo que hoy muestran disidencias que tienen perfume a intereses corporativos.
(Nota aparecida en Diario Tiempo Argentino, domingo 4 de marzo de 2012)

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