Cuando se enteró de la resolución del juez de Nueva York, Thomas Griesa, que condena a la Argentina a pagar al contado 1330 millones de dólares antes del 15 de diciembre, un dirigente kirchnerista le soltó a un compañero: "¡Éramos pocos y parió la abuela!" Es que en medio de la batalla con el Grupo Clarín, los ecos de la multitudinaria manifestación cacerolera y del piquetazo con paro en los servicios, el fallo del magistrado norteamericano agrega al gobierno una disyuntiva de hierro: pagar y desatar una catarata de reclamos de quienes aceptaron el canje o caer en default.
El juez Griesa es hijo de un banquero, poco reputado en los Estados Unidos, sumamente permeable a los reclamos de los fondos buitre y amigo de los republicanos. Siente que la Argentina resiste su jurisdicción y se dispone a reivindicar su competencia con severidad.
El fondo beneficiario del fallo, el NML, compró por chauchas los bonos en default de la deuda argentina y hubiera hecho negocio con haber aceptado el canje. Pero en la timba financiera, los que corren más riesgos pueden hacer una excelente diferencia.
El canje de deuda en default ofrecido por el gobierno de Néstor Kirchner tuvo una aceptación del 97% y la renegociación culminó con una quita de 70 mil millones de dólares. La política de desendeudamiento se convirtió así en uno de los mayores éxitos del kirchnerismo, ya que redujo las obligaciones externas del 166,4% del PBI en 2002 al 37,8% en la actualidad.
Sin embargo, los mismos que endeudaron en forma suicida al país para mantener la Convertibilidad, aprovechan la oportunidad para facturarle al gobierno la ofensiva de los fondos buitre.
En tanto, no pocos ciudadanos de a pie se preguntan con sentido común por qué semejante asunto se dirime en un tribunal norteamericano. Es que también los que ahora critican al gobierno fueron quienes apoyaron que cualquier diferencia por la deuda que se tomaba se resolviera allí. "Lo único que le faltó a Griesa es ordenar que nos manden la Quinta Flota", dijo el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, al anunciar que el gobierno apelará la medida. El gobierno interpreta que el fallo vulnera la soberanía nacional y pone en riesgo todo el sistema financiero internacional, con el objetivo de proteger a los banqueros, mediante una medida ejemplarizadora que tiene un fuerte eco en España y Grecia.
Si la apelación no beneficia a la Argentina, el gobierno debería decidir entre no pagar y caer en default o generar una asimetría con los acreedores que aceptaron la renegociación de la deuda en 2005 y 2010. Si paga habrá una lluvia de reclamos de quienes ingresaron al canje y si no paga se expondrá consecuencias internacionales que convertirán al episodio de la Fragata Libertad en un hecho apenas simbólico.
La cesación de pagos internacionales, anunciada con una sonrisa gardeliana por Adolfo Rodríguez Saá el 23 de diciembre de 2001, tenía la fortaleza de la imposibilidad real de pagar. Pero si el gobierno decidiera ahora no pagarle a los fondos buitre, se trataría de una decisión política que sería respondida con otro calibre. No hay piedad en el mundo globalizado para quién desafíe al poder financiero. En la vereda de enfrente están los argentinos, que deberían saldar nuevamente con sangre y sudor una deuda injusta e inflada.
En tanto, los enemigos internos de los sectores populares aprovecharon la bolada para volver a las andadas y reclamar un retorno a la cordura. Si consiguieran llegar a la Rosada en 2015, devaluarían drásticamente, liberarían totalmente el mercado cambiario y le harían pagar el pato a los sectores más postergados. Desde distintos costados comienzan a hablar de "quiebre de época" o "fin de ciclo". Está claro que el gobierno esta en su peor momento. Pero, ¿quién capitaliza descontento? ¿Los radicales que no saben si aliarse con el FAP o con el PRO? ¿Mauricio Macri que no logra conciliar siquiera posiciones con Francisco de Narváez? ¿O será por fin el turno de los socialistas aliados a posturas mucho más radicales que estallarían al mes de gobierno? "Enfrente no hay nada", juzgó Julio De Vido al reivindicar esta semana el derecho del gobierno a proponer una reforma constitucional para habilitar una nueva reelección presidencial. Es la primera vez que un funcionario de gobierno habla desembozadamente del tema, ya que hasta ahora las cañitas voladoras las lanzaban los legisladores. De Vido dijo lo que todo el kirchnerismo sabe y sufre: "La presidenta es la única garante de que este proceso se profundice." Si bien es una realidad, no parece precisamente una virtud de la fuerza gobernante, ya que la ausencia de un delfín la condena a buscar la reelección aún en condiciones desfavorables o a sobrevivir con el boleto picado. Es cierto que en 2008 y 2009 también se habló de "fin de ciclo" y la voluntad política consiguió revertir la situación en 2010 y obtener un resonante triunfo en 2011. Para despejar el clima, Cristina deberá pelear ahora con los efectos de la crisis internacional, el sindicalismo opositor, la clase media soliviantada, los fondos buitre, el fetichismo republicano que rechaza la reforma y el desgaste de poder. Y todo esto se lo contará Clarín a la sociedad.
En tanto, Daniel Scioli comienza a probarse su pilcha de candidato. Si Cristina no consigue la reforma, el gobernador tiene el camino allanado. Para colectar de ambos frentes, Scioli se propone como "continuidad con cambio". Tras el paro, Hugo Moyano le pidió que se defina. "Los que tienen aspiraciones de candidato deberían comenzar a marcar las diferencias", soltó el camionero. Pero la autonomía del ex motonauta tiene límites: "Yo me peleo con quien me tengo que pelear", respondió. Y encima desairó a Moyano tras el paro al elogiar el "coraje" de Cristina. Con la cautela de un equilibrista, Scioli le tiró por elevación al gobierno que "La Lealtad es un camino de ida y vuelta". Para la tribuna en general, dijo que "no llego para hacer más de lo mismo" y que "es inteligente corregir".
Pero el kirchnerismo más puro no confía en Scioli y no abandona el sueño de la re-reelección, una cuestión que se dirimirá en las urnas de 2013. Y aunque algunos se enojen con Mirtha Legrand por el tufillo a desprecio de clase que tuvieron sus últimas declaraciones, en el fondo, lo que dijo parece sensato si se lo toma literalmente: "Cristina ganaría otra vez las elecciones porque hay más pobres que ricos y los pobres votan a Cristina", disparó la diva. Dos encuestas de intención de voto abonan esta posibilidad, ya que sostienen que la presidenta ganaría en primera vuelta. El Banco Mundial también le da cierta razón a la señora de los almuerzos, ya que reveló que luego de que el kirchenrismo rescatara a más de 9 millones de personas de las cunetas sociales, hoy el 46% de los argentinos integra la clase media, el 3% es clase alta y el resto se reparte entre vulnerables y pobres. El problema de Cristina es que su suerte se juega en principio en el Congreso y que en las elecciones legislativas no será candidata. Pero nada está escrito. Y no parece prudente que la oposición se ande probando la piel del oso antes de cazarlo.
(Diario Tiempo Argentino, 24 de noviembre de 2012)