HISTORIA / ¿Por qué se fue Perón? (segunda parte) / Escribe: Enrique Manson






(viene de la edición de ayer)

Las tropas que debían reprimir la rebelión estaban al mando del general José María Epifanio Sosa Molina.

Su disposición para la lucha parece expresarse con comentarios como este: -Nadie hablaba de revolución, porque con la frustrada intentona de Videla Balaguer en Río Cuarto pensamos que habría paz por largo tiempo.

Quedaba la CGT y las posibles milicias obreras.

Pero la central, al menos sus líderes de entonces, aconsejaron a los trabajadores mantenerse en calma.

Al día siguiente de la derrota insistieron sosteniendo -la necesidad de mantener la más absoluta calma y continuar las tareas.

Recién ante el golpe interno que desplazó a Lonardi se manifestarían como no lo habían hecho al caer Perón.

Norberto Galasso, a quien Feinmann acusa de juzgar desde un punto de vista demasiado peronista critica -La miopía de los analistas políticos liberales (que) los llevará a juzgar que la renuncia se origina en la supuesta cobardía del General.



No observan los movimientos profundos de las aguas que son los que explican las olas y la espuma: ese frente policlasista que sostenía a Perón –Iglesia, empresarios, Ejército, trabajadores- se ha desintegrado, y su conductor, ya sin sustento, no tiene otra alternativa que abandonar el escenario de la política argentina.[10]

Y Joseph Page, en su lúcida interpretación del personaje y de la época, se acerca a las verdaderas causas cuando dice: -¿Por qué abandonó Perón su puesto sin luchar?

La victoria militar parecía estar al alcance de la mano, especialmente considerando la inminente derrota de Lonardi en Córdoba.

Sin embargo, el levantamiento de la marina en su totalidad, el control de un sector del territorio por parte de los rebeldes en Cuyo y el compromiso asumido por muchos civiles de combatir el gobierno hasta su derrumbe hacen pensar que la caída de Córdoba no hubiera significado la terminación de la guerra civil.

Por todo ello, Perón debe haber llegado a la conclusión de que si el conflicto se prolongaba indefinidamente le hubiera sido imposible triunfar.

…Aun en el caso en que él hubiera efectivamente pensado que podía aplastar la rebelión, Perón pudo haber optado por alejarse.

A menudo se refería a la terrible tragedia de España –cuyas consecuencias él había tenido oportunidad de ver con sus propios ojos- como una razón suficiente para evitar un holocausto similar en la Argentina.

El sabía muy bien lo que hacía falta para derrotar a los rebeldes en una guerra prolongada pero, asimismo, percibía lo que se necesitaría para gobernar el país una vez concluido el conflicto.

Sólo iba a ser posible una dictadura férrea; él no iba a poder hacer el papel de moderador, de arquitecto de la unidad nacional, de conductor de una comunidad organizada.

No valía la pena luchar para obtener ese tipo de victoria: por eso abdicó. [11]

La lectura equivocada del General

Más de una vez hemos dicho que quienes nos dedicamos a la historia tenemos una ventaja inapreciable sobre los politólogos, sociólogos y, sobre todo, protagonistas de los hechos pasados.

Jugamos al Prode con el diario del lunes.

Desde ahí nos atrevemos a decir que, aunque no sabemos que hubiera ocurrido de haber procedido Perón de otra manera, creemos que equivocó el diagnóstico.

“Estallada la revolución, el día 18 de septiembre la escuadra sublevada amenazaba con el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires y de la destilería de Eva Perón (La Plata, EM), después del bombardeo de la ciudad balnearia de Mar del Plata.

Lo primero, de una monstruosidad semejante a la masacre de la Alianza[12]; lo segundo, la destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de cientos de millones de dólares.

Con este motivo llamé al Ministro de Ejército, General Lucero, y le dije: -Estos bárbaros no sentirán escrúpulos en hacerlo, yo no deseo ser causa para un salvajismo semejante.Inmediatamente me senté al escritorio y redacté una nota que es de conocimiento público y en la que sugería la necesidad de evitar la masacre de gente indefensa e inocente, y el desastre de la destrucción, ofreciendo, si era necesario, mi retiro del gobierno. [13]

-Yo no me arrepiento de haber desistido de una lucha que habría ensangrentado y destruido al país. Amo demasiado al Pueblo y hemos construido mucho en la Patria para no pensar en ambas cosas.[14]

En declaraciones periodísticas realizadas años después, Perón sostuvo que había preferido evitar una guerra civil[15] y por eso había abandonado la lucha cuando tenía las mayores posibilidades de ganarla.

La exaltación de los odios se centraba, creía, en su persona.

Dejando la presidencia, y más allá de los abusos inevitables y las pequeñas venganzas que seguirían al establecimiento del poder revolucionario, lo fundamental de la obra de su gobierno habría de mantenerse.

Tal vez más adelante, cuando las pasiones se acallaran y cuando los errores de los gobiernos sucesivos pusieran en evidencia las virtudes del derrocado, seguramente regresaría para ser reconocido y gobernar sin la oposición exaltada del ´55.

Perón se equivocó en el diagnóstico.

Seguramente el agotamiento psíquico y físico por su largo gobierno en soledad, en una soledad que se había incrementado hasta el vacío con la muerte de Eva, había disminuido su espíritu de lucha.

Pero no parece injusto concederle el beneficio de la duda cuando explicaba que fue el temor a que la Argentina sufriera las consecuencias de una guerra civil como la que él había visto en España, lo que lo llevó a ofrecer su retiro del poder.


No era la primera vez que buscaba una salida de ese tipo.

El 31 de agosto, al comprobar que su llamado a la pacificación no había tenido éxito, se había hecho eco del reclamo de la mayor parte de los dirigentes opositores y había ofrecido su renuncia a la presidencia.

Por la tarde, ante la multitud reunida en Plaza de Mayo para exigirle que la retirara, lo hizo.

Todo habría sido una /maniobra/, y así lo creyeron los opositores, que se decidieron, si todavía no lo habían hecho, a actuar ante el peligro.

Y también lo creyeron muchos peronistas que se sintieron dolidos por el manejo de sus sentimientos que parecía hacer el presidente.

Sin embargo, la inútil /maniobra/ se parecía mucho a la conducta que Perón había tenido en 1945 cuando, estando en superioridad militar sobre los rebeldes de Campo de Mayo que pedían su renuncia no hizo lo que le aconsejaban sus colaboradores uniformados y dejó el poder para no mantenerlo por la fuerza.

En 1945 y en agosto y septiembre de 1955 actuó con coherencia.

No quiso seguir en el poder, o mantenerse en él, por la fuerza militar.

Siempre sostuvo que ésta es frágil y termina por quebrarse, y en todos los casos –el 17 de octubre, sus tres presidencias- su sustento político fue la voluntad popular.

Además, debiéndoles el poder a los militares, se convertía en un prisionero de las fuerzas armadas.

Algo de eso había ocurrido después del 16 de junio, cuando se rompió el equilibrio interno que siempre había existido entre militares, sindicalistas y otros sectores que integraban el movimiento peronista.[16]

No sólo Perón creyó que la Revolución Libertadora no significaría una vuelta a 1943.

El mismo Lonardi, con su proyecto de /peronismo sin Perón/ intentó que su cruzada embanderada con la consigna /Cristo Vence/ se limitara a terminar con lo que consideraba los excesos del /régimen depuesto/.

Había que meter presos a los ladrones y a expulsar al tirano, que en su /megalomanía/ se dedicaba a pasear en motoneta con adolescentes y se había lanzado contra la Iglesia, pero había que mantener en pie todo lo demás.

El 13 de noviembre, los ultra gorilas que lo destituyeron pusieron en evidencia que se trataba de terminar hasta con el recuerdo del peronismo.

Pero esa es otra historia.

N O T A S

[1]Luna, Félix, director, /La Historia de Nuestro Siglo, Perón contra la Iglesia/, pag. 10
[2] /Idem/, pag. 27.
[3]Chiessa, Carlos. /Iglesia y justicialismo/, pag. 14.
[4] /Idem/, pag. 17.
[5] Chiessa, Carlos, /ob. cit./, pag. 15
[6] La amenaza, militarmente, no era decisiva. El gobierno podía abandonar la capital y seguir la lucha desde el interior. Los aviones leales, que no podían atacar a la Flota porque Buenos Aires estaba cubierta de nubes, en algún momento tendrían el cielo despejado. Lonardi no tardaría en caer y lo mismo podía ocurrir con Puerto Belgrano. Lagos, solucionado el problema de Córdoba, podía ser atacado desde varios frentes.[7] Chávez, Fermín, Cantoni, Juan Carlos, Manson, Enrique y Sulé, Jorge, /Historia Argentina Contemporanea/, tomo XIV, pag. 44..
[8]Peña, Milcíades, /Masas, caudillos y elites/, p. 128-129
[9]Feinmann, José Pablo. /Peronismo/ p.95
[10] Galasso, Norberto, /Perón/ Tomo 1, p.722
[ 1] Page, Joseph, /Perón/ Tomo 2 p. 79
[ 2] Luego de la caída de Perón el Ejército destruyó a cañonazos el edificio de la Alianza Libertadora Nacionalista en el centro de Buenos Aires.
[ 3] Declaraciones a la United Press del 5 de octubre de 1955 (En /La fuerza es el derecho de las bestias/, pag. 6)
[ 4] Ibídem
[ 5] Había pasado por España después de la Guerra Civil. Durante su exilio diría que los españoles habían dedicado cuarenta años a reconstruir lo que destruyeron en tres años de guerra.
[ 6] Durante la misma Resistencia, Perón se preocupó siempre en que las propuestas golpistas, de peronistas o afines, no fueran la metodología primordial de la lucha.

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