La frase fue atribuida a Nicolás Maduro y presentada como un lapsus verbal o un acto fallido. Decía textualmente: “Quiero decirles aquí, atención comerciantes de este país, pequeños y medianos, que esos comerciantes que ustedes conocen son tan víctimas del capital, de los capitalistas que especulan y roban como nosotros, porque a ellos los exprimen los llamados proveedores y mayoristas, los exprimen en los centros comerciales, son exprimidos doblemente”.
O sea que el presidente de Venezuela habría dicho que los especuladores “roban como nosotros”. El “nosotros” sería, presuntamente, el gobierno venezolano, o un sector del oficialismo, o vaya a saber qué banda incrustada en el Partido Socialista Unificado de Venezuela.
La supuesta frase circuló sin chequeo alguno por el mundo, la Argentina incluida, y dio pie para la risa. Maduro cada tanto se equivoca con alguna palabra. La más famosa fue cuando, al mencionar a Cristo, habló de multiplicar los penes en lugar de los peces.
Reírse no es malo, pero interpretar de más puede ser un vicio que impida entender y, aun, criticar una política.
Es una cuestión de rigor.
Si la frase fuese cierta y Maduro cometió un fallido, ¿cuál sería la interpretación? La inmediata dio a entender que Maduro estaba haciendo una confesión. Pero, ¿confesó que robaba? ¿Que “ellos” roban? ¿O, como fallido, algo se le atrancó entre la conciencia y el inconsciente? ¿Acaso Maduro dejó traslucir su deseo inconsciente de robar? Si Maduro y ellos, un “ellos” indefinido, no robaron ni roban sino que sienten deseos de robar, un análisis simple demuestra que la interpretación es flojona. Muy.
El chavismo gobierna desde comienzos de 1999. Están por cumplirse 15 años. Por lo tanto, es obvio que controla los resortes del Estado.
Maduro, elegido este año presidente por el voto popular por estrecho margen frente a Henrique Capriles, fue presidente de la Asamblea Nacional y canciller de Hugo Chávez. También conoce en detalle los recovecos del Estado y el poder administrativo en Venezuela.
La Asamblea acaba de otorgarle, a su pedido, poderes especiales para librar lo que Maduro llama “guerra económica”, que consistiría entre otras cosas en un colosal proceso de desabastecimiento que alcanza a las harinas de trigo y de maíz, la manteca, el café, el azúcar y el papel higiénico.
La falta de chequeo de la frase y la interpretación liviana privó a los críticos del gobierno venezolano de herramientas serias para cuestionar al chavismo o a la actual etapa de chavismo sin su líder.
Al quedarse en el plano de los deseos reprimidos de Maduro, ni siquiera se permiten a sí mismos criticar los problemas en el funcionamiento de la economía o hechos de corrupción, que naturalmente existen.
El facilismo amarillo a veces hasta juega contra los propios intereses.
Hasta aquí el panorama si Maduro hubiese dicho de verdad esa frase. Si el fallido hubiese sido real.
El problema es que según, el gobierno venezolano, la frase ni siquiera existió. El discurso completo difundido por Telesur y la Agencia Venezolana de Noticias contiene estos conceptos del presidente: “Esos comerciantes que ustedes conocen son tan víctimas del capital, de los capitalistas que especulan y roban, como nosotros, como la gente que trabaja, como la gente que estudia”.
Maduro se refería a los especuladores que, según él, son la fuente de la megainflación venezolana (45 por ciento este año) y del desabastecimiento que a criterio oficial es parte de una conspiración. El presidente acusó a la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras), la Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria (Venamcham), el Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio) y a la Mesa de Unidad Democrática, que agrupa a las fuerzas opositoras. Según él, protegen a los especuladores con argumentos “tramposos”. Y agregó: “Detrás de estos precios abultados, a veces de 2000 y 3000 y hasta 12.000 por ciento, se encuentra una dinámica económica que ha sido disparada desde hace un año con un objetivo político, por actores económicos que asumen posiciones políticas, a través de un golpe suave que, según sus cálculos, debería entre octubre y noviembre llevar al país a un caos social, la desesperación económica de las mayorías y a una crisis política de cálculos inimaginables”.
La falta de alimentos es un problema crónico que fue tratado por Maduro en su primera gira tras haber sido consagrado presidente. Consiguió promesas de ayuda en la Argentina y en Brasil pero también en Colombia. Aunque distante ideológicamente de Maduro, el presidente colombiano Juan Manuel Santos decidió una convivencia en paz luego de la mediación de la Unasur y Néstor Kirchner en 2010. Tres años después no sólo desapareció el fantasma de la guerra y los venezolanos, ayudaron al diálogo de paz con las FARC sino que el volumen de intercambio entre los dos países alcanzó los 3500 millones de dólares.
El gobierno de Venezuela optó por un plan de monitoreo de precios y por inspecciones masivas que ya abarcaron a 1700 comercios y concluirán a principios de 2014.
Los críticos hacen hincapié en la brecha cambiaria entre el oficial y el paralelo e incluso simpatizantes latinoamericanos del chavismo suelen reparar en que, después de tantos años, la situación social mejoró y creció el empleo, pero Venezuela no consiguió convertir los dólares obtenidos de la renta petrolera en industrialización y en un aumento significativo de la tecnología alimentaria. La comparación con el Chile de 1973 no parece consistente. La Venezuela de Chávez-Maduro y el Chile de Salvador Allende comparten una característica importante –son un blanco de Washington– pero en Chile el régimen de la Unidad Popular nunca logró llegar a estabilizarse, duró solo tres años y entre otros factores fue torpedeado hasta la muerte por las propias Fuerzas Armadas.
El mar de fondo de la frase trucada y el uso vulgar del pobre Sigmund Freud tiene fecha: 8 de diciembre. Ese día casi 20 millones de venezolanos están en condiciones de votar para renovar por cuatro 365 alcaldes y 2389 concejales. Es una pulseada política en la que se juegan mucho tanto el Gran Polo Patriótico de Maduro como el MUD de Capriles.
Esa es la razón por la que el último fin de semana los opositores a Maduro convocaron a una manifestación en la que, de acuerdo con una crónica de El País de Madrid, uno de los participantes escribió en una pancarta: “Más vale una protesta pendeja que un pendejo que no protesta”. Fuera de la Argentina o Uruguay pendejo no significa “chico” sino “boludo”.
Frente a los pendejos, la apuesta del gobierno es ganar las elecciones del domingo que viene y que el país crezca en 2013, si no al 6 por ciento programado, por lo menos a una cifra razonable. La base sería la construcción, la industria manufacturera y el petróleo, acaba de informar el presidente del Banco Central, Eudomar Tovar.
Y si no, a multiplicar los peces. O los penes, qué tanto.
(Diario Página 12, domingo 1 de diciembre de 2013)