La estrategia territorial de Unidos y Organizados. El alineamiento de Daniel Scioli y sus ambivalencias. La crisis de José Manuel de la Sota en su provincia y la necesidad de buscar un culpable. La soledad de Hugo Moyano.
Hubo dos hechos políticos importantes esta semana y ambos están conectados. Uno fue el paro con cortes de calles organizado por Hugo Moyano, Pablo Micheli y diversas organizaciones de izquierda; el otro, el alineamiento total del peronismo detrás de la presidenta Cristina Fernández que ese mismo paro despertó. Los gobernadores justicialistas, con la excepción de José Manuel de la Sota, salieron a respaldar a la jefa de Estado y cuestionaron las metodologías de los líderes de la huelga. Uno de los objetivos políticos de Moyano es sumarse a un armado electoral opositor que surja del peronismo. Para que sucediera esto, el actual justicialismo debería fracturarse. La reacción de los jefes provinciales dejó claro que esa fractura quedará por ahora en las ilusiones del camionero.
Por otra parte, en un partido/movimiento de las dimensiones del justicialismo, las señales de unidad no anulan las corrientes internas, que, se sabe, tienen matices ideológicos y políticos.
Unidos y organizados. Hace exactamente un mes, el colectivo Unidos y Organizados inauguró su sede nacional en el barrio de Once. Ese espacio aglutina, entre otras organizaciones, a La Cámpora, el Movimiento Evita, el Frente Transversal y Kolina. Empezó a gestarse en el masivo acto que se realizó para respaldar a la Presidenta en la cancha de Vélez en abril de este año. La inauguración de la sede nacional implicó la consolidación de esta corriente, que podría definirse como el kirchnerismo “puro”, dentro de la constelación del peronismo. En cualquier partido político, la agrupación más cercana al jefe –en este caso a la jefa– es un espacio importante. En el caso del justicialismo, por su tradición vertical, más todavía.
El objetivo central que se marcan en Unidos es ampliar la base social de sustentación del proyecto del Gobierno Nacional. Esta consigna puede sonar un tanto abstracta, pero lo cierto es que tiene una traducción política muy concreta. En el caso del territorio bonaerense, al igual que en otros distritos, la idea, remarcada por un referente del Evita que habló con este medio, es sumar militantes de base y sobre todo incorporar a varios de los intendentes del conurbano. Entre ellos están Alejandro Ferraresi, de Avellaneda, Darío Giustozzi, de Almirante Brown, Martín Insaurralde, de Lomás de Zamora y Francisco Barba Gutiérrez, de Quilmes. Son algunos de los que tienen buena sintonía con el proyecto del Gobierno, pero que no están en un espacio unificado dentro del PJ.
La incorporación de una camada de intendentes le sumaría volumen político a Unidos, pero tiene sus bemoles. En política, la línea divisoria entre los aliados y los rivales muchas veces es delgada. El mismo dirigente del Evita remarcó que más allá de las coincidencias programáticas, el manejo de los espacios de protagonismo y poder necesitará de una gran sintonía fina para que no se transforme en la traba que impida expandir la agrupación. La encrucijada de Scioli. Daniel Scioli hizo honor esta semana a uno de los rasgos que lo transformaron en una pieza importante del proyecto político que nació en el 2003. Puso de nuevo sobre la mesa la lealtad que ha tenido en otros momentos, como el debate por la resolución 125 y las candidaturas testimoniales de las elecciones de 2009. El mismo día de la huelga remarcó que la Presidenta “defiende con pasión la soberanía” y que “tenemos que cuidar lo que hemos logrado”.
La posición de estos días no anula los movimientos zigzagueantes que Scioli tuvo los primeros meses de este año. Adelantó con apuro excesivo los tiempos políticos cuando a sólo tres meses de haber asumido la gobernación dijo que soñaba con ser presidente en 2015. Hizo una serie de picaditos de fútbol a los que parecía que sólo podían ir a jugar opositores, entre ellos Mauricio Macri y Moyano. Luego se reacomodó y sostuvo que sería candidato sólo si Cristina no lo fuera. El jueves pasado hizo un acto con su agrupación, La Dos, en La Plata y en un tono más prudente volvió a proyectarse, señalando que su espacio representa la continuidad con cambios. Quizás algunos de esos “cambios” –no todos– impliquen otro modelo, si se toma en cuenta que el gobernador estaba flanqueado por el comisario Ricardo Casal, que impulsa una política se seguridad muy diferente a la de la Casa Rosada.
Este breve repaso muestra en gran medida la encrucijada ante la que se encuentra Scioli. Tiene dos caminos. Uno de ellos consiste en intentar llegar a la presidencia desde el kirchnerismo, ungido por la Presidenta, más allá de que el motonauta es una expresión más conservadora. El otro rumbo, soñado por los medios de establishment y algunos peronistas disidentes, es que rompa su relación con el Gobierno y que haga un giro en el aire para transformarse en el candidato de la oposición. Esta semana Scioli parece haberse volcado más al camino por dentro del kirchnerismo que por fuera.
Desde el punto de vista electoral, la posibilidad de que el gobernador compita en las elecciones del año que viene para diputado nacional es prácticamente nula. La idea circuló por el sciolismo y el peronismo bonaerense hace algunos meses, pero hoy está totalmente archivada. Los operadores del PJ provincial dicen que la apuesta es la nacionalización de la próxima elección. Esto necesita de una figura que sea fácil de identificar con la Presidenta. De allí que el nombre de Alicia Kirchner esté en la gatera, aunque si el objetivo de nacionalizar se logra, quien encabece la lista puede variar. El debate se centrará en la gestión del Gobierno.
Otro referente bonaerense expectante es Sergio Massa. En su entorno no confirman nada excepto que se alineará con el Gobierno Nacional. Massa es otro de los dirigentes peronistas a los que establishment mira con cariño, siempre perdiendo de vista que, al igual que Scioli, fue votado mayoritariamente por los mismos que acompañaron a Cristina. El intendente de Tigre tiene mucho para perder si abre su propio camino. Su juventud, además, es otro elemento que le permite esperar.
La crisis de De la Sota. El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, hace varios meses comenzó a posicionarse como alternativa opositora al Gobierno Nacional. Utilizó como excusa una deuda que le reclama a la Anses por 1.000 millones de pesos. El mensaje de De la Sota no está dirigido a plantarse en el escenario nacional, como puede parecer a primera vista, sino a tratar de blindar su situación política en Córdoba, ya que su distrito atraviesa una crisis financiera de magnitud. La crisis es lo suficientemente importante como para que el gobernador haya decidido darle asueto general a la administración pública durante el mes de enero para reducir gastos.
Una parte central de esta crisis tiene su origen en el nivel de endeudamiento de Córdoba. Según un informe elaborado por el Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Públicas y Sociales (Cippes), la deuda cordobesa, tomada mayoritariamente durante los 12 años de hegemonía delasotista, comenzó a demandar más de 1.500 millones de pesos anuales, para intereses y capital, a partir de 2012. Además, el 52% del total de la deuda está tomada en dólares. La provincia tiene un presupuesto anual que ronda los 20 mil millones de pesos, así que el impacto de la deuda es cada vez más importante, además del problema de la caja jubilatoria. En este escenario, el gobernador profundizó su pelea con el Gobierno, la vieja estrategia de buscar un responsable externo. Se haga como se haga la cuenta, los 1.000 millones que De la Sota le reclama al Estado Nacional no servirían para paliar su situación.
En el plano electoral, hay que recordar que el Gallego ya intentó instalarse como líder nacional. Era el candidato preferido de Eduardo Duhalde para enfrentar a Carlos Menem en las elecciones de 2003. Duhalde trató de instalarlo en la provincia de Buenos Aires. Le organizó actos en distintos lugares del conurbano bonaerense, con bombos, intendentes, aparato y la mar en coche. De la Sota nunca pudo pasar los 7 de puntos de intención de voto y Duhalde finalmente hizo su acuerdo con Néstor Kirchner.
La ñata contra el vidrio. Veinticuatro horas antes del paro, Hugo Moyano le hizo un guiño a Daniel Scioli. “Me gustaría que fuera candidato en 2015”, dijo el líder de Camioneros. El mismo día del paro, Scioli rechazó el guiño y se alineó con la Presidenta. Este leve fracaso político de Moyano es en realidad un botón de muestra de las dificultades que ha tenido siempre para hacer pie en la política, quizá porque traslada el estilo de la lucha sindical, que puede ser efectivo para la disputa con una patronal, pero no para otras cosas.
Repasemos: el 7 de abril de 2010 el entonces vicegobernador bonaerense Alberto Balestrini sufrió un ataque cerebrovascular y abandonó todas sus funciones políticas, entre ellas presidir el PJ provincial. Balestrini había cumplido bien con la función de quien encabeza el peronismo bonaerense: contener y atender a los intendentes. Semanas después del accidente de Balestrini, Hugo Moyano ocupó su lugar impulsado por Néstor Kirchner. Pero en los hechos, fue el ex presidente quien se hizo cargo del trabajo con los jefes distritales. Cuando falleció Kirchner, el camionero quedó a cargo de la conducción del partido. Quería acumular espacios de poder en los concejos deliberantes y en la Legislatura provincial, una ambición totalmente legítima, pero que Moyano peleó a su estilo, inspirado en largos años de lucha sindical.
Intentó negociar amenazando a los jefes comunales con conflictos sindicales en la recolección de residuos. Los intendentes hicieron causa común contra el camionero. Le vaciaron el partido, jamás le dieron el quórum para que funcionara. Moyano había calculado que si se fortalecía en el PJ tendría chances de negociar espacios de poder con la Presidenta. Nada salió como él creía. En diciembre del año pasado, cuando cruzó definitivamente hacia la oposición, en el acto que su gremio organizó en la cancha de Huracán, dijo que renunciaba al PJ porque era “una cáscara vacía”. En realidad, se lo habían vaciado a él.
Hoy el camionero trabaja en la posibilidad de armar un sello partidario propio a nivel nacional para las elecciones de 2013 y 2015. Tiene la estructura que brinda uno de los gremios más importantes de la Argentina. Le faltan candidatos capaces de sacar votos. Quiere que algún gobernador peronista lo abrigue bajo su ala, pero el único que le envió algún guiño durante el paro fue, muy llamativamente, el jefe del PRO, Mauricio Macri. Moyano, por ahora, quedó afuera de las cocinas del peronismo, un movimiento que tiene corrientes muy diversas, a veces demasiado distintas, y que se organiza detrás de una conducción, que hoy es la de Cristina Fernández de Kirchner. Eso quedó claro esta semana.
Textuales
“La Presidenta defiende con pasión la soberanía política, económica y cultural. Lo hace como una gladiadora. Hay que cuidar lo que conseguimos.”
Daniel Scioli.
Gobernador bonaerense
“Quiero dialogar para resolver las diferencias económicas que hoy nos separan entre Córdoba y la Nación. No pueden castigarnos por eso.”
José Manuel de la Sota.
Gobernador de Córdoba
(Semanario Miradas al sur, domingo 25 de noviembre de 2012)