Hace exactamente una semana, estimado lector, concluí mi nota dominical con el siguiente párrafo: "Posiblemente, mañana, la presidenta regrese a sus funciones. Deberá afrontar nuevamente la catarata de nimiedades discursivas de las operaciones políticas de los principales medios de comunicación. Luego de más de un mes para pensar a solas sobre su existencia personal y el futuro colectivo, una sola cosa me animaría a desear: ojalá la presidenta vuelva a sorprendernos con su creatividad política".
Y lejos de ser previsible, Cristina Fernández de Kirchner, una vez más, hizo gala de su creatividad y capacidad de sorpresa como forma de liderazgo. Dejando en estado vegetativo los deseos imaginarios de algunos dirigentes de la oposición –política y mediática– que auguraban desagradables formas de retorno de la presidenta de la Nación, la primera mandataria sorprendió a todos por la forma en que decidió mostrar su regreso a escena. Veamos:
a) El lunes por la tarde se presentó en sociedad en un video filmado por su propia hija Florencia. Con una espontaneidad fríamente calculada, decidió regresar desde un perfil cálido. No fue el primer contacto político, sino estrictamente humano, íntimo. Regalos, cartas, mascotas, un lenguaje llano y un tono de voz ameno hicieron de ese mensaje un reencuentro tranquilizador y ameno. La presidenta nombró a Hebe de Bonafini y a Hugo Chávez y, al mismo tiempo, habló de un militante del PRO y lo utilizó como "signo" de convivencia. Todas sutilezas simbólicas que buscan una comunicación más abierta y plural en concordancia con las entrevistas que había dado Cristina antes de los 40 días de reposo.
b) En las 24 horas siguientes, la presidenta sacudió el tablero de su propio gabinete. Salieron Juan Manuel Abal Medina –el jefe de Gabinete ligado a un pensamiento más progresista y a la etapa de búsqueda de lealtad por parte de la presidencia–, Guillermo Moreno –el cuadro político cuyo alejamiento causó una fuerte melancolía en la militancia más enfervorizada– y Mercedes Marcó del Pont. E ingresaron el chaqueño Jorge Capitanich –un armador político con formación económica y peso territorial propio, y de buena relación con la Liga de Gobernadores del arroyo de Medio hacia el Norte– y se fortificó la figura de Axel Kicillof como ministro de Economía, tras un período donde la dispersión de poder en distintos referentes parecía tener su razón de ser en el buen compás de la economía.
c) Los cambios tienen varias interpretaciones posibles. Frente a los deseos imaginarios de la oposición más irreductible, la ortodoxia neoliberal y algunos medios de comunicación hegemónicos, de un viraje del kirchnerismo a la derecha, la presencia de Kicillof, un neokeynesiano más preocupado por el sistema productivo y los ingresos de los sectores populares que por el monetarismo enfriador de la economía, resulta ser una garantía de que, como anunció la presidenta, se continúa en un proceso de profundización del modelo económico de redistribución de la riqueza. Quienes sueñan con una hegemonía de la provincia de Buenos Aires, en los próximos días deberán entender cierta alianza entre el kirchnerismo puro que conduce el proceso y la Liga de Gobernadores. Ese equilibro marca una nueva recomposición de fuerzas dentro del Peronismo y deja con menor sustantividad al PJ bonaerense.
d) ¿Significa esto una mayor peronización del kirchnerismo? No. Desde hace años que el kirchnerismo alcanzó su grado de saturación de peronismo como el azúcar. Es decir, por mucho que se le agregue pejotismo, no será más ni dejará de ser más peronismo.
e) ¿Es Capitanich el próximo candidato a presidente del tándem kirchnerismo-Liga de gobernadores? Imposible saberlo. Un buen jugador de truco sabe utilizar sus cartas en el momento justo: ni antes ni después del vale cuatro. Lo que sí es cierto es que de ahora en más, el "Coqui" se convierte en un actor muy fuerte de la agenda política argentina.
f) La presidenta de la Nación decidió, tras cuarenta días de descanso, cambiar ciertos estilos. Cambiará algunas cosas más, como seguramente lo está haciendo, pero el “kirchnerismo social”, ese sector progre, autoconvocado, deberá comprender que se trata simplemente de cambios tácticos y no de trastocamientos estratégicos. Muchos se ilusionan con un kirchnerismo domado. Con la llegada final de la moderación por parte de Cristina, la entrada en razones, el sentar cabeza por parte de la conductora del proceso más original de los últimos cincuenta años de la historia argentina. Permítanme dudar. Para mí, la principal cualidad del kirchnerismo es que es habilidoso como Sugar Ray Leonard. Pega y saca el cuerpo. Pega y bailotea. Pega y recorre el ring. O como en aquella célebre pelea con Roberto "Mano de Piedra" Durán, revolea la derecha para amagar y termina pegando con la izquierda.
Por último, párrafo aparte se merecen los mensajes incorformistas de ciertos comentaristas políticos y pseudo-periodistas independientes que ya le están buscando el pelo al huevo, por decirlo en términos académicos.
Tras meses y meses de operaciones políticas contra el gobierno por supuesta inacción, ahora se quejan de demasiados cambios en pocos días y de que, en realidad, la presidenta debería haberlo hecho antes.
Nada mejor para contrarrestar el gataflorismo de los paladines de los análisis histérico-coyunturales que una buena anécdota protagonizada por Juan Domingo Perón.
En el libro La última palabra, Las respuestas más ingeniosas y demoledoras del siglo XX, de Guido Indij, se cuenta una anécdota que viene muy al caso. El político y diplomático Hipólito J. Paz se encuentra con Perón, e interesado por los vericuetos del poder le pregunta al general cuáles son los placeres, los sinsabores, las limitaciones y las exigencias a los que es sometido un presidente.
Perón lo mira, y con sonrisa ladeada y socarrona le explica: "Usted está en el circo y aparece el artista con su perro amaestrado, sube una escalera empinada con el perro parado en una pata sobre su cabeza; llegan al final, y allí le entrega al perro un violín; el animal, parado en una pata, toca una pieza de Toscanini. Termina el concierto y hay un hombre en la primera fila, con mala cara, que no aplaude, y en cambio exclama:' '¿Cómo pueden aplaudirlo? ¿No se han dado cuenta de que el perro desafinó en la última nota?'... Bueno, amigo, así es la suerte de los gobiernos."
(Diario Tiempo Argentino, 24 de noviembre de 2013)