MENDOZA / Saber elegir / Escribe: Roberto Follari






No vamos a elegir a Mr. Simpatía, ni vamos a votar por quién sea el más parecido a nosotros. El domingo próximo tenemos que elegir a quienes dirigirán, en este caso legislativamente, a nuestro país. Debiéramos votar a quienes sepan hacerlo, quieran hacerlo y -sobre todo- puedan hacerlo.

Es como elegir al electricista que nos arregle las instalaciones de la luz en nuestra casa: no importa que quien lo haga sea simpático o no, importa que sepa arreglar la electricidad, y luego nosotros no nos electrocutemos al manipular los dispositivos cotidianos de nuestro hogar.


Se trata no sólo de una persona que nos caiga bien o mal; se trata de quien represente un elenco o un partido que sea capaz de gobernar. Que no se caiga, que no temblequee al primer viento fuerte, que no haga de gobierno/flan tambaleante, con el cual ningún ciudadano puede prever ni qué se hará para el día siguiente. No es una cuestión de una persona, es cuestión de asegurar la gobernabilidad de la Nación para los próximos años. Ante ello, no es momento ni ocasión para hacer experimentos que entronicen a quienes se haya demostrado que no saben gobernar, ni tampoco a los que jamás gobernaron ni siquiera una municipalidad de nuestro país, y aparezcan como súbita nueva oferta electoral exitosa.

Por eso mismo, no se trata de elegir a quien haga promesas ideológicas irresponsables que jamás se podrían cumplir, y menos aún a quien mejor sonría, como si se tratara de un concurso de pasta dentífrica. El criterio de que es mejor la gente que sonríe o la gente más simpática, a alguien puede parecerle en primera instancia apropiado, pero en verdad es erróneo. Sonreir no siempre es mejor que enojarse; si alguien falta el respeto a un anciano...¿nosotros le sonreímos? No, ¿verdad? Si alguien agrede brutalmente a un niño, ¿es posible sonreirle? Seguro que no. Por ello, en política, quienes quieran aumentar la deuda externa o someterse permanentemente al Fondo Monetario Internacional (como tanto se hacía hasta el año 2001) vendrían a perjudicar a nuestro pueblo, con ello a nuestros ancianos y niños. ¿Qué corresponde hacer? ¿Tener gobernantes que sólo contemporizan y sonríen al Fondo Monetario, o quienes sean capaces de enfrentarlo? ¿Es bueno pedir "que se acaben los conflictos", cuando algunos entienden por ello caerle bien a los grandes banqueros internacionales, someterse al capital sin ponerle límites a su ganancia, ser blando frente a las presiones de la política de los grandes centros monetarios y geopolíticos del Norte?

Elegimos algo tan importante como es el Poder Legislativo de nuestro país, en niveles municipal, provincial y nacional. ¿Elegiremos con lucidez, o elegiremos lo que quieren los dueños de la televisión? ¿Podremos tener ojos nuestros para ver y cabeza para pensar, o lo haremos según los dictados de esa máquina incesante de "hacernos el bocho" que son los grandes medios informativos, sobre todo los electrónicos?


Ojalá nos demos cuenta que lo político no es el peor lugar de la sociedad, sino uno de los pocos en que podemos influir y tener algún control. ¿O acaso controlamos a los dueños de las grandes empresas, a las embajadas de las grandes potencias, a las autoridades de las iglesias? A todos ellos nadie les pide cuentas, nadie los eligió, nunca se irán de su lugar (o se irán por decisión en que nada tendremos que ver). La política es el lugar donde nosotros tenemos un margen de decisión, y donde podemos hacer que nuestros criterios tengan cierto peso. Es un espacio que nos debiera importar y convocar, a pesar de las decepciones que más de una vez podamos haber tenido.

Vamos a elegir, y ojalá elijamos a quienes pueden y saben gobernar, no a la figurita más mediática y simpaticona. De lo contrario, no serán Dios y la Patria quienes nos lo demanden, sino nuestro patrimonio familiar y el futuro de nuestros hijos. Hay algunas estampas de nuestra historia que desembocaron en la desesperación y los 30 muertos de una tarde de diciembre del año 2001: ojalá seamos capaces de no convocar para que vuelvan los autores de ese país que se caía a pedazos, de ese desaguisado tembleque y decadente. Lamentablemente, si bien De la Rúa no es ya postulante no faltan candidatos que mucho se le parecen, tanto en su figura personal como en el elenco que los acompaña.-

Image Hosted by ImageShack.us