INTERNACIONAL / El turno de los abusos sexuales / Escribe: Elena Llorente






Un mensaje del papa Francisco a las conferencias episcopales plantea “actuar con determinación” frente a los abusos de menores, en línea con lo impulsado por su antecesor Benedicto XVI.

En materia de lucha contra la pederastia en el seno de la Iglesia, la línea no cambiará. Con el papa Francisco seguirá siendo, como indicó su predecesor y hoy papa emérito Benedicto XVI, la de “cero tolerancia”. Al menos eso es lo que dio a entender un comunicado difundido ayer por la Congregación para la Doctrina de la Fe luego de que el Pontífice recibiera en audiencia privada al prefecto de esa congregación, arzobispo Gerhard Ludwig Muller. La Congregación para la Doctrina de la Fe, de la que el entonces cardenal Joseph Ratzinger fuera máximo exponente durante el papado de Juan Pablo II, es la encargada de recibir y procesar los casos de denuncias, pero es también la que elabora las medidas que la Iglesia toma en general para enfrentar el problema.


“El Santo Padre ha recomendado en particular que la Congregación, continuando con la línea deseada por Benedicto XVI, actúe con decisión en relación con los casos de abusos sexuales, promoviendo sobre todo las medidas de protección de los menores, la ayuda a quienes en el pasado han sufrido violencias y los procedimientos debidos en relación con los culpables.” Pero el Papa también subrayó que es necesario promover “el compromiso de las conferencias episcopales en la formulación y actuación de las directivas necesarias, en este campo tan importante para el testimonio y la credibilidad de la Iglesia”. Y esta última frase, dicho en otras palabras, significa que las conferencias episcopales no podrán hacer oídos sordos a las directivas impartidas desde Roma como al parecer hicieron en numerosas oportunidades.

El tema de los abusos sexuales salió a la luz por primera vez en Estados Unidos en 2001, en la diócesis de Boston, donde resultó que un cura había abusado de más de cien niños. El sacerdote fue procesado y terminó en la cárcel, donde murió poco después. De ahí en más surgieron casos en numerosas diócesis de Estados Unidos y se comprobó que la denuncia de los padres de los niños o de los mismos abusados, que ahora ya eran adultos, normalmente quedaban en un cajón olvidado del Episcopado. Como máximo, los curas acusados eran trasladados a otras parroquias donde, al final, seguían repitiendo el mismo esquema.

Siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger impulsó y consiguió en 2002 que fuera esa Congregación la que se ocupara de los casos de abusos sexuales y no las diócesis, como ocurría hasta ese momento. La normativa para tratar los casos de abusos se endureció, sugiriendo entre otras cosas a las conferencias episcopales que los culpables fueran cedidos a la Justicia ordinaria. En 2005, poco después de ser elegido papa, decidió encontrar a las víctimas y así lo hizo en varios de sus viajes a Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia, entre otros. Ante las decenas de casos de abusos que salieron a relucir en Irlanda, un país profundamente católico, el papa Ratzinger escribió una carta a los católicos de Irlanda en 2010 en la que manifestó su pesar por lo ocurrido y prometió tomar medidas.


Mucho se ha hablado del silencio cómplice de muchos altos exponentes de la Iglesia, que nada hicieron por detener esos procesos porque según ellos sacarlos a la luz desprestigiaba a la Iglesia. Un cardenal latinoamericano confesó off the record a un periodista en Roma que ellos no podían denunciar a los sacerdotes implicados “porque eran sus hijos. Usted ¿denunciaría a su propio hijo?”, preguntó. Mientras tanto, miles de denuncias por abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia surgían en los países católicos del mundo, incluso de América latina.

Otras hipótesis sostuvieron que algunos casos fueron encubiertos por simple interés económico. Así se dijo del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, una congregación nacida en la década del ’40 del siglo pasado y que llegó a adquirir un enorme poder económico en México, Estados Unidos y varios países latinoamericanos. Las acusaciones de abusos sexuales contra Maciel nunca pasaron a mayores hasta que siendo Ratzinger ya papa, lo suspendió y condenó al retiro. Así salió a relucir que Maciel no sólo había abusado de decenas de seminaristas de su propia orden a lo largo de su vida, sino que tenía varios hijos repartidos por el mundo y que se relacionaba con mujeres de alto nivel económico que luego le cedían a él o a su congregación, parte de sus bienes. Al morir el sacerdote salieron a relucir los hijos que reclamaban parte de la herencia.


Durante el último Cónclave, algunas organizaciones de lucha contra los abusos sexuales acusaron a varios cardenales participantes de haber encubierto los casos de abusos sexuales en sus respectivos países, entre ellos el cardenal de Los Angeles, Roger Mahoney, y el escocés Kenneth O’Brien. Pero sólo este último pidió disculpas públicamente por su accionar y decidió por su cuenta no presentarse para la elección del nuevo papa.

(Diario Página 12, sábado 6 de abril de 2013)

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