INTERNACIONAL / "Mensalão" y el hermano oriental / escriben: Federico Mirré y Rafael Bielsa







Tres ex ministros y otros 35 políticos y empresarios deben responder por el affaire que en 2005 jaqueó al gobierno de Lula.


2012, agosto, jueves 2. El dos de agosto, el Tribunal Supremo de Brasil dio inicio al juicio en el que tres ex ministros (entre ellos José Zé Dirceu, ministro de la Presidencia) y otros 35 políticos y empresarios deben responder por el affaire que en 2005 jaqueó al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Otro procesado es el estratega en marketing Eduardo Duda Mendonça, quien ideó la imagen de Lula en la campaña de 2002 y admitió que el pago por sus servicios le fue depositado por el PT (Partido dos Trabalhadores) en cuentas que debió abrir en paraísos fiscales.
Tras el rito de inicio, a cargo del presidente Carlos Ayres Britto, el abogado defensor de algunos de los acusados, Marzio Bastos, pidió al Tribunal que juzgara a cada uno de ellos individualmente y no en grupo, como se propone el Supremo, lo que los jueces pasaron a considerar.

Quizás el más rutilante de los acusados sea el publicista Marcos Valério Fernandes, a quien el Ministerio Público definió como "un verdadero profesional del crimen" y cuyo patrimonio, entre 2003 y 2004, se incrementó en 60 modestas veces.

En 2005, Marzio Bastos era ministro de Justicia. Junto al por entonces ministro de Hacienda, Antonio Palocci, aconsejaron a Lula llegar a un acuerdo con la oposición, consistente en renunciar a disputar las elecciones de 2006 a cambio de poder concluir –con los tobillos atados– su primer mandato. Había estallado el "mensalão".

Frente a los mayores índices de reprobación desde 2002, Lula reformuló su método de alianzas y en septiembre de 2005 obtuvo que el comunista Aldo Rebelo (un aliado) fuera elegido como el presidente de la Cámara de Diputados. Sacudió las ramas de su partido para que el PT dejara caer las frutas indigeribles, llamadas por el sociólogo norteamericano James Petras: "una élite corrupta (respaldada por especuladores financieros y por los agro negocios y la minería) de profesionales trepadores y ambiciosos".

Con mucho instinto de adaptación rearmó su equipo de trabajo, dijo a su país que la corrupción era una "enfermedad crónica" y afirmó que ningún gobierno había hecho en 50 años lo que el suyo para combatir ese flagelo. Hoy Lula no está entre los imputados y –según el Instituto Datafolha–, a pesar de que la presidenta Dilma Rousseff goza del 64% de aprobación de sus compatriotas, en el escenario de las próximas elecciones, el 57% de los encuestados prefiere que sea Lula el candidato del PT, frente a un 32% que se inclina por Dilma.

El origen del "mayor juicio por corrupción" de la historia del país, por la cantidad de acusados y la trascendencia de algunos de ellos, fue denominado "mensalão" (mensualazo) y consistía en pagos ilegales que comenzaron financiando la campaña de Lula a su primera Presidencia y continuaron "comprando" votos opositores. El gobierno que asumió el 1º de enero de 2003 carecía de mayoría parlamentaria propia. Según fuentes de la Policía Federal brasileña, mediante dicho ardid fueron desviados 101 millones de reales (unos 42 millones de dólares de aquellos días).

Una de las "voluntades" cautivadas fue el ex diputado Roberto Jefferson, del PTB (Partido Laborista Brasileño), el primero que reveló las irregularidades al entonces presidente Lula. Promediando el año 2005, se cuenta que Lula le preguntó: "Roberto, ¿y el PTB, cómo va?", palmeándole la pierna. "No está bien, presidente", dijo Jefferson a Lula. "Infelizmente, todo lo que es tratado aquí no se cumple. Zé (José) Dirceu no tiene palabra y yo tengo contra mí esa tentación del mensalão." Lula inquirió: "Pero, ¿qué es el mensalão, Roberto?" Cuando Jefferson terminó con su descripción entomológica, se dice que las lágrimas cayeron de los ojos del entonces presidente.

Ahora que comparte con Zé Dirceu el banquillo de los acusados, Jefferson no amaina sus críticas. El domingo 5 de agosto, el todavía presidente del PTB, declaró a la salida del Hospital Samaritano de Rio, donde le fue retirado un tumor maligno de páncreas: "Reitero lo que dije. Mi lucha era contra Zé Dirceu. Él me 'llevó puesto', pero yo salvé al Brasil de él. Caímos los dos." Caminando y hablando con dificultad, agregó para el diario Folha: "Recibí (el diagnóstico de cáncer) con serenidad. Yo soy un guerrero, ya enfrenté al PT solo, ¿qué no voy a hacer con un 'cancército' de páncreas? Voy a machacarlo."

Entre junio y diciembre de 2011, Dilma Rousseff echó de su Gabinete a seis ministros indiciados por hechos de corrupción. Ahora, este mega evento judicial vuelve a poner el tema en la escena mediática. El ex presidente Cardoso expresó, en el diario O Estado de São Paulo, que era innegable la sensación de que "… tal vez estemos en el inicio de una nueva fase de consolidación de las instituciones democráticas", para agregar que "al contribuir a consolidar la justicia como valor, parte esencial de la modernidad de nuestro país, el juicio del mensalão podrá ser un marco histórico". De eso se trata, ni más ni menos.
1973, agosto, lunes. A las 5:50 de la madrugada, un Rambler negro se desliza sobre Paseo Colón en dirección sur. Buenos Aires es a esa hora una escenografía fría y vacía. El auto encara la explanada que da sobre Rivadavia y se detiene bajo el pórtico norte de la Casa Rosada. Bajan un señor de aspecto senatorial y rostro grave y un joven alto que carga carpetas y rollos de mapas y gráficos. El oficial de Granaderos los acompaña hasta la Sala de Situación del primer piso y el joven secretario de embajada, Juan Carlos Olima, coloca mapas y gráficos sobre los pizarrones, mientras el canciller Alberto Vignes se dirige al escritorio cercano del presidente de la Nación. A las 6:02 ingresa en la sala el presidente, junto con el canciller y el coronel Correa.

El siguiente fue el diálogo textual:

Presidente Perón: –Buenos días m´ hijo (le da la mano).
Secretario de Embajada Olima: –Buenos días, mi General.
Perón: –¿Esta es la línea por donde pasa el límite del lecho y subsuelo? (señala un trazo en la gran carta náutica del Río de la Plata).
Olima: –Sí, es esa.
Perón: –¿Cómo queda resuelto el tema de los canales de navegación y el de la exploración de hidrocarburos?
Olima: (Explica durante unos tres minutos la fórmula de solución prevista en el proyecto de Tratado negociado con Uruguay).
Perón: –¿Cómo queda Martín García?
Olima: –Bajo jurisdicción argentina pero con prohibición de militarizarla y manteniendo el perfil actual y sin agregados aluvionales posteriores.
Perón: ¿Y la pesca?
Olima: (explica los detalles).
Perón: –Muchas gracias m'hijo. (Y, dirigiéndose al Canciller): –Vignes, prepare los papeles y haga los arreglos para firmar el Tratado.

Montevideo, 1973, noviembre 11. En la vieja Casa de Gobierno de Plaza Independencia, los cancilleres del Uruguay y la Argentina firman el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo, en presencia de los presidentes Bordaberry y Perón. En una foto se ve a Perón –sonriente, con muy buen aspecto–, chocando con su par oriental dos sencillos vasitos de vidrio. Afuera, una gran cantidad de uruguayos aclaman con insistencia a Perón. Bordaberry lo invita a asomarse al balcón del primer piso.

Nunca, antes o después, recibió un presidente argentino un saludo tan sincero y cariñoso del pueblo familiar del Uruguay.



Muchos, también antes y también después, trabajaron y trabajan, de este lado y del otro, en la demolición de la confianza, en generar distancias, hacer crecer las diferencias. Achicar el espacio solidario entre José Mujica y Cristina Fernández, moler episodios serios pero secundarios para roer la sustancia de nuestra primera y más indisociable relación exterior, es una embestida peligrosa. Siempre ha habido quienes, por atacar un gobierno, dañan al país.

Tampoco es inusual que dos o más fuerzas políticas de dos o más países se aúnen para la misma y nociva faena. Bueno es identificarlos; mejor aún neutralizarlos.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 12 de agosto de 2012)

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