MENDOZA / Glaciares / Escribe: Alberto Lucero






A través de estudios realizados en las morenas de los flancos de los glaciares en las altas cumbres cordilleranas, los científicos han podido fechar las posiciones ocupadas por los glaciares a lo largo de los siglos y registrar su retroceso a partir de mediados de la centuria del 1700, que fue cuando alcanzaron su tamaño máximo desde que el hombre tiene registros.

A partir de esos momentos, los glaciares de los Andes se han ido achicando progresivamente y en los últimos 30 años hemos asistido a un espectacular retroceso de todos nuestros glaciares, reduciendo su tamaño entre un 30 y un 50 %, pero ahora, se están derritiendo a la velocidad más elevada observada en estos tres últimos siglos y, de continuar el ritmo de retroceso actual, los glaciares de pequeño tamaño podrían desaparecer para dentro de 10 o 15 años, afectando con ello a muchos ecosistemas, pues los glaciares desempeñan la función de regulación de los recursos de agua dulce durante todo el año y millones de habitantes de las laderas de los Andes dependen de ellos para la agricultura, la energía hidroeléctrica o el abastecimiento de agua de las ciudades.



Si se confirman los aumentos de temperatura que prevén los modelos climáticos hasta el final del siglo, los glaciares situados por debajo de los 5.400 m de altitud podrían desaparecer, como ya ocurrió en el 2010 con el glaciar de Chacaltaya, situado sobre la ciudad de La Paz en Bolivia, al cuál años atrás se le pronosticaba que desaparecería en el 2030, pero el brusco incremento de las temperaturas por culpa del Cambio Climático, aceleró su derretimiento y desapareció por completo en el año 2010.

Fue el primer glaciar extinto de Sudamérica por culpa del Cambio Climático y con su desaparición, también se perdió una de las fuentes hídricas que abastecía a la ciudad de la Paz.

Resulta paradojal e injusto que zonas como las que ocupamos en las laderas de la Cordillera de los Andes en América del Sur, tradicionalmente dedicadas a actividades agropastoriles, casi siempre en equilibrio con el entorno y sin ser focos de contaminación importante, hoy seamos los primeros en padecer las consecuencias de éste Cambio Climático, ocasionado por los países que se industrializaron primero y que desde el año1750 están llenando la atmósfera con los temidos gases de efecto invernadero, produciendo este letal aumento de la temperatura en las altas cumbres, que pagaremos con la desaparición de nuestros glaciares y con esa desaparición, acabará nuestra tradicional forma de vida a la vera de pequeños ríos cordilleranos que facilitaron la radicación y la alimentación equilibrada de millones de personas, desde nuestros orígenes.



Y como si esto fuera poco, como si no tuviéramos encima de nuestras cabezas esta temible espada de Damocles, todavía tenemos que escuchar los cantos de sirena de aquellos capitales que, oh sorpresa, también provienen de los países industrializados y hoy tratan de convencernos de asumir el compromiso de darles, durante 30 años, toda el agua que necesiten para desarrollar sus negocios mega mineros.

En zonas desérticas como las que ocupamos, el agua es vital, por eso la sabia Ley de Aguas de Mendoza, que data de 1888, establece taxativamente que primero está el uso humano, luego el agrícola y en último lugar el uso industrial.

¿Será por eso que hoy algunos funcionarios están tan interesados en cambiar ésta sabia Ley?.

Estamos viviendo épocas decisivas y si a los cambios que ya el hombre ha producido en la naturaleza, le agregamos decisiones incorrectas, que solo se explican por el insaciable afán de lucro de algunos, triste destino nos espera.

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