El ruido electoral opacó que hacia el fin de semana se hizo uno de los decomisos de cocaína más grandes de la historia nacional, que implicó allanamientos y detenidos en diversos sitios de la Argentina: unas 500 toneladas del blanco estupefaciente fueron incautadas, mostrando a la vez que se está trabajando contra el avance de la droga, y que la misma está considerablemente presente en el país.
El logro no puede disimular que se trata de una situación grave. La detención del jefe de policía de Rosario; el atentado posterior a la casa del gobernador Bonfatti, la destitución y enjuiciamiento del jefe de policía de Córdoba más la renuncia del ministro de Seguridad de esa provincia, muestran que instituciones que debieran prevenir el delito tienen a muchos miembros de la fuerza (e incluso a sus jefes) colaborando con el narcotráfico. Ello no debiera ser motivo para usos políticos de ocasión: es cierto que las autoridades de ambas provincias pueden ser criticadas por un mal manejo de una temática tan delicada (en Santa Fe aparentemente por omisión, en Córdoba porque una ex-funcionaria cercana a De la Sota ha sido acusada de participación directa), pero este es un problema de la Nación toda, aun cuando en algún sitio del país tenga más intensidad que en otros. Incluso si ocurriera exclusivamente en una zona o región, por su gravedad sería ya un problema nacional; pero además, no afecta a una provincia sola, ni por supuesto exclusivamente a las dos que hemos referido. En muchas otras se ha detectado venta ilegal, así como se han hecho operativos menores de decomiso de droga con detenciones de personas.
Que nadie crea que el narcotráfico es problema sólo de países que producen coca. En México no se planta coca y sin embargo, por ser la ruta intermediaria de la droga hacia Estados Unidos, es un país ocupado por los narcos que han infiltrado policías, Fuerzas Armadas, jueces, alcaldías, diputaciones y quizá alguna gobernación. Se disputan el tránsito a la potencia del Norte, pero también el menudeo. En tanto éste se queda casi con el 50% del negocio ilegal, manejar la distribución y venta lleva a la lucha entre grupos narcos que se advierte en el país azteca.
Resulta que Argentina es un país consumidor fuerte de cocaína: se lleva el 25% de la que se consume en América del Sur. Brasil, con cinco veces más población, totaliza sólo el 33%, lo que indica un promedio "per capita" cuatro veces menor que el nuestro. Somos ya un país con consumo importante, y la pelea por el manejo del transporte, distribución y venta se está haciendo notar. Recordemos que a comienzos del presente año dos jóvenes militantes políticos del Movimiento Evita fueron asesinados por la disputa de terreno que presuntos narcos les hicieron en un barrio marginal de Rosario. En esa misma ciudad hubo posterior ruido mediático (como siempre, momentáneo y fugaz) cuando una alumna que se iba de clases antes del final, declaró que lo hacía "para ir a vender droga".
Además del consumo de cocaína (la heroína no es acá problema importante porque se produce el 90% en Asia), está la cuestión de su producción. Esta es sudamericana en casi su totalidad. Y se ha huido en parte de una Colombia ya muy controlada hacia Perú y Bolivia en los últimos años, países en los que ha crecido considerablemente. A la vez, ha bajado en la última década el consumo en los Estados Unidos, mientras ha subido el de los países europeos. Esto significa que la ruta mexicana sigue siendo importante pero lo es menos que antes, y que, en cambio, la Argentina puede ser sitio de transporte hacia espacios importantes de destino, como es Europa, siendo que a la vez parte de la producción viene de Bolivia, un país limítrofe del nuestro.
Como se ve hay condiciones para la preocupación, pues el movimiento mundial del narcotráfico se ha trasladado tanto en producción como en consumo, y por ello también en cuanto a las zonas de tránsito. Todo esto nos está afectando. Es una situación de tal gravedad, que debiera hoy plantearse como política de Estado la lucha contra este flagelo. Su presencia como negocio ilegal ya es muy visible en el país, y se requiere una reacción que mueva todas las piezas de la capacidad social y estatal para que esto no dañe considerablemente la vida cotidiana de la ciudadanía.
Ojalá así sea. Ha habido logros en la lucha contra el narcotráfico (la detención en Buenos Aires del capo alias "Mi Sangre", de origen mexicano, ha sido uno de ellos), pero la gravedad de la cuestión exige un trato más preferencial y permanente dentro de la agenda pública. Por cierto que es importante actuar antes de que sea demasiado tarde.