Los gobiernos que toman medidas fuertes, producen oposición enconada. Si se toca intereses, si se gobierna no sólo para administrar, se pisa los callos de quienes están instalados en poderes preestablecidos.
Por ello, los gobiernos latinoamericanos con vocación popular son resistidos de una manera singularmente agresiva. Los medios y las oposiciones políticas (múltiples y diversas, pero que disfrazan sus diferencias para atacar a estos gobiernos) no dejan de martillear de una manera totalmente diversa a lo que suele corresponderse con una condición de legitimidad democrática.
Generalmente, estas oposiciones carecen tanto de liderazgo como de proyecto alternativo al existente. Su única razón de ser es oponerse a todo, y cuando alguien se pregunta qué sería de uno de estos países si llega a ganar algún sector de estas débiles oposiciones -pues nunca podrían gobernar coherentemente las diferentes oposiciones juntas-, se advierte la fragilidad y la pobreza de sus posibilidades efectivas.
Algo que estas oposiciones valoran mucho es el caso de quienes formaron parte de estos gobiernos, y en algún momento dejan de hacerlo. Estos cambios de posición son festejados por opositores que hasta el día anterior atacaban a estas personas como miembros del oficialismo, pero que ahora los felicitan por haber pasado a estar fuera del mismo.
Ha sucedido mucho en Argentina, donde personajes como Alberto Fernández, el ex-ministro Lousteau, la ex-secretaria Ocaña, son mimados por los medios que antes aborrecieron de ellos de manera desmesurada. El cambio en la actitud mediática es tan grosero, que debiera avergonzar a quienes lo reciben.
Los gobiernos cometen también errores, y uno de ellos podría ser no trabajar con suficiente cuidado las diferencias internas. A veces se puede haber coadyuvado a que sus ex-miembros hoy se hayan distanciado. Es una actitud que siempre debe revisarse: un gobierno incrementa su legitimidad si es capaz de ensanchar su base de apoyo, no si la va angostando.
Pero cabe advertir actitudes diferentes entre quienes dejan de permanecer dentro de un proyecto. Están quienes dan súbitamente la espalda al mismo como si renegaran de su propio y reciente pasado; y están los más equilibrados que no abjuran de sus convicciones y no quieren jugar para los adversarios de lo popular. Estos últimos suelen ser discretos y no se dejan usar por las oposiciones, especialmente por las de derecha.
Quienes analizamos los casos latinoamericanos, hemos visto en estos días dos comportamientos muy diferentes en la Asamblea Nacional ecuatoriana. Cabe rescatar la dignidad de aquella dirigente que no votó por el oficialismo pero no se dejó llevar por las voces opositoras, mientras -en contraste-los opositores hacían bandera de una candidata que hasta hace meses formaba parte de lo que ellos declaran detestar.