Con los mariscales de la derrota al mismo interior del FpV era previsible un resultado negativo en estas pasos. Pero como somos optimistas, optimismo a que nos convoca la realidad política, económica y social que nos rodea desde hace más de una década a esta parte, los resultados comiciales de este domingo último apenas si le alcanza a la contra deshilachada para el brindis de la noche de esa jornada. Porque apenas una diferencia de cuatro puntos no es para festejar con pizza y champán, al mejor estilo menemista. Claro, tampoco de este lado, menos los que vienen motorizando como esencia peronista el "mendocinismo" en su máxima expresión excluyente. Es decir, anticristinista. Y ahí están los resultados enrostrándoles sus dobleces derechosas. No ganó Cornejo ni perdió el peronismo.
La duda cartesiana se instala para dirimirse en meses más: octubre. Precisamente es así, porque la duda se instala en la condición humana, tan permeable como papel de diario. En disputa con la firmeza ideológica popular, nacional y revolucionaria de gran parte de los sectores del trabajo, la juventud de los talleres y de las aulas; docentes y académicos, profesionales, técnicos y científicos.
Hacía tanto, tanto tiempo que no festejaban, que tras la jornada electoral estos radicales del PRO y de Clarín, La Nación, Los Andes, que después de las diez de la noche el festejo en su bunker, los rostros mostraban más que alegría el rictus desencajado y enajenado de un desquite largamente acumulado en los más sombríos espacios del resentimiento. Lo primero que dijo Cornejo fue que este mismo día lunes le iba presentar al gobierno, al gobernador Paco Pérez, un pliego de condicionamientos a su gestión durante lo que resta hasta diciembre. La agenda de Pérez sería la de Cornejo, bien al estilo de Clarín, que durante décadas le marcó la cancha, en nombre de sus mandantes de la oligarquía rural y la embajada yanqui, al poder político.
Y está claro también que para las bases del peronismo frentista, militante y libertario la tarea será en dos frentes, como ya lo viene haciendo: el de la contra deshilachada y el de un peronismo incrustado en el justicialismo, que desde siempre solamente fue la pata electoral, como lo elaboró Perón. Para gobernar, para enfrentar los embates de las corporaciones del poder económico y financiero, nativas e imperialistas, las bases de un pueblo siempre jugado por el triunfo definitivo de la justicia social, la libertad económica y la soberanía política.
No son pocos los mariscales de la derrota en tiempos de ganancias en las luchas. Tienen nombre y apellido en este momento de trascendencia, porque lo que está en juego en este campo de batalla democrático es el porvenir de millones de habitantes de nuestra latinoamérica. El mundo, una parte de él, está estremecido y hace esfuerzos por sobrevivir. Con afán de auto salvataje, mira con esperanzas hacia una América que está superando el estigma colonizado de sus venas abiertas, como lo afirma el gran EDUARDO GALEANO desde su inmortalidad.